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Los profesores no sabemos nada

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Ser profesor o maestro conlleva una carga emocional para la cual uno ha de estar preparado. No todos sirven para entrar en una clase llena de niños, enseñarles una materia y saber imponer silencio o, si ya empiezo a sonar demasiado clásico, hacerse respetar. En otras palabras, hacer que los alumnos presten atención al mensaje y aprendan cosas.

Cuando se trata de niños de 7 años el proceso de comunicación entre ellos y los maestros se vuelve, en ocasiones, más complicado de lo que cabría imaginar. Los malentendidos entre ambas formas de entender las cosas resultan curiosos como este que ocurrió en una prueba de matemáticas. El maestro pone un test aparentemente sencillo a sus pupilos. Uno de los ejercicios decía literalmente: “Escribe con cifra los siguientes números” y a continuación los números “diez, noventa y ocho, ochenta y uno” y otros más. La respuesta del niño fue “11, 99, 82” (…). Lo que debía haber puesto resultaba más fácil que lo que él pensaba. No obstante, la respuesta no era correcta y en la fotografía compartida en la red social del pájaro azul podemos ver una enorme equis roja tachando la opción del aventajado pupilo.

A mí me parece que el pequeño interpretó el mensaje influido por la invasiva ola anglosajona que invade nuestro país. El alumno, en lugar de entender la pregunta (correctamente formulada en castellano), pudo creer que la tarea consistía en poner los números siguientes, es decir, los que siguen a los números allí presentados en lugar de escribir los números que se presentaban “a continuación”. En lengua inglesa el adjetivo precede al nombre por norma general. La frase “following figures” (números siguientes o siguientes números) podría haber sido la raíz de la confusión. No me atrevo a asegurarlo, tal vez sea deformación profesional.

El mérito del niño fue ver un desafío mayor al problema real. La historia fue popular a través de la fotografía del ejercicio con la equis roja que citaba ahí arriba que el padre del niño expresaba, irónicamente, su descontento con la calificación negativa del maestro. El tuit decía literalmente: “Yo creo que quien no lo ha entendido bien es el profe”.

Afortunadamente, el padre deja clara la intención de su mensaje en la red social. Reconoce el trabajo del maestro y pretende mostrar otro punto de vista posible. Los internautas elogiaron la ingeniosa respuesta del niño.

No olvidemos, sin embargo, la objetividad del profesor. Empieza a ser preocupante el desprestigio del oficio de maestro. Ojalá no acabemos confundiendo el sentido de la educación y vayamos a considerar la evaluación como prioritaria a otros aspectos. Sin enseñanza no es posible el aprendizaje. No hay evaluación sin instrucción. Ah, cuánta razón tenía el filósofo griego; “Solo sé que no sé nada”.

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