El culto a Maduro que viene creciendo exponencialmente en todos los actos y manifestaciones del régimen constituye otra forma de dominación que utiliza el gobierno para subyugar a los sectores más vulnerables y desvalidos de la sociedad venezolana. Es un proceso de adoctrinamiento paralelo que pretende construir una épica en torno a su figura, al tiempo que concienzudamente trata de destruir el pasado histórico de Venezuela.
Maduro esparce por doquier la semilla de su propia deificación mediante un pertinaz, tosco pero eficiente sistema y, para tal empeño, cuenta con el aparato del Estado y con el incondicional apoyo y vergonzante genuflexión de jefes militares y de dirigentes civiles pertenecientes a las organizaciones que acompañan al régimen en la destrucción acelerada de nuestro país. ¿No se han percatado, estos miserables, que sufrirán una eterna deshonra en el recuerdo de los venezolanos y que esta les acompañará hasta el fin de sus días? ¿Estarán tranquilos con su conciencia al postrarse ante un dictador que utiliza, sin inhibiciones, el terror y la violencia para doblegar a los que se le oponen?
En los recientes eventos militares y civiles que se han realizado se ha hecho evidente tan ultrajante plan. En dichos eventos, Maduro se arropa con el engañoso manto del altruismo para mostrarse implacable con los supuestos enemigos de su causa; lo comunica como un acto de lealtad con el pueblo; cree que así se garantiza la sumisión a su liderazgo. Asimismo, Maduro y sus secuaces saben que el desarrollo del culto a la personalidad es una forma de dominación. Se valen de una retórica rimbombante y falaz en la cual no falta la autocompasión y la agresión a sus adversarios , sino que también se presenta y lo presentan como un trágico héroe que enfrenta a un enemigo colosal al que supuestamente está llamado a combatir por voluntad de designios divinos.
Maduro se vende y lo venden como el líder de una revolución reivindicadora que le demanda profundizar su dictadura y dotarse de autoridad omnímoda que concentre, en sí mismo, lealtad y obediencia absolutas.
El miedo es otro componente de este infamante proyecto. Mediante el miedo se edifica el culto a Maduro. Por ello, muchas personas no se atreven ni siquiera a pensar. La falta de autocensura de los asalariados del gobierno es otra característica; jamás se oye alguna crítica al régimen de parte del funcionariado a su servicio. Asimismo, Maduro no ha tenido escrúpulos para usar a altos oficiales militares para reforzar el culto a su persona por parte de la Fuerza Armada. Para lograr todo esto ha creado un ambiente de terror que paraliza y neutraliza a sus colaboradores, le gana la adulancia de ciertos grupos de la clase media y la devoción de los sectores más humildes y vulnerables. Tiene el poder absoluto y este no puede ser desafiado so pena de ser tildado de traidor y sometido a toda clase de abusos y desafueros.
La pretendida simbiosis del culto a Maduro y las reivindicaciones sociales es parte de este plan de subyugación. No obstante, los hechos reales demuestran su incompetencia como gobernante y por ello necesita reforzar considerablemente su autoridad, para lo cual su propia deificación resulta imprescindible. Afortunadamente, el pueblo ya no atiende el llamado vocinglero de este ególatra demencial y con su voluntad de cambio impondrá y defenderá la vigencia de una mejor opción para su futuro y el de los suyos.