Mientras espero, como el Godot, del escritor irlandés Samuel Beckett, los resultados de las negociaciones, o conversaciones o diálogo (¿cómo llamar esa farsa?), que discurre en la República Dominicana, cuyo presidente, Danilo Medina, es aliado de la dictadura absolutista que oprime a Venezuela, me decido a escribir, para no perder mi tiempo, sobre las declaraciones dadas por el destacado escritor argentino Alberto Manguel, la noche del 22 de septiembre, cuando recibía, en Pollença, el Premio Formentor de las Letras, en reconocimiento al conjunto de su obra. Con toda una vida dedicada a los libros, el escritor, traductor, ha asegurado que no cree en la literatura virtual como tampoco cree en el sexo virtual.
Según Freud, la libido es el motor de la vida en el Paraíso Terrenal. Siempre es real y nunca imaginaria. Freud, desde luego, no pudo conocer la virtualidad, pero descubrió un continente: el acceso a la mente mediante el psicoanálisis. Hay una famosa discusión entre Freud y Jung acerca de lo que es la libido: Freud sostiene hasta el final que la libido es energía sexual, oponiendo las pulsiones sexuales a las de muerte; mientras que Jung considera la libido como energía en general, incluso no sexualizada, que es la que se encuentra en el mecanismo de defensa normal que él denominó “sublimación”, donde la libido se sublima perdiendo su carácter sexual.
Freudiano o jungeano, dijo el escritor enfáticamente: «No soy un ciudadano virtual»,en una rueda de prensa donde distinguió entre su sentir como lector y como director de la Biblioteca Nacional de Argentina, una faceta en la que «cree totalmente «en el mundo digital ya que hay que usar la digitalización para dar a conocer sus fondos. El escritor ha considerado que un libro puede ser un arma de educación «iluminadora» o de destrucción y ha recalcado que la literatura tiene en la actualidad los mismos poderes desde la prehistoria, un poder optativo que buscan las personas y que yace «en un estado latente como un cuchillo que se usa para asesinar o para cortar pan».
Manguel insistió en que «la mayor parte del mundo no lee», quien ha recordado que la lectura «fue siempre una actividad minoritaria y requiere un esfuerzo».Un esfuerzo que debe producirse en una época en la que el mundo se ha inclinado a lo fácil, ya que «es más fácil coger el ascensor que subir las escaleras, e ir en coche a la esquina que caminar» y lo mismo ocurre con la lectura, que requiere de la voluntad del individuo. En la sociedad actual, la dificultad tiene un valor negativo y hay que cambiar eso porque «la literatura es lenta y tiene su propio ritmo, cuando la gente no quiere hoy un ritmo lento».
Consciente de que ha tenido la «inmensa suerte» de trabajar siempre en el mundo de los libros ya sea como editor, traductor, escritor o en las bibliotecas, afronta su labor como director de la Biblioteca Nacional de Argentina como una oportunidad para la educación ciudadana ética. Por ello, ha pedido que desaparezcan los obstáculos que, ha dicho, existen en la aduana para la importación de libros en Argentina y en el servicio de correos, que ha considerado «una vergüenza para un país que quiere ser civilizado».
Manguel no cree que Internet pueda ser la biblioteca universal: «Con Internet nos acercamos a ese infinito pero no estamos allí ni de lejos. En Internet no se encuentra todo» y, a veces, cuando ha buscado algo, dice que o no estaba o estaba mal contado. Tiene razón. Se trata de incursionar en el ciberespacio, infinito como el Universo, a fin de visitar los rincones más lejanos y aún oscuros de la vida humana en nuestro planeta, y más allá, en las llamadas singularidades. ¿Qué son las singularidades? Son puntos donde la curvatura del espacio-tiempo se hace infinita. Considera absolutamente necesarias las bibliotecas en el siglo XXI, unas instituciones culturales para las que se debe recuperar un «papel central», ya que han sido desplazadas por los bancos y las instituciones financieras, cuando estas no deberían estar en el «corazón de la sociedad».
Respecto al lenguaje, ha explicado que no le gustan expresiones «que se utilizan en esa deriva insensata hacia el inglés retomando palabras anglosajonas, además las más feas, cuando hay equivalencias en castellano. Pero no se puede evitar que las generaciones jóvenes usen ese vocabulario», ha opinado el escritor.
Para Manguel, puede haber un temor ante el uso del lenguaje «abreviado, rápido y sintético» que hace que se dependa demasiado «de la comprensión del otro»: «Necesitamos ser los dueños del idioma» siendo conscientes de que «el uso perezoso del idioma nos debilita». Esto ocurre principalmente con el uso del twitter, o gorjeo (término hermoso). Por ejemplo, para decir porque, escriben “xq”. La dictadura de 140 caracteres que deforma nuestra lengua, tan bella.
Manguel habla en su último libro Mientras embalo mi biblioteca, de Alianza Editorial, de cómo echa de menos sus volúmenes, que llevan tres años en cajas debido al cambio de domicilio. «Los libros en cajas suponen una ausencia dolorosa», explica este amante de los libros que dice que no podría elegir uno para salvarlo de un fuego frente a los demás.
El Premio Formentor de las Letras reconoce la labor narrativa de los escritores que prolongan la alta tradición literaria europea y prolonga el impulso de la primera fase del galardón creado por Carlos Barral en una época en la que fueron reconocidos autores como Jorge Luis Borges, Samuel Beckett, Saul Bellow o Jorge Semprún. En esta nueva fase del premio, recuperado en 2011, lo han recibido Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Ricardo Piglia y Roberto Calasso.
¿Y la lectura en Venezuela? Desde fines de julio de 2017, investigadores de la Universidad del Zulia (LUZ) alertan sobre la urgencia de impulsar la lectura durante la educación secundaria. Solo interesa humor, deportes y biografías. Los venezolanos y la lectura no se llevan bien, mantienen una relación de distancia. En general, constituye un tipo de consumo medio, no masivo, inferior a 40% de la población, en el cual destacan temas relacionados con deportes, humor, historia, biografías, poesía, arte y teatro.
En el sector popular, mientras se es más joven, menos se lee; un comportamiento distinto al demostrado por estudios efectuados en otros países de Latinoamérica. Calculan que solo 40% de profesionales universitarios manifiesta una lectura con mucha frecuencia. A los investigadores les llama la atención la poca lectura frecuente de quienes tienen nivel de instrucción de técnico medio, la cual se asimila con la de quienes tienen educación primaria. Además, los bachilleres en Venezuela no leen con frecuencia, solo 20% muestra esta conducta.
Los jóvenes leen por obligación. Más que preocuparse por esa premisa, el profesor Gildardo Martínez considera que deben ocuparse en conocer por qué lo hacen de esa manera. “Estimo que es responsabilidad del ‘mundo adulto’ hacer de la lectura para los jóvenes una actividad que tenga sentido para ellos. El adulto, el docente, ha de entender que ahora el joven no necesariamente lee libros o debe leer libros en formato físico, sino que lee en otros formatos digitales. Los docentes tienen que aprovechar los espacios de esas lecturas y de esos medios o formatos para también entender o comprender a los jóvenes”, asegura.
¿Qué leen los venezolanos? De acuerdo con una investigación del Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos (Cesa) de la Universidad del Zulia –desarrollada por los profesores Natalia Sánchez, Emilia Bermúdez y Gildardo Martínez– el tipo de lectura que el venezolano busca con mayor frecuencia en la prensa son los sucesos (26%), y noticias (25%); 20% lee frecuentemente deportes y noticias internacionales. Política, titulares, economía, artículos de opinión y salud son leídos por menos de 20%. Los clasificados, espectáculos, horóscopo, culturales, ciencia, página social, encartados, comiquitas, negocios, cine y revistas encartadas son leídas frecuentemente por menos de 10%. En cuanto a libros, los venezolanos leen frecuentemente temas de entretenimiento (33%), estudio (28,4%), novelas (26,9%), actualidad (24,4%), lecturas relacionadas con el trabajo (24,3%), lecturas relacionadas con la religión (22,8%), cocina (21,4%).
Nótese que la lectura de revistas y libros culturales o científicos (las dos ciencias) está al mismo nivel de las comiquitas y revistas encartadas. Y únicamente un magro 20% lee sobre política. Sin embargo, la política ocupa, desde hace casi dos décadas, el clímax de la vida venezolana. ¿Qué pasa, pues?