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La mentira obligatoria

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¿Por dónde buscaremos los resquicios de verdad que en algún sitio quedarán? Entre tanta tiniebla, rasgando tanto velo, penetrando tan espesa neblina de mentiras y más mentiras claramente oficiales, nos resulta cada vez más difícil atisbar los vislumbres de realidad que podemos entrever.

A toda afirmación de este régimen por muy categórica que sea, a toda declaración de seguridad, a toda contundencia verbal expresada con énfasis, envuelta en ropajes de absoluta evidencia, no tenemos más remedio que ponerle la marca definitiva de falso si no queremos navegar en el mar proceloso de la locura o revolcarnos en las arenas movedizas y absorbentes de la irracionalidad.

Vivimos en las entrañas de todo un mundo que nos penetra, nos rodea, nos empapa, hecho de patrañas, perversamente fabricado para no dejarnos salida alguna, hecho además para ser obligatoriamente creído so pena de hambre, enfermedad ineludible y hasta muerte. Asumir, creer, ejecutar y difundir la mentira es nuestra obligación impuesta.

El diablo, se nos ha dicho, es el padre de la mentira. Los hijos son todos de la misma naturaleza que el padre, lo repiten. Esto dice clara y expresamente que estamos en todo un mundo diabólico por naturaleza. Para el sistema actual este es el mundo de la revolución. Esta revolución será, entonces, en toda buena lógica, diabólica. No soy el primero ni el único que lo dice.

Por tanto en una lógica ya estructurada sobre la mentira, la misma lógica será mentirosa por naturaleza. La mentira constituirá su esencia y, así, la serpiente se muerde la cola.

¿Cómo salvarnos de la mentira? ¿Cómo desterrarla de raíz de todo nuestro mundo de vida? Porque si no nos salvamos de ella, si no la borramos de nuestras relaciones, nunca seremos libres. En el Evangelio se nos dice con mucha claridad que solo la verdad nos hará libres.

Ahora bien, este pueblo ha dado claras muestras de no someterse a la mentira, de no aceptar la falsedad y por preservar la verdad de toda sucia contaminación ha muerto, sigue muriendo y sufriendo la cárcel y la tortura en su mejor y más valiente juventud.

Esta ha de ser nuestra lucha fundamental. Con hechos verdaderos, con verdaderos sentimientos, con palabras verdaderas, con verdaderos pensamientos, con amor verdadero por todo este pueblo, por nuestra Venezuela verdaderamente querida, sin ceder nunca al engaño y al embuste, manteniéndonos unidos en el verdadero amor a la patria verdadera, lograremos la libertad, la verdadera dignidad, el verdadero triunfo sobre el odio y la maldad que es hijo de la verdad.

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