COLUMNISTA

Los políticos y las políticas públicas

por Pensar Educativo Pensar Educativo

María Margarita Galindo

Entender y comprender las políticas públicas implica una profunda revisión sobre el tema. La sociedad y el ciudadano común deben tener claro qué es una política pública, quién la formula y pará que sirve en una sociedad.

La realidad nos muestra que tenemos un discurso político desconectado de nuestras necesidades; por ello, tenemos un país que evidencia de manera descomunal el mayor deterioro de los servicios públicos; que se corte la electridad, no haya agua, el Internet sea un caos, la educación colapse, que los hospitales sean el preámbulo a la muerte constituye parte de no planificar un país, a través de políticas públicas responsables.

Las políticas públicas son precisamente las líneas de acción que deben determinar el rumbo del país. El Estado representa el ente rector en la formulación de políticas públicas y es el responsable de trazarlas, pero no significa construirlas de espaldas a una nación: para su construcción se requiere de la participación y el consenso de todos los sectores; es diagnosticar una realidad y atenderlas oportunamente.

Nuestros políticos, que ocupan los principales cargos de poder en una nación, presidente, gobernadores, alcaldes, diputados, entre otros, deberían ser los grandes expertos en materia de políticas públicas. Y nosotros, como ciudadanos, también debemos comprender esta realidad; basta de dejarnos seducir por discursos y aforismos emocionales que distan mucho de una formación real en la composición de esas políticas publicas que empujen un país hacia su desarrollo.

En particular, Venezuela ha sido, y es, un país dotado de grandes recursos naturales, pero hoy somos unas de las naciones más pobres del hemisferio, y esto es una clara consecuencia de que hemos caído en discursos de engaños de políticos que solo han buscado bienestar personal y no de un país, pues si con todo ese potencial hoy somos más pobres que naciones en guerra es porque la planificación y viabilización de políticas públicas coherentes y responsables no han sido nuestra fórmula de progreso.

Nuestros políticos necesitan comprender que la salud no se atiende con discursos, se atiende con líneas de acción específicas hacia nuestros hospitales, nuestros médicos y enfermeras, sus justas remuneraciones, dotaciones, etc. Igual nuestra educación. Basta de sueños sin fundamentos, reconozcamos la realidad; verbigracia, el edificio de la educación ha caído en nuestros pies por falta de atención y planificación, esto por solo nombrar dos sectores en particular, pero la realidad del resto de los sectores no dista de la identificada. La ausencia de políticas públicas específicas solo conlleva a un país a la improvisación y esto conduce al fracaso, a la involución, al deterioro, al desastre en todas las áreas.

Las políticas públicas, en materia educativa, están desarticuladas. En Venezuela, desde hace muchos años, hablar de la educación como un sistema integral desapareció no solo del contexto social, curricular y presupuestario, sino que se convirtió en un elemento de demagogia política; es decir, se habla incluso de “educación gratuita” cuando nuestros escolares y universitarios no perciben ningún tipo de beneficio socioeconómico, cuando carecen hasta de mesas y sillas para recibir clases, en medio de infraestructuras abandonadas, y sin materiales pedagógicos, deportivos y de laboratorio y, peor aún, sin recibir alimentación.

Sería distinto que nuestras universidades tomaran la punta de lanza para formar esa nueva generación que nace dispuesta a cambiar una realidad. Si construir un puente requiere de los mejores ingenieros, conducir un país debe requerir de profesionales formados, de gerentes que decidieron apostar por medio de la política para transformar un país. Un político es un empleado de los ciudadanos de una nación, razón por la cual, es fundamental ser muy exigentes con las personas que aspirar ocupar estos cargos y la formación permanente debería ser algo indispensable que pueda justificar y argumentar decisiones en pro de un país.

No es mi mejor amigo el que debe formar parte del equipo transformador de la nación, es el más capacitado aunque este no sea ni siquiera un conocido de mi entorno, o hasta sea una persona que difiera de mis pensamientos e ideas en términos precisamente políticos.

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