Llegó el día y la hora señalada y, para mayor desgracia, encontró a las oposiciones con todas las brújulas descompuestas sin saber qué hacer, hacia dónde dirigir sus pasos y lo peor del caso, sin saber cómo recuperar un auditorio habitualmente atento a sus discursos, gracias a que los errores y las incoherencias dejaron a sus seguidores habituales desencantados y ya sin saber en quién confiar. Es como si una parte importante de esa inmensa mayoría que desaprueba el catastrófico desastre que ha provocado el régimen con sus políticas y sus abusos de poder, dedicada como está a sobrevivir y habiendo perdido la conexión con las fuerzas opositoras, hubiese tirado la toalla y optado por rendirse.
Llegó el día que no pudieron detener ni el Frente Amplio, ni los abstencionistas, ni la oposición, en cualquiera de sus versiones, ni la presión internacional, ni las sanciones, ni los rezos a los ángeles celestiales; el día en el que se demostró que una oposición dividida a muerte como está no podía lograr ni el aplazamiento de la fecha, ni modificar las condiciones electorales, ni rescatar el espíritu de lucha que hasta hace poco podía exhibir una amplia mayoría opositora, hoy atrapada en esa inercia suicida formada por: una ira que no termina de reventar, el desconcierto de no saber qué hacer, el infatigable ejercicio de buscar comida y medicinas y un paralizante sentimiento de frustración y de impotencia sencillamente letal. Finalmente llegó el día fríamente escogido por el régimen para reelegir al hombre que, junto con Chávez, le ha hecho más daño a Venezuela. Un día en el que son muchos los que llenos de dudas no resueltas se debaten entre votar y no votar.
Somos muchos que aun a sabiendas de la inconstitucionalidad de la convocatoria, que sabiendo que carece de validez jurídica el haber sido convocadas ocho meses antes de finalizar el período, conocedores como somos de que tanto el abuso de poder como el miedo del régimen de perder las elecciones y sus consecuencias privaron en las decisiones que inhabilitaron partidos y candidatos invencibles en una competencia electoral contra cualquiera de sus candidatos, seguros como hemos estado siempre de que con una dictadura como la que marca el rumbo en nuestro país, nunca tendríamos las garantías electorales mínimas, somos muchos quienes con absoluta responsabilidad democrática y sin ser tontos útiles y mucho menos cobardes, como suelen llamar los vociferantes radicales, a quienes disienten de sus posturas y argumentos, imitando con ello la intolerancia que exhibe el verdadero enemigo de la nación, somos muchos, repito, quienes pensamos que contra una dictadura la lucha implica utilizar hasta la más mínima rendija en el intento de derrotarla, y una de ellas, para mí la más importante en fondo y forma, es ejerciendo mi derecho al voto. Por lo tanto, lo haré a primera hora como lo hice la primera vez que ejercí mi derecho al voto, cuando en circunstancias similares estaba planteado el dilema de votar o no votar en tiempos de la dictadura perezjimenista, en aquella oportunidad le di mi voto a Jóvito Villalba, y en esta se lo daré a Falcón, quien posiblemente no habría contado con mi voto en el caso de unas primarias de la MUD, pero de quien reconozco su valentía cuando en un gesto digno de aplauso, bajo una ráfaga de amenazas y descalificaciones, supo manifestarle a Chávez, en su propia cara, sus desacuerdos con su forma de gobernar, y posteriormente, en medio de grandes limitaciones, haber sido un buen gobernante regional y un jefe impecable, efectivo y victorioso de la campaña presidencial de Capriles. Votaré por él y lo haré con la tarjeta verde, aun cuando ese no es el Copei que me representa y lo haré con la conciencia tranquila a sabiendas de que no estoy legitimando a una dictadura que se ilegitima ella misma con sus propias acciones, día tras día.
Siempre dije que si Falcón está ocupando el sitial de un candidato opositor, fue por la incapacidad de la dirigencia de los partidos mayoritarios de la MUD en ponerse de acuerdo, porque privaron más sus intereses que el interés de la nación. También escribí, ante las acusaciones de traidor que le endilgara una dirigencia opositora en medio de sus descalabros, sus derrotas y sus despechos, que lejos de traicionar a nadie, su actuación fue coherente y fiel a la línea electoralista que la MUD había trazado y de la cual cometió el error de separarse.
Llegó el día y la hora señalada para que ocurra sin remedio, lo que no pudieron evitar los partidos encargados de frenar a un grupo y un sistema de gobierno apoyado en la violación de la Constitución, los abusos de poder y el terrorismo de Estado para retener el poder.
El día terminará cuando a alguna hora de la noche, dependiendo de los ajustes que tengan que hacer, las viejas señoras nos darán los resultados del fraude que comenzó cuando, después de la derrota de 2015, el régimen decidió que no perdería ninguna elección más. También leeremos comunicados encendidos de la OEA, de la comunidad internacional y la comunidad europea, denunciando fraude y ventajismo, y nuevas amenazas de sanciones, pero me temo que de allí no pasarán las cosas.
Esta misma noche Maduro llamará al anunciado diálogo por la paz, con una agenda ya elaborada por Rodríguez Zapatero que tendrá la aceptación de más de un grupo en busca de protagonismo, dando así paso a dos instancias meramente formales por parte del régimen como son: reconocer y aceptar la existencia de “una nueva oposición” mostrando una “nueva” máscara, con la intención de evadir el cerco impuesto por las sanciones internacionales, y lanzar a la luz de ese diálogo el anuncio de un gran viraje con propuestas “atractivas” en el que, no lo dude, estará oculto el Plan de la Patria. Todo eso en los linderos de la mentira en que se ha movido esta mal llamada revolución, desde que Chávez llegó al poder. La represión seguirá su curso siempre escudada en los instrumentos “legales” que la espuria constituyente va elaborando para castrar a la disidencia, seguirá perfeccionando para mal la ley de odio ya vigente, las enmiendas a la ley de los partidos políticos, y la eliminación del voto universal y secreto, anuncios que se darán cuando los estrategas oficialistas lo juzguen conveniente.
También podremos comprobar en paralelo cuán firmes y cuán efectivas son las sanciones impuestas hasta ahora y cuán profundo y decidido puede ser la posición crítica de la comunidad internacional contra un régimen que, no me cansaré de repetir, no está ni tan solo, ni tan aislado como muchos suponen y que apuesta ciegamente a las candidaturas de Petro, de López Obrador y de Lula, para estar menos solo. Ah, se me olvidaba, aunque todo puede suceder en la dimensión desconocida, pero para mortificación de algunos, los marines no llegarán.
Esta misma noche proseguirá la guerra de acusaciones dentro de las oposiciones, sobre quién tuvo más o menos culpas en este descalabro suicida, lo cual terminará de dividir para la máxima complacencia del régimen la ya golpeada y dividida oposición venezolana. Creo que esta noche se habrá comprobado, una vez más, aquello de divide y vencerás.