Ante la tragedia ocurrida el pasado domingo, debemos plantarnos con la determinación de seguir luchando por nuestra libertad. Por eso queremos aprovechar este espacio para combinar autocríticas con iniciativas, que nos ayuden a hacer posible librar a Venezuela de esta tiranía que pretende arrebatarnos nuestro país y su destino. No hay cosa más odiosa y antipática que salir con eso de “yo lo dije”. Por eso obviaremos las advertencias, que oportunamente hicimos cuando era evidente que estábamos, otra vez, metidos en “la boca de un lobo fraudulento” que perpetró a “sangre fría” uno de los trucos más obscenos, nada diferente al puesto en escena el pasado 30 de julio, cuando con la asesoría de –suponemos– los afamados ilusionistas David Copperfield y Harry Houdini ofrecieron unas cifras que horas después fueron desvirtuadas por la propia empresa Smartmatic.
¿En qué se equivocó la dirección política? En no haber realizado los cambios en el CNE desde la Asamblea Nacional, cuyos diputados fueron elegidos, fundamentalmente, para eso. La designación de otros rectores era indispensable, una vez que es pública y descarada la incondicionalidad de dicho ente a los intereses de una dictadura que aparenta jugar con las cartas democráticas, pero siempre y cuando las tenga marcadas para ganar a todo evento. Otro error fue dejarse atrapar en esa farsa del “diálogo”. Esa estupidez fue fatal. Maduro movió a su antojo a sus aliados internacionales y ensartó a una dirigencia, paradójicamente ingenua, cuando se tratan de directivos de partidos con experiencia que han debido, por lo menos, adivinar desde lejos las artimañas del régimen. Hay que rectificar la forma sectaria como se toman las decisiones, excluyendo a dirigentes que tienen mucho que aportar en debates cruciales para Venezuela y que por lo tanto esas decisiones no pueden ser secuestradas por un grupito, que además ya venía incurriendo en una seguidilla de equivocaciones.
Dejar pulverizar la tarjeta de la manito, la de la Unidad, fue un certero misil disparado por los estrategas del régimen, que metió a la dirigencia en una feria de validación de partidos para lograr, entre otras cosas, ganar tiempo y liquidar la tarjeta unitaria, además de dar pie a esa confusión de símbolos partidistas en las pantallas de las máquinas de votación. El tema de la abstención no era “el talón de Aquiles”. La gente salió a votar, más que en las regionales de 2012. La fragilidad está en el aparataje fraudulento que produce resultados amañados. Además, cuando se ha querido señalar a Antonio como responsable de esa abstención, vale la pena contrastar esas infundadas acusaciones con los sarcásticos y nada fraternales discursos de uno que otro dirigente: “Ledezma no tiene gente ni partido, por eso no participaron en las regionales”. Bueno, ¿cómo es la cosa entonces? ¿Si no mueve a nadie, cómo se puede argumentar que podría influir en el ánimo de la ciudadanía para que se abstuviera?
El pueblo volvió a responder y lo hizo con coraje. Subió los cerros, desafió las amenazas de ser despedido de sus cargos públicos, dijo –como el hombre español– “en mi hambre mando yo”, cuando a la gente humilde la chequeaban para ver si era merecedora de seguir recibiendo la bolsita de los CLAP. Los candidatos y los activistas se fajaron, trabajaron, pero era evidente que ya todo el sainete estaba escrito, que lo que se hace mal termina mal, y lo malo fue cambiar de guion de la noche a la mañana, saltando al ruedo electoral, que era un callejón sin salidas instalado por el régimen, dejando de lado la agenda pautada por más de 7,7 millones de venezolanos que dijeron, respondiendo a nuestras 3 preguntas: esto es lo que hay que hacer. Y no lo hicimos, nos fuimos por la tangente, por lo chiquito, atendiendo más a proyectos personales, a ambiciones fuera de lugar, que a lo que era inaplazable: designar un nuevo CNE, activar el funcionamiento de un nuevo TSJ, impulsar un gobierno de unidad nacional y compelir a la Fuerza Armada a respetar la Constitución. El respaldo internacional ha sido histórico, el noble papel desempeñado por el secretario general de la OEA, Luis Almagro; los acuerdos de la Unión Europea, las manifestaciones de solidaridad de casi todos los gobiernos del mundo desentonaban con la repentina “estrategia” de la MUD de pasar del llamado a la aplicación del 350 constitucional al sometimiento de un aparato electoral que nos deja apenas 6 gobernaciones. Ese número es nada frente a los 137 muertos de los 4 meses de lucha épica de este año.