La ambición de poder de Nicolás Maduro y la debilidad de los altos mandos militares han conducido a Venezuela a una situación en la cual cualquier solución de la crisis nacional va a tener un inmenso costo para nuestro pueblo y las futuras generaciones. Si ellos tuviesen un mínimo de patriotismo habrían buscado una solución apegada a la Constitución, que permitiera enfrentar con éxito la creciente e inmanejable crisis nacional. El único camino posible era negociar un acuerdo que hubiese garantizado unas elecciones realmente transparentes para que, en caso de haber triunfado, hubiese contado con el reconocimiento internacional y el suficiente respaldo económico de los organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial. Pero, lógicamente, su derrota era inevitable a la luz de su desastroso gobierno y la hiperinflación que ha generado con sus absurdas políticas. Sin embargo, esa medida le hubiese permitido reclamar el mérito de haber contribuido a evitar un mayor desastre y salir del gobierno con un mínimo de respeto a su nombre y a su investidura.
El resultado del ilegal y fraudulento proceso electoral que culminó el pasado 20 de mayo no le da a Nicolás Maduro ninguna fortaleza. La histórica abstención, el real porcentaje de votos que obtuvo en relación con el padrón electoral, el inmenso rechazo internacional a ese proceso y, fundamentalmente, las muy graves sanciones económicas a muchos de sus funcionarios y a su gobierno, dejan al régimen con una muy precaria base de sustentación. Además, al haber cerrado, él mismo, las posibilidades de una solución pacífica a este grave conflicto interno, se abren, como he venido alertando en mis artículos, las posibilidades de dos peligrosos escenarios para Venezuela: la salida militar y la intervención militar multilateral. Ha pasado muy poco tiempo desde el domingo para poder determinar si las medidas que ofreció Nicolás Maduro en la campaña electoral pueden llegar a tener algún éxito. Realmente, no lo creo. También se requiere verificar si los venezolanos continuarán soportando estoicamente el acoso del hambre y la muerte o, por el contrario, reaccionarán violentamente ante el sufrimiento.
Creo de gran interés analizar estos dos posibles escenarios con la finalidad de evaluar las consecuencias positivas y negativas que cada una de ellas tendría para Venezuela y nuestro pueblo. La salida militar ha empezado a tomar cuerpo. Así lo confirma el propio gobierno. Las numerosas detenciones de oficiales, con mando de importantes unidades tácticas, evidencian un fuerte clima de inquietud e insatisfacción en las filas castrenses. Esas tensiones, de acuerdo con los hechos recientes, se transformaron en una realidad antes de las pasadas elecciones. Los rumores de nuevas y numerosas detenciones indican la magnitud del descontento en los cuadros militares. Ya en el año 2017 había ocurrido un hecho similar muy grave: la detención de cerca de 12 primeros tenientes pertenecientes a las promociones graduadas en los años 2003, 2004 y 2005. Eso nos indica que el proceso de ideologización de los cuadros militares durante estos 18 años no ha tenido suficiente éxito, ya que esos oficiales se formaron durante el gobierno de Hugo Chávez.
Es verdad que Nicolás Maduro y el Alto Mando Militar han establecido, con un éxito importante, una política represiva en contra de los cuadros activos de la FAN. Ella consiste en detener por cualquier causa a un profesional y someterlo a juicio militar, acusándolo de haber cometido los delitos de traición a la patria e instigación a la rebelión, para luego imponerle severas penas de prisión. También se hizo pública recientemente la expulsión de la Fuerza Armada y degradación de un grupo de oficiales retirados, muchos de ellos detenidos desde hace varios años. ¿Cómo perciben los cuadros esas arbitrarias medidas? Tienen que estar atemorizados. Eso es verdad, pero al mismo tiempo deben de encontrarse ofendidos en su dignidad y honor militar y con certeza deben rechazar la actitud de los altos mandos de la FAN que no han sido capaces de defenderlos de tan injusta represión. ¿Qué va a ocurrir? Es difícil saberlo. Pero ante esa situación, la acuciante crisis socioeconómica, la desconfianza en los mandos y la ilegitimidad del comandante en jefe, no se puede descartar la posibilidad de una reacción militar.
El escenario de una intervención militar multilateral es, sin lugar a dudas, el menos conveniente para Venezuela. Particularmente, ni lo quiero, ni lo promuevo, ni lo acepto. Esta posición la deben tener muchos venezolanos, entre ellos numerosos oficiales activos. El problema es que los delicados e importantes intereses en juego difícilmente tomarán en cuenta nuestra opinión. Este escenario puede empezar a transformarse en una dolorosa realidad si persisten dos condiciones: el agravamiento de la situación interna venezolana, comprometiendo la paz regional y los intereses occidentales en la América Latina; y la imposibilidad de que surja, en un tiempo prudencial, otra alternativa para poder resolver nuestra crisis. Veamos cómo se está configurando este escenario. Analicemos brevemente el rechazo y el reconocimiento de las recientes elecciones: la gran mayoría de los gobiernos del continente americano desconocieron los resultados con razones jurídicas de peso, con el consecuente desconocimiento de Nicolás Maduro como presidente de la República. Rusia y China, junto con los gobiernos cercanos a esas dos potencias, las aceptaron sin importarle la manera fraudulenta de su realización.
¿Cómo pienso que puede realizarse una intervención militar multilateral con la finalidad de derrocar el gobierno de Maduro? Lo primero que debe analizarse son los intereses nacionales en juego. En el caso de Estados Unidos es un problema de prestigio mundial y de hegemonía regional en un momento histórico en el cual ha vuelto a tomar fuerza la confrontación entre bloques. Ciertamente, la Rusia de Putin está haciendo un importante esfuerzo para volver a ser una potencia mundial con suficiente capacidad para influir en los escenarios mundiales, pero su actual potencialidad militar y capacidad económica aún no es suficiente para lograrlo. Imaginarse que Venezuela puede jugar el mismo papel que asumió Cuba cuando la crisis de los cohetes, en 1962, es una ilusión que puede conducir a Venezuela a una tragedia. En el caso de China, la situación es algo diferente. Su lucha es económica, desea incrementar su intercambio comercial en la América Latina. No creo que pueda lograrlo totalmente. Lo radical, en ese campo, del gobierno del presidente Trump lo impediría.
En el caso de los países limítrofes con Venezuela: Brasil, Colombia y Guyana tienen, en este momento, importantes intereses nacionales contrapuestos con los objetivos ideológicos, políticos y económicos impulsados por la “revolución bolivariana”. En el caso de Brasil, no es solo el problema de la inmigración ilegal de cientos de miles de venezolanos que han empezado a comprometer la estabilidad económica en los estados limítrofes, sino que para el actual estatus político brasileño le es inconveniente la permanencia del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela y sus estrechos vínculos con el Foro de Sao Paulo. En el caso de Colombia, sus intereses nacionales se encuentran amenazados por distintas razones, pero todas originadas en los errores políticos, económicos y militares de los gobiernos de la “revolución bolivariana”. En el caso de Guyana, está claro que su interés es encontrar una solución al problema limítrofe. La coincidencia de intereses entre Estados Unidos y nuestros países vecinos está a la vista. El Alto Mando Militar debería reflexionar sobre esta realidad y contribuir a encontrarle una solución nacional y pacífica a la crisis venezolana. No es con “ejercicios cívico-militares” como se debe responder a una amenaza de esta magnitud. Ojalá así lo entiendan. Reflexionen. Venezuela lo exige.
fochoaantich@gamil.com