COLUMNISTA

Luego de la huida, la transición

por Miguel Henrique Otero Miguel Henrique Otero

No creo que sea posible, a esta hora, especular con alguna certidumbre sobre cuál será el camino que nos conducirá a la transición. Me explico: dentro y fuera de Venezuela se comparte un mismo criterio general: la narcodictadura es inviable. Llegó a un punto de colapso y resquebrajamiento interno. No me refiero solo al avance de las investigaciones sobre la participación de numerosos jerarcas en el negocio del tráfico de drogas hacia México, Estados Unidos y Europa, cuya gravedad está causando asombro en los organismos especializados. Hablo, también, del punto final de la gobernabilidad, de una gestión impotente ante el crecimiento del hambre y la enfermedad, cuyas políticas, día a día, no mejoran sino que empeoran los problemas.

Cómo llegaremos a la transición, eso es algo que está por definirse. ¿Se producirá una estampida hacia la Base Aérea Francisco de Miranda, desde la que despegarán los cuatro aviones previstos para ello, rumbo a La Habana? ¿Se verá obligado el gobierno a llamar a la conformación de un gobierno de transición, que incluya a factores ajenos al chavismo-madurismo? ¿Se producirá un desenlace como producto de una exigencia del sector militar? ¿Finalmente se producirá una convocatoria a elecciones, cuyo resultado, como sabemos, será una derrota sin matices para el gobierno? ¿Habrá una revuelta en el seno del propio régimen para remplazar a Maduro e intentar un gobierno sin la participación de los narcofuncionarios?

Todas estas opciones son posibles. Los analistas, incluso los del régimen de Maduro, no saben cuál será el procedimiento que nos conduzca a la transición. He tenido la oportunidad de escuchar a un alto funcionario de seguridad del gobierno que me ha contado los escenarios de evacuación que Casa Militar, la Dirección de Contrainteligencia Militar del Ejército y el Sebin han previsto. Se ha hecho una contabilidad de los vehículos blindados y en buen estado que están disponibles –hay varios parados por falta de repuestos–. Hay cuatro rutas dispuestas para llegar a La Carlota, así como las unidades que estarán a cargo de la escolta. El problema es que el número de butacas disponibles para salir de Venezuela es limitado en relación con la demanda. La opinión de los militares responsables de la huida es que no puede seguir retrasándose la decisión de quiénes tendrán su asiento asegurado en el exilio habanero.

Pero la cuestión más importante es el complejo proceso de transición que se iniciará muy pronto. La sociedad democrática debe tomar conciencia de ello y prepararse con la responsabilidad necesaria. Venezuela está destruida. Destruidos sus hospitales y escuelas. Destruidas la infraestructura y las empresas públicas. Destruidas y saqueadas sus instituciones. Destruidas las instalaciones de la industria petrolera.

Hay un empobrecimiento visible –el que causa el declive de la producción petrolera, el arrasamiento del sistema productivo nacional y la corrupción que no cesa–, pero también realidades que permanecen ocultas en galpones, en estacionamientos, en patios de almacenamiento, en enormes terrenos alejados de las vías de circulación o en el interior de edificaciones públicas. Maduro y su pandilla dejarán atrás un país en ruinas. Cuando se revise el estado de los bienes públicos, los venezolanos experimentaremos un espanto que hasta ahora no hemos conocido.

Aun así, soy optimista. Dentro y fuera de Venezuela hay las energías, los recursos y talentos necesarios para afrontar lo que viene. No solo contamos con experiencias y gerentes del más alto nivel mundial: también me he encontrado con la disposición de centenares de profesionales venezolanos que están en distintas ciudades que me aseguran que, apenas cambien las cosas, volverán al país. Volveremos desde todas partes. Muy pronto. A dar inicio a la reconstrucción de Venezuela. La transición está cerca. Basta asomarse a la calle para escucharla.