A pesar de todas las adversidades que ha sufrido la oposición en las últimas semanas, las más graves y sorpresivas en mucho tiempo, y como quiera que en política no hay manera de no seguir caminando, so pena de volverse estatua, lo que se impone es una política de emergencia para tratar de enderezar lo esencial y dejar para más luego lo restante, que no es menos vital, nada menos qué podemos hacer a partir de las elecciones regionales y las nueva situación que crean a todos los niveles.
Lo primero es saber quiénes somos a estas alturas, de unos días para acá. O, dicho de otra manera, en qué devino la MUD después de tantos eventos aparatosos: ¿definitivamente pueden comer en la misma mesa y de la misma comida Ramos y Capriles?; ¿se cerró el sendero electoral y debemos prepararnos o entrenarnos en otros oficios?; ¿vamos a crear otra relación entre partidos grandes, medianos y minúsculos?; sobre todo, saber si queda alguna tarea que no podemos suspender, así haya habido el sismo y las réplicas hayan sido de no pocos grados. Pensamos que sí sobre esto último, y que eso da para un rato, que no debe ser tanto, porque el poder, que decide tiempo y lugar de las batallas, parece tener prisa para acelerar el desconcierto inducido.
Yo comenzaría por una premisa, no demasiado obvia como debe ser una premisa. Nuestro poder sigue siendo muy grande aunque se haya difuminado accidentalmente. La primera razón para decirlo es que la crisis, que es básicamente económica, sigue su infernal deterioro y el gobierno, con o sin gobernadores, se evidencia incapaz de enfrentarla. El default, la hiperinflación y la gran hambruna están a la vuelta de la esquina. Sin cerrar esa herida brutal en los órganos vitales del país, no hay “victoria” que valga. Y parto de otro axioma capital, tampoco de universal aceptación, y es que somos clara y consistente mayoría y que el fraude electoral no debería ni va a ocultarla. Se trata entonces de sacar las inferencias de ello y darles vida.
Una nota a pie de página: yo creo que hay mucha precipitación en el habla de los líderes y lidercillos; sería conveniente una buena dosis de circunspección porque, si no, vamos a seguir multiplicando las contradicciones, las volteretas, las distancias irreparables, muchas veces sin demasiada necesidad. Todos estamos enfurecidos o desgonzados o deprimidos. Bueno, lea a los ilustrados del XVIII o al menos a Cala o a algún budista sanforizado en Hollywood. Medite, respire hondo.
Una tarea que hay que terminar es el desenmascaramiento del fraude electoral. Eso lo necesita la gente que ha creído en nosotros, fuera y dentro del país. Lo hemos proclamado. Además, entiendo que más allá de los innumerables atropellos que vician el proceso en general, desde el mismísimo CNE nombrado contra toda lógica constitucional y legal hasta los matones haciendo de las suyas el 15 de octubre, han venido apareciendo pruebas constatables por métodos convencionales y numéricos, no solo las de Andrés Velásquez. Esto no puede engavetarse por razón o sinrazón alguna, y nada debería tener que ver con las pugnas del momento. Ese atropello nos envenenaría el alma si lo aceptamos o lo olvidamos, por mucho tiempo.
La pérdida de la unidad sería fatal. Lo sabemos desde hace mucho, de siempre. Posiblemente, lo más sensato sería no afincarse en las diferencias y los pecados. Yo soy de los que aborrece la actuación de los gobernadores genuflexos ante el monstruo constituyente. Pero estaría dispuesto a no hacer de esto un tema de conversación recurrente, tampoco de los equívocos decires del manager del equipo. Ya veremos cómo evoluciona el asunto. Así como ceo que la MUD va a desaparecer o a transformarse hasta hacerse poco reconocible, espero que siempre se recuerde que no hay manera de vencer al gorila sin moral y ducho en triquiñuelas, si no lo hacemos unidos de alguna manera. Conozco parejas solidarias y hasta felices después de abandonar las pesadas cadenas del matrimonio. En estos días hemos tenido aguaceros muy intensos y muy breves, vainas de los trópicos, pasan.
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