Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, la explosión de la natalidad fue algo más que un fenómeno de posguerra y se expresó en mucho más que el resultado de la fiesta después de nueve meses. Fue el inicio de un cambio profundo en la tendencia poblacional estadounidense iniciada a mediados del siglo XVIII y el comienzo del fin de un estilo de vida rural basado en la agricultura.
Durante casi 200 años la población estadounidense había ido en moderado pobre aumento. Los rigores derivados del asentamiento en un territorio virgen, una agitada guerra civil (1861-1864), apenas permitieron un incremento de 2% o 3% anual en el siglo XIX (se deseaba 5% o 6%). Y para la primera mitad del siglo XX, la recesión económica (década de 1930) seguida por la guerra mundial, habían desgastado la población con una rapidez tal que la inmigración y la tasa de nacimiento juntas no lograban reemplazar a la población perdida. Entonces, en 1946, casi exactamente nueve meses después del día de la victoria sobre Japón (6 y 9 de agosto de 1945), una gran oleada de bebés irrumpió en las planicies y cambió para siempre su geografía física y psicológica. Después de la Segunda Guerra Mundial, varios países anglosajones –Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda– experimentaron un inusual repunte en las tasas de natalidad. No solo nacían más bebés a cada minuto (exactamente uno cada 17 minutos durante 19 años) sino que, gracias a los milagros de la medicina de posguerra, sobrevivían al nacimiento y a la primera infancia, cuando antes era el sector con mayor tasa de mortalidad del planeta.
Fue tan determinante para la historia este grupo generacional que nació entre 1946 y 1964, que los estudiosos de las sociedades y las demografías los identificaron con un término, por lo demás sugestivo, para marcarlos en forma inequívoca, llamándolos Baby Boomers, es decir, el boom u oleada de bebés o nacimientos. La psicología social se encargó de caracterizar a este grupo y determinar que en líneas generales se ha distinguido con los valores básicos de optimismo, espíritu de equipo, satisfacción personal, preocupación por la salud y el bienestar, crecimiento, amor al trabajo y un alto sentido del compromiso. Tal vez algunos de los lectores de estas líneas se identifiquen con esta generación.
No hay duda de los efectos sociales y económicos, aparte de los políticos, que han aportado ellos, y a manera de ejemplo se puede mencionar que en 2004, los Baby Boomers del Reino Unido tenían 80% de la riqueza del país y compraron 80% de toda la gama de automóviles, 80% de los cruceros y 50% de los productos de cuidado para la piel.
La teoría de las etapas del ciclo de vida y la edad sugiere que la gran recesión económica de 2008-2013 ocurrió debido a que los primeros Baby Boomers se jubilaron en esos años. La proyección de la U. S. Workforce Agency llamada The Aging Tsunami sugiere que en 2020, 25% de los empleados serán adultos mayores de 55 años de edad, es decir, 25% de los empleados seguirá siendo de este grupo generacional y en condición productiva.
Una de las contribuciones hechas por la generación Boomer parece ser la expansión de la libertad individual. Los Boomers a menudo se asocian con el movimiento por los derechos civiles, la causa feminista en la década de 1970, los derechos de los homosexuales, los discapacitados, así como con el derecho a la intimidad.
Ellos actualmente conforman la mayor parte de la vida política, cultural, industrial, académica y la clase líder en los Estados Unidos y en los demás países occidentales.
Pero, ¿qué depara el futuro?
Esta interrogante aparece como resultado de la existencia de una repetición de aquel Baby Boomer que surgió posteriormente a la Segunda Guerra Mundial. Es un alerta. Dado que estamos viviendo en la actualidad el mismo fenómeno de un alto índice de natalidad, pero en condiciones y situaciones muy diferentes a las de la oportunidad anterior.
El siglo XXI tiene ya proyectado un predominio africano. En 1990 el África subsahariana representaba 16% de los nacimientos del mundo. Las tasas de natalidad africanas son actualmente mucho mayores que las de los demás continentes, la proporción ha aumentado a 27% y se espera que llegue a 37% en 2050. Dentro de una década, nacerán más bebés en el África subsahariana que en toda Asia, recordemos que nos referimos al continente donde están las grandes India y China. Estas proyecciones de la ONU, si son correctas, son asombrosas. Hay buenas razones para que el mundo se preocupe por el boom de natalidad de África.
El peligro, de hecho, no es la posibilidad de una crisis maltusiana, sino la insuficiencia de insumos, por la incapacidad productiva para satisfacer la necesidad de una población en franco crecimiento numérico. De hecho, los países subsaharianos son pobres, y la alta natalidad afecta aún más al desarrollo económico haciendo más difícil levantar la crítica situación. El índice de dependencia de una sociedad, esto es, la proporción de personas menores de 15 años de edad o mayores de 65 años de edad con respecto a los que están entre esas edades, se encuentra a nivel mundial en 74:100; y en África subsahariana el valor es 129:100. Ese asombroso alto valor es debido a la gran cantidad de menores de 15 años de edad, no a la de los mayores de 65 años, pues estos son pocos, todo resultado de la altísima natalidad.
Otro de los índices más alarmantes que padece el continente africano es el aumento de la pobreza crítica. El 19 de septiembre, el Banco Mundial informó que en África subsahariana el incremento de la pobreza extrema pasó de 405 millones de personas a 413 millones de personas en el período 2013-2015, dato grave en países con insuficiencia de escuelas y clínicas en la actualidad, y sin ninguna posibilidad de solución a futuro, y a la espera de problemas de educación y salud, pues pronostica el mismo Banco Mundial que la tendencia es que para 2030, 9 de cada 10 personas extremadamente pobres vivirán en esa región.
A diferencia del Baby Boomer posterior a la Segunda Guerra Mundial, este alto incremento de natalidad, no se presenta en un espacio con crecimiento económico, incremento productivo y oportunidades de trabajo, sino todo lo contrario; por lo cual el perfil característico de este grupo generacional no será seguramente como aquel, sino que estará identificado por la escasez, el sufrimiento, el hambre y la miseria. Eso por un lado, pero además y tal vez de mayor importancia para el mundo, es que ese grupo de individuos buscará su salvación en el desplazamiento a espacios con mejores condiciones de vida, por ejemplo, a Asia y en mayor proporción a Europa, dadas las circunstancias favorables existentes en esos continentes cercanos.
Es urgente una consideración, por parte de los dirigentes globales, sobre esta situación crítica de África subsahariana para prevenir los nefastos posibles resultados del Baby Boomer africano actual en contraste con aquel bien recordado Baby Boomer de mediados del siglo pasado.
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