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Los modales de Macri

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El aborto es hoy, en Argentina, el tema del día. Desplazó del primer lugar en el debate político y público al de la permanencia de Mauricio Macri en el poder y a su eventual reelección en 2019 y  lo que dicen las encuestas, según las cuales las perspectivas para el presidente no son muy buenas.

El entusiasmo ahora –y los argentinos ponen siempre mucho entusiasmo en cada  asunto que los “va convocando”– se centra en la despenalización o legalización del aborto. La discusión promete ser intensa y dejar en segundo plano a otros temas, lo que no le vendría mal tanto al presidente Macri como a su principal opositora, la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner.

Respecto al aborto la opinión pública esta parejamente dividida. Esto es muy dividida. Lo mismo pasa en el Congreso: hay ocho proyectos de ley presentados. Da para elegir y discutir.

La discusión legislativa se postergó por unos días para dejar pasar las fiestas religiosas –la Semana Santa de los católicos y el Pésaj de los judíos–. Se dejó para el 10 de abril. Por esos días también la hoy senadora CFK –quien por tener fueros ha evitado la prisión preventiva– deberá comparecer ante la justicia por uno de los varios juicios en la que aparece como imputada.

El plan es –según una versión algo frívola– que la discusión sobre el aborto, en la que seguramente se agudizará el permanente enfrentamiento entre el gobierno de Macri y el papa Francisco, se prolongue hasta el comienzo del Mundial de Fútbol de Rusia.

Por unas semanas, entonces, las noticias serán otras. De cómo le vaya al seleccionado argentino dependerá mucho el entusiasmo de después. La suerte del gobierno de Macri depende mucho de ello.

¿Será tan simple? ¿Será que el futuro está en manos de los pies de Messi?

Puede, también, que el caballo se muera justo cuando estaba aprendiendo a vivir sin comer.

En el país real, digamos, la situación se hace difícil y la agitación crece.

Macri ha dicho que lo peor ya pasó, que durante 15 años se hicieron las cosas al revés y que el país iba “camino a ser Venezuela”.

Dijo también que “todo es un proceso y  lleva tiempo”.

El presidente tiene mucha razón, pero la gente no lo ve así. No le importa el pasado, ni se le conmueve con imágenes de lo que podría haber sido. Siente que está peor que antes –la carestía es grande y la inseguridad también–; no entiende el proceso y no puede esperar.

Es innegable que los gobiernos kirchneristas hundieron al país a base de subsidios y subvenciones a salarios y tarifas y con impuestos desmedidos con efectos catastróficos para la economía y la producción del país y además mucha corrupción. Pero tuvieron suerte: perdieron las elecciones. No les pasó lo que a Dilma Rousseff en Brasil con la herencia de Lula o a los chavistas que siguen en la debacle o al pobre de Lenín Moreno que tiene que hacerse cargo de la aventura de Rafael Correa en Ecuador. El kirchnerismo le pasó la brasa ardiendo a Macri y este, para muchos que cada vez son más, no ha sabido cómo apagarla.

Aplica una especie de gradualismo que  tiene poco efecto en el ánimo de la gente: hay que recortar gastos, quitar subsidios, subir tarifas, bajarle los impuestos a “los empresarios”, todo incide negativamente en la opinión pública. Y más cuando va de a poquito. Esta es la crítica que le hacen los más liberales, que lo apoyaban al principio y que hubieran preferido un tratamiento de shock, y que hoy dicen que lo de Macri es un “kirchnerismo con mejores modales”.

Están, también, los que creen en el estilo Macri y en “los modales” que aplicó para gobernar Buenos Aires, con entorno kirchnerista, y que como resultado lo llevaron a la Presidencia de la nación.

El panorama es incierto y los principales problemas decididamente no pasan por la legalización o no del aborto ni por ganar el Mundial o cualquier otro tipo de cortina de humo.

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