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Maestro en democracia, miliciano en dictadura

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I

Maestra es maestra, aunque tenga 90 años de edad. La mente de esta mujer siempre echó chispa y aún echa, aunque más lento. Decían que era estricta en el salón de clase, y era algo que se le notaba a simple vista en todos los ámbitos de su vida, incluso en su hogar. Los ojos siempre brillantes, la mano siempre firme.

Decía que ella mantiene esa chispa, ese destello en la mirada cuando va a contar una anécdota, esa picardía cuando va a hacer una observación. Aún con su coquetería y su memoria intacta, recuerda sus tiempos de maestra de escuela. Ella me ha socorrido en esta Venezuela rojita cuando en mi casa pasamos semanas sin agua. Entonces voy a la suya a llenar los envases y a bañarme.

Como todos los adultos mayores en este país, sus memorias de tiempos mejores son hermosas. Hablan de una época en la que los maestros eran apreciados y respetados, una de las profesiones más importantes para el desarrollo de una nación (para mí la otra es la de los médicos).

Ella recuerda los viajes en Semana Santa, los dulces tradicionales, el arroz con coco, las misas en el colegio. “Nos volvieron la vida un desastre, se robaron todo, no dejaron piedra sobre piedra”, dice.

II

De esos recuerdos, hay uno que me hizo clic en estos días que vi a cierto ministro con traje de camuflaje y sombrero de miliciano. Cualquiera diría que se trataba de un disfraz, pero ya Carnaval pasó.

El funcionario del régimen apareció trajeado como uno más de los integrantes de esos variopintos grupos que se suponen apoyan a Maduro, y yo pensé: “Este señor no tiene vergüenza”. Es el mismo que hace unas semanas dijo que los maestros no tienen por qué ganar más que un obrero, y desde entonces le tengo ganas.

“Yo me lo encontraba en el ministerio de vez en cuando, siempre estaba metido en un brollo. Me decía: ‘Métete a la política, no te quedes como maestra. Métete conmigo a la política’. Por supuesto que nunca le hice caso, porque yo en ese mundo no me veía. Mírenlo ahora, que hasta un yate tiene. Claro que le sirvió eso de meterse en la política. Pero yo lo conozco muy bien. Él nunca tuvo dinero para las cosas que ahora disfruta. Eso fue lo que consiguió con la política”, relata la maestra con un sarcasmo inocultable en su voz.

Porque ella explica que ningún profesional de la docencia tiene nada que hacer con eso que el ahora ministro mal llamaba “la política”, que no es otra cosa que una distorsión sucia. “Ese señor ha sido de todo con este gobierno rojo, y eso se le veía desde entonces, un oportunista, eso es lo que es, nada de maestro”.

III

Bastante que consiguió. Como su jefe obrero. Vinculado siempre a los sindicatos, yo lo recuerdo declarando a favor de los derechos de los maestros, el sueldo justo y demás. Con un verbo como de pico de plata, las erres sobrepronunciadas, todo un querrequerre.

Después salió como alcalde y de allí al estrellato montado en un yate que de seguro lo ha llevado a las más hermosas costas, no solo las venezolanas. Ese es el funcionario que se viste de miliciano ahora, cuando antes se decía maestro y sindicalista.

Es obvio que la moda cambia, y bajo una dictadura hay que vestirse acorde con los tiempos. El maestro entonces, deja ver su real cara. Lamentable que se use una profesión tan importante para obtener el poder y mentir hasta el cansancio. Fue un hipócrita en democracia. Ahora se muestra tal cual es.

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