No hay que llenarse de falsas ilusiones, el espurio proceso electoral convocado por la espuria constituyente está encaminado a producir un espurio resultado como es la reelección del hombre que, junto con Chávez, le ha hecho más daño a Venezuela. Faltando apenas pocos días para las elecciones fraudulentas convocadas inconstitucionalmente por un gobierno deslegitimado por sus actuaciones, ni el Frente Amplio ni los abstencionistas ni la oposición, en cualquiera de sus versiones, ni la presión internacional ni los rezos a los ángeles celestiales pudieron lograr ni el aplazamiento de la fecha ni modificar las condiciones electorales ni rescatar el espíritu de lucha que hasta hace poco podía exhibir una amplia mayoría opositora, atrapada hoy en esa inercia suicida formada por una ira que no termina de reventar, el desconcierto de no saber qué hacer y un paralizante sentimiento de frustración y de impotencia sencillamente letal. Como si esto fuese poco, la llamada campaña electoral no ha despertado ni la emoción que lleva consigo el anhelo de cambio ni la participación necesaria que exige la hora. Es como si una parte importante de esa inmensa mayoría que desaprueba el catastrófico desastre que ha provocado el régimen con sus políticas y sus abusos de poder, dedicada como está a sobrevivir y habiendo perdido la conexión con las fuerzas opositoras, hubiese tirado la toalla y optado por rendirse.
Las razones están a la vista. Ninguno de los partidos que constituyeron la MUD decidió darle apoyo a Falcón, todo lo contrario, abrieron una guerra contra su candidatura, como si el enemigo no fuese Maduro, y junto a Vente Venezuela, en una acción que el régimen celebra y estimula todos los días con alto regocijo, se han lanzado a promocionar la abstención, sin ni siquiera señalar lo que debe hacerse antes, en y después de consumarse y, lo que es aún peor, anunciando reunirse para definir estrategias después del 20 de mayo.
Con un panorama con estas premisas, con una campaña sin emoción, con un CNE que no se da por enterado de los excesos antiéticos del discurso de Maduro al prometer resolver todos los problemas del país que Chávez y él crearon, con una oposición que perdió la brújula, con el asedio opositor a la candidatura de Falcón, no es difícil presagiar que Maduro retendría el poder, logro que tendría más que garantizado con la abstención sin ningún esfuerzo.
No hay que ser adivino para responder a la pregunta ¿qué sucederá el día después? Lo primero a destacar es que seremos testigos de una guerra de acusaciones dentro de las oposiciones sobre quién tuvo más o menos culpas en este descalabro suicida, lo cual terminará de dividir, para complacencia del régimen, la ya golpeada y dividida oposición venezolana. Si no desaparecerá del todo lo que hasta ayer conocíamos como la MUD, habrá grupos que tratarán de reanimarla y será un proceso muy largo. Leeremos comunicados de la OEA, la comunidad internacional denunciando fraudes y ventajismos oficiales, una que otra nueva sanción aparecerá, pero me temo que de allí no pasarán las cosas. Por su parte, el régimen convocará a un gran diálogo nacional con una agenda ya elaborada por Rodríguez Zapatero que tendrá la aceptación de más de un grupo con la excusa de conservar los espacios y otro tipo de argumentos más en procura de protagonismo, dando así paso a dos instancias meramente formales por parte del régimen, como son: reconocer y aceptar la existencia de una nueva oposición con la intención de mostrar una nueva máscara tratando con ello de evadir el cerco impuesto por las sanciones internacionales, y lanzar, a la luz de ese diálogo, el anuncio de un gran viraje con propuestas “atractivas” en el que, no lo dude, estará oculto el Plan de la Patria. Se tratará en fin de cuentas de un ejercicio de oportunismo de grupos que han decidido ser comensales del pastel. Qué harán las oposiciones en semejantes circunstancias, es la pregunta más importante. Permanecerán divididas para seguir siendo comparsas que gritan consignas sin importancia, o decidirán unirse para ser una fuerza de verdad y en un gran esfuerzo unitario rescatar el país perdido. Los tiempos que vienen no serán muy distintos a los que hemos vivido en estos veinte años, solo que habrá un régimen autoritario tratando de imponer su proyecto comunista y una oposición que tendrá que surgir de las cenizas, esperemos que con una lección aprendida, con la misión de resistir y desde los escombros, derrotarlo. Lamentablemente, eso tomará un tiempo para nada breve en el que se sucederán derrotas y victorias hasta lograr, Dios mediante, que la democracia resucite renovada a poner las cosas de nuevo en su sitio.