Cómo no preguntarse qué será lo que entiende Maduro por gobernar una nación. Quién o quiénes le dan consejos o línea para su actuación en medio de esta situación asfixiante que atraviesa Venezuela. Qué persigue arriesgando al país a una confrontación mayor que puede colocarnos en una crisis peor que la que tenemos.
En Venezuela, el llamado proceso revolucionario fracasó. Constatarlo es muy simple. Se demostró que su base de sustentación eran el petróleo y el liderazgo de Chávez. El retroceso económico, social y político es demasiado evidente para tratar de insistir en fórmulas que no dan resultado. No hay opción viable, ni ética, ni política, e incluso de sentido común, que no señale la necesidad de que se vaya a elecciones para que se oxigene el país, y que dé paso a la formación de un nuevo gobierno. Siempre hemos dicho que perder unas elecciones no es el fin para el chavismo. Al contrario, es una oportunidad para recomponer cuadros, replantarse como opción política e insertarse en una parte del país con nuevas ideas y en reconocimiento de los errores que cometieron durante su gestión.
No tiene sentido proponerse permanecer en el poder a costilla de lo que sea, solo para mantener privilegios y una supuesta revolución que perdieron arriesgando la estabilidad y la paz de la república.
Haber sacado lo de la constituyente no es solo inmoral sino arbitrario, pues saben que el pacto social de la nación, que tanto han calificado como la mejor constitución del mundo, solo necesita que se respete y cumpla para garantizar el equilibrio de las fuerzas sociales del país. En este momento no existen las condiciones para un proceso de esa naturaleza ni se justifica su solicitud. Tratar de cambiar la Constitución en plena crisis es prender el polvorín. Siempre se puede reflexionar y enmendar. Es demasiado peligroso ese ensayo.
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