COLUMNISTA

Los reyes del ajedrez diplomático

por Beatriz De Majo Beatriz De Majo

El tema destacado de los pasados días en la prensa asiática fue sin duda el histórico encuentro entre dos líderes asiáticos destinados a gobernar en sus países hasta que no les quede un hálito de vida. Fue histórico porque para Kim Jong-un esta era la primera vez que ponía un pie fuera de las fronteras de su país desde que asumió el mando de Corea del Norte en 2011.

La realidad es que Kim se vio obligado a aceptar el imperativo llamado de Xi a este encuentro bilateral porque la circunstancia podía ser aprovechada a su favor. Kim no las tiene todas consigo en su país. Este traslado en tren a la capital de la nación vecina fue exhibido ante el mundo como una fehaciente demostración de paz y estabilidad al interior de su país, cuando la realidad es que la represión agresiva que el gobierno mantiene en contra de sus detractores es algo que mantiene en ascuas a los líderes en Pyonyang.

Este episodio aún no ha sido interpretado en el mundo como lo que realmente fue por el lado chino: una magistral llamada de atención global, y al entorno asiático en particular, de que no puede haber arreglos entre Estados Unidos y nadie de su área inmediata de influencia, a sus espaldas y sin su acuerdo, cuando se trata de temas cruciales.

De esta forma, y sin quebrar un plato, Xi se le adelantó a Donald Trump en reunirse con su par norcoreano, la mejor y más diplomática manera de mostrar que cualquier acuerdo que logren armar entre Washington y Pyonyang en el futuro encuentro previsto para mayo debe indefectiblemente contar con el visto bueno de Pekín.

El tema, es preciso decirlo, no es poca monta, porque de lo que se trata es de controlar la carrera armamentista nuclear del díscolo gobernante norcoreano.

Recapitulemos. China fue sorprendida en los días pasados con el anuncio de la invitación de Kim a Trump a visitarlo para tratar temas de seguridad. Tal iniciativa de Kim configuraba una respuesta desafiante a Pekín ante el apoyo otorgado por esta nación a la ONU en torno a las sanciones con que Naciones Unidas quiere poner coto a la carrera nuclear de Pyonyang.

Sin embargo, la primera postura china fue la de aceptar de buena gana y de manera explícita que estos dos líderes se pongan de acuerdo en temas de seguridad mundial. Ni un gesto estridente ni una oposición de rechazo frontal salió de su Ministerio de Exteriores, cuando es claro que Washington ha decidido hacerse parte de la dinámica de Asia, tejer relaciones en donde pueda y ponerle piedras en el camino a su par Xi.

De allí que el movimiento genial de Xi de organizar un encuentro previo de alto impacto mediático con Kim en suelo chino haya sido el más estratégico paso para mostrar a Estados Unidos cómo se alinean las fuerzas en el medio asiático y quién es que, en esas latitudes, sostiene la sartén por el mango.

Queda claro para todos que China no puede ser apartada de las discusiones sobre desnuclearización. Su próximo paso ha de ser la de hacer causa común con Japón, la otra gran nación amenazada por el armamentismo norcoreano, para retomar las “conversaciones a seis”, negociaciones suspendidas desde 2009 que pretendieron poner orden sobre el programa nuclear norcoreano. Allí se sentarán, además de China, las dos Coreas, Japón, Estados Unidos y Rusia.