First They Killed my Father es el título de la nueva película de Angelina Jolie, cineasta de la nueva sensibilidad femenina.
La cinta fue producida y distribuida por Netflix. Es la candidata a llevarse el premio de la Academia en la categoría de Mejor Filme de Habla No Inglesa, según el pronóstico de los entendidos de la meca.
Basada en hechos reales, el largometraje reconstruye la memoria herida de las víctimas del genocidio camboyano, una atrocidad permitida y consentida por el inmovilismo de la comunidad internacional. Se pudo haber impedido, pero cayó en el abismo y la zona gris de la guerra fría.
Hoy ocurre lo mismo con Venezuela, atrapada entre los juegos especulativos de los conflictos bipolares del milenio.
Por tanto, una pieza urgente de ver, difundir y discutir en el país, dada la proximidad de la catástrofe humanitaria descrita por los creadores de la obra audiovisual.
Las imágenes de la ficción cobran vigencia delante de los ojos de cualquier coterráneo. Son planos desoladores y familiares de los crímenes cometidos en nombre de las torpes y crueles revoluciones comunistas.
Los Jemeres Rojos llegaron al poder en la nación asiática y la devastaron. Torturaron a los disidentes y opositores sin piedad.
Primero desplazaron a la población, desmembraron a la sociedad civil, rompieron los vínculos de sangre, evacuaron las ciudades, condenaron a los refugiados a trabajos forzosos en el campo.
A la cultura la convirtieron en una caricatura insignificante, menor y ridícula del realismo social.
Censuraron y prohibieron las bellas artes, considerándolas tradiciones perniciosas de la “burguesía”. Cerraron teatros, salas y lugares de esparcimiento, tal como en la actualidad clausuran canales, periódicos y centros de desarrollo intelectual.
Utilizaron el populismo y la propaganda, de escasa racionalidad y altísima emotividad, para justificar sus atropellos y ocultar los delitos de la nomenclatura oficialista.
Los burócratas actuaron con negligencia, resentimiento, sectarismo y afán de lucro. Le robaron la identidad, la integridad y el sentido de propiedad a la gente. Los niños sufrieron los peores traumas y estragos, al ser testigos de la corrupción de los cuerpos y las almas.
Luego, provocaron el desabastecimiento, pulverizaron la moneda, distribuyeron la miseria y normalizaron la hambruna con el objetivo de reinar sobre las cenizas de una generación diezmada.
Así domesticaron y esclavizaron a los nobles ciudadanos de Camboya, los protagonistas del horror denunciado por la cámara documental de Angelina Jolie, apadrinada por el gran poeta del holocausto Rithy Panh, coautor del alegato al reservarse el papel de productor.
Por ende, First They Killed my Father cuenta con una enorme legitimidad de origen y consagrará la trayectoria del genio detrás de obras maestras como S21: La máquina de matar y La imagen menguante, nominada al Oscar. Recomiendo su libro La eliminación, fuente de inspiración para el guion del proyecto.
Una niña protagoniza el relato. Ella es nuestra guía, nuestro álter ego, nuestra esperanza después de la hecatombe. La chica invoca los espectros de The Killing Fields, Apocalipsis Now y Beast of no Nation.
Tras la muerte de millones de inocentes y la absurda cacería de brujas, Angelina Jolie permite al espectador descomprimir en un final agridulce, cuando termina la pesadilla y los jóvenes tienen oportunidad de elaborar el duelo, pensando en un futuro de reconciliación y redención.
Apostemos porque se deje de celebrar el expediente criminal del marxismo, para no repetir el ciclo de Los gritos del silencio.
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