Recientemente, el centro del país se vio conmovido por un fuerte movimiento sísmico sin daños que lamentar. Naturalmente, se dice, sería el colmo una catástrofe natural en las condiciones en las que se encuentra el país, añadida a las catástrofes social y económica que atravesamos. Aunque no hay fondo alguno para las crisis o el deterioro al tratarse de un país y de un Estado.
Por una parte, los malos augurios sintonizan con el pesimismo generalizado que es de interés del régimen. Este desea ante todo la resignación y rendición de una población que, contra la pared, convenga en la extorsión. Tamaña operación psicológica, propia de todo totalitarismo, aspira a la fulminación de toda resistencia, a la humillación y definitiva capitulación, como pasó con todos los países tras la cortina de hierro (afortunado término de Churchill), haciéndoles creer a los cubanos o a los norcoreanos que no hay un mundo mejor. Sin embargo, por otra, sacamos reservas espirituales y morales de donde no las tenemos, pues, luego de casi veinte años, sencillamente, no nos rendimos.
A pesar de lo que digan el régimen y sus secuaces, de intentar aparentar que Venezuela es un paraíso y que otros países lo envidian y quieren acabar, a semejanza de Cuba cuando decían que estaban en el mar de la felicidad, y la gente huía de cualquier forma hasta en riesgos de su propia vida, en nuestro país las protestas siguen firme aún en las vecindades del propio Palacio de Miraflores. Protestas no canalizadas simplemente por necesidades básicas como, la falta de agua, de alimentos, de medicinas o de electricidad. Vale decir, es el descontento porque lo que sea impuesto es una literal e injusta supervivencia. Este pueblo que llevó la independencia a todo el continente, heredero del coraje, no capitula. Así de simple.
Y, a pesar de la dirigencia promedio de la oposición, está en pie de lucha. No ha sucumbido. No todo el mundo se puede largar de Venezuela y, aunque nadie puede sentenciar a nadie, debiendo colocarnos en sus zapatos, lógicamente el político o el que aspira al liderazgo político, ha de quedarse aquí, pues, digamos, hay quienes justificadamente se han marchado del país, amenazados severamente de muerte o de prisión injustificada, al lado de otros, muy radicales al declarar, que pueden entrar y salir tranquilamente por Maiquetía.
Mientras tanto, hoy en Venezuela los que nos oponemos al régimen estamos en la discusión de ir o no ir a unas elecciones, o quién es más puro que el otro, el régimen se escurre por el medio para mantenerse, y seguir manejando el país a sus anchas, si no entendemos que para poder ganar cualquier contienda tenemos que estar UNIDOS para todo, seguiremos sosteniéndolos.
Pero lo importante es no perder la esperanza, transmitir un mensaje de lucha, mantenerse en pie. Nadie dijo que salir de una propuesta totalitaria, como la que está en curso, es algo fácil y de un día para otro. Otros países cayeron sin el menor asomo de resistencia. Y es por ello que, sin falsas ilusiones o expectativas, debemos apostar por el buen augurio de una ciudadanía que mantiene viva su fe en la libertad y en el desarrollo económico que nos merecemos. Venezuela no se rinde y seguirá luchando.