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Los sabelotodo

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Todos conocemos al menos una o uno. En la calle donde vivo hay varios: saben de todo. Al menos eso es lo que ellos se creen. Un tema típico y favorito de mis queridos vecinos sabelotodo es, precisamente, la política, asunto en el que, por supuesto, se creen “expertos”, pero no evidencian haber leído ningún libro sobre la temática, tampoco exhiben en su haber ni siquiera un articulito en prensa o revista, y mucho menos credencial alguna de estudios en ciencia política, lo cual y por supuesto no los descalifica desde la perspectiva de una simple opinión. Sin embargo, ese es el problema: no opinan sino que hablan con la verdad en la mano.

En realidad, los sabelotodo son personas que están seguras de que sus opiniones son correctas, ello en virtud de que ellos mismos son la fuente. Los sabelotodo solo están interesados en sí mismos y solo le prestan atención a segundos o terceros en la medida que estos apoyan su imagen de “estar en lo correcto”.

Si hay algo que ha incrementado hoy en día el número de sabelotodo es la Internet y, más específicamente, las redes sociales como Twitter. De hecho, hay una especie peculiar de sabelotodo que repite –cual loro– todo lo que lee en Twitter.

En un trabajo de Pamela B. Paresky, Ph.D en Desarrollo Humano y Psicología en la Universidad de Chicago, titulado «Can you spot a know-it-all?» (Detectando a un sabelotodo, 2015), en el portal Psychology Today, refiere el trabajo de tres psicólogos de Yale, Matthew Fisher, Mariel K. Goddu y Frank C. Keil («Searching for Explanations: How the Internet Inflates Estimates of Internal Knowledge», Journal of Experimental Psychology: General 2015 American Psychological Association, 2015, Vol. 144, No. 3, 674–687), quienes publicaron un estudio en el que concluyen que con la Internet, convirtiéndose paulatinamente en una fuente primaria de datos e información, la gente experimenta la sensación de haber adquirido conocimiento aunque en realidad sin el beneficio de haberlo hecho realmente. De hecho, y a menudo, el modo como utilizan la Internet solo les sirve para confirmar lo que ya piensan o creen.

Tal sensación de conocimiento resulta vital para nuestro cerebro, pues sin ella muy probablemente no nos esforzaríamos en aprender. Sin embargo, y como afirma Paresky, la sensación de estar en lo correcto no necesariamente está conectada con estar actualmente en lo correcto. De hecho, y a menudo, alguno de ustedes, amigos lectores, está en lo correcto y algún conocido de ustedes está en desacuerdo con usted. Lo anterior quiere decir que uno de ustedes dos está equivocado, pero ambos tienen la sensación de estar en lo correcto.

De acuerdo con el neurocientífico Robert Burton, médico también graduado en Yale, jefe asociado del Departamento de Neurociencias, División Neurología del Centro Médico de la Universidad de California, San Francisco, Monte Zion, autor de varios libros entre los que se encuentra On Being Certain: Believing You Are Right Even When You’re Not (Sobre estar en lo cierto: creyendo que lo estás cuando en realidad no es así, 2009) y citado por Paresky en su artículo, la sensación de conocimiento es cerebral y emerge de la vía mesolímbica de la dopamina, rutas de neuronas que transmiten la dopamina de una región del cerebro a otra, también conocidas como vías dopaminérgicas. Estas vías son activadas con cualquier actividad que produzca placer, incluso las drogas adictivas. Lo anterior quiere decir que hay cierta similitud entre estar en lo correcto y la adicción a las drogas.

El caso es que nuestros queridos sabelotodo están tan llenos de sí mismos que no se dan cuenta de lo evidente que es para uno su mayor temor: quedar como tontos delante de uno. Ellos necesitan no solo nuestra atención, sino nuestra admiración y respeto. De eso se alimentan.

¿Cómo lidiar con ellos? La bibliografía consultada recomienda tratarlos con amabilidad y cortesía y evitar caer en argumentos. No cambiarán ni cederán en su punto, recuerde: tienen miedo.

Ahora bien, hay veces que se ponen realmente impertinentes con un tema. Si usted quiere aleccionarlos un poco o bien mandarlos elegantemente al «caraggio» ante una de sus opiniones de expertos, usted bien puede responder tal y como he hecho yo alguna vez, de la manera siguiente: «Ummm suena interesante, ¿podrías recomendarme algún artículo o libro para chequear luego e informarme mejor?

Cuando el terror emerge en sus ojos, cambio inmediatamente de tema y desaparezco…

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