Hay quienes reclaman a dirigentes políticos, analistas, curiosos y afines (a mí también) que hayan planteado en diversas oportunidades que Maduro va a salir pronto del poder, pero, al cabo de los días, no sale. Estos pronósticos ¿serán propaganda política? ¿Acaso una lectura equivocada de la realidad? ¿Deseos que nublan el entendimiento en juego macabro con la credibilidad pública?
La respuesta fácil es que puede haber de todo. Veamos. Los pronósticos se hacen en términos probabilísticos, en los que el analista asigna una probabilidad determinada de ocurrencia a un fenómeno. Por ejemplo, en las últimas elecciones de Estados Unidos, en las cuales ganó Trump, la mayor probabilidad de victoria analíticamente la tenía Hillary Clinton. El triunfo de Trump se debió a muchos factores cuyo peso no se previó suficientemente: el papel de los colegios electorales, que no necesariamente refleja simétricamente el voto popular, el hastío de buena parte de los ciudadanos con el establecimiento, el caso llevado por el FBI de los emails de Hillary y el papel de Rusia con sus hackers. La mayor probabilidad de victoria de Hillary se esfumó al final por esos factores.
En el caso de Maduro –y antes de Chávez–, ha habido momentos en los cuales la posibilidad de su salida ha estado planteada en el contexto de inmensas protestas ciudadanas. Entonces ¿por qué Maduro sigue allí? Un primer factor, cuyo peso no previmos los que hemos sostenido en distintos momentos la inminencia de la salida del régimen, es haber subestimado la capacidad de matar de los que detentan el poder. En mi caso, supuse hasta un cierto momento que se frenarían en su vocación homicida. Marcos Pérez Jiménez, con todo y haber ordenado prisiones y asesinatos selectivos, ante el dilema de matar jóvenes en la Academia Militar, prefirió irse. Para el régimen actual ese límite no existe; por eso mata sin remordimiento.
El segundo factor es que cuando sonaban las campanas a rebato que anunciaban la salida, un sector opositor se sumergió junto con el régimen en los miasmas del diálogo zapateril, aderezado con el encandilamiento electoral; así, la tiranía logró dividir la fuerza principal en la calle, la opinión pública y los soportes democráticos institucionales, tanto nacionales como internacionales.
Lo anterior tómese como discreta introducción a la discusión de por qué Maduro –contra todo pronóstico– ha seguido en Miraflores. Pero, permítaseme, hoy vuelvo a considerar que no por mucho. Venezuela está a reventar. El caos, el hambre y las necesidades son fuerzas imparables.
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