Hace unos años hice un máster de dirección de cine con la idea de mejorar mis habilidades narrativas en lo audiovisual. El proyecto final era un cortometraje que preparabas a lo largo del año. Como condición para usar los equipos de la escuela, cedías varios de tus derechos sobre ese corto, incluyendo la exhibición.
El otro día me llegó un mensaje de un desconocido por Facebook: «Te hablo porque en clase nos pusieron algunos cortometrajes de tu generación. Vimos el tuyo”. Miedo. “Si te soy sincero, le gustó a muy poca gente, casi nadie lo entendió. A mí me encantó, de verdad te lo digo. Entendí perfectamente ese humor que me recuerda a Woody Allen (…) Vi mucho potencial. Pensé que te alegrarías de saberlo y además tengo curiosidad de saber si has seguido rodando o qué has estado haciendo».
A pesar de las buenas palabras, fue terrible saber que un grupo de gente lo había visto recientemente, porque me incluyo entre quienes no le gustó el corto.
En mi cabeza se veía mejor y no puedo culpar a nadie más que a mí. Hice la producción, el montaje, la edición de sonido, el guion y la propia actuación (el error más vergonzoso). Creo que desperdicié la oportunidad de contar una buena historia, una que pudiera controlar más fácilmente.
Nunca lo he vuelto a ver luego de entregarlo. Saber que circula por ahí, que se usa para enseñar algo –no sé qué–, me hace sentir que he creado una cosa que me representa –con mi cara y voz– y que tiene vida propia. Mi pequeño crack baby.
Han pasado unos tres años y siento vergüenza al pensar en los castings y la gente que quería participar, en el actor que viajaba una hora en tren para grabar, en los otros actores que eran señores mayores, en los demás estudiantes que me ayudaron a cargar el equipo por la ciudad, en los profesores que lo habrán visto.
La gente no suele hablar mucho de sus derrotas, pero siento que aprendí cosas valiosas que podrían ayudar a los demás, cosas que me gustaría haber entendido antes.
- No hagas algo en lo que no crees
El máster pedía que llegaras con un proyecto listo, pero yo fui el único en hacerlo así. Por algún error en la comunicación, o laxitud académica, estaba permitido desarrollarlo a lo largo del año. No fui lo suficientemente flexible, humilde o industrioso, como para dar un golpe de timón y cambiar, así que morí comprometido a esta idea –y guion– que había cerrado antes de siquiera comenzar a aprender algo.
Yo sabía que era una mala idea porque partía de una premisa que llevaba reciclando durante un par de años con algún éxito: hombre romántico despechado, extranjerismo, crítica al mundo laboral de parte de alguien que nunca había trabajado… Con esas pelotas hacía malabares que hasta a mí ya me cansaban, pero parecían ser las únicas narrativas que podía producir consistentemente. Fue profundamente mediocre apelar a este terreno conocido. No tiene el menor sentido cuando no se arriesga nada, cuando de hecho estás pagando por el lujo de experimentar.
Este es el mayor error de todos y quizás el más difícil de evitar conscientemente. La creatividad es misteriosa, pero hay un indicador claro que ayuda a discernir cuando lo estás haciendo mal: si te aburre desde el principio, haz cualquier otra cosa desde cero, aunque sea una apuesta incierta, al menos será más entretenido.
- Menos es más
No se gana nada intentando producir un embutido de actores, planos, escenas y localizaciones, solo un rodaje más estresante y un desastre más concurrido.
Aquel que aprende a hacerlo bien con poco, lo hace bien con mucho, pero no se puede decir lo mismo al revés. Es parecido al análisis que Simeone hacía sobre Cristiano versus Messi: es preferible un jugador que lo haga bien con un equipo promedio, en lugar de uno que solo destaque cuando está rodeado de una red de apoyo cuidadosamente seleccionada.
Para hacer las cosas bien necesitas tiempo y dinero. Entonces, sabiendo que el factor dinero es inexistente en el entorno académico y que el tiempo está limitado a la cantidad de días que te permitan usar el equipo, lo más inteligente es reducir las localizaciones, escenas, diálogos y actores. Así te ahorras desplazamientos, logística, tiempos muertos entre tomas para preparar el equipo, decorado, casting. Todo eso te permitirá preparar mejor el plan de rodaje y grabar más veces cada escena, aumentando tus posibilidades de llegar a la fase de edición con más material del cual seleccionar.
Hay varios ejemplos profesionales que entienden esto: Locke (2013) es una película buenísima que transcurre en su totalidad en el interior de un coche, con un solo actor en cámara y tres o cuatro planos. Otras como Kynodontas (2009), Carnage (2011), Compliance (2012) o A Ghost Story (2017) también exprimen al máximo un número reducido de localizaciones.
Tienes que conocer tus limitaciones y jugar acorde a eso. Perdón por la segunda analogía futbolística, pero durante tu primer corto estás condenado a ser, en el mejor de los casos, Portugal en la Eurocopa de 2016: si ganas, lo harás jugando feo. Haz la paz con eso, es jugar con inteligencia. Limita tus ambiciones al tamaño de tus posibilidades.
- No intentes repetir lo que funciona en otro medio, crea para este en específico
No hay una llave mágica creativa que funcione para todos los formatos. Quizás este es el error de base de tantas malas adaptaciones de libros.
En mi caso, lo que por escrito –en textos de ficción y no ficción por igual– se veía sincero y lograba transmitir autenticidad, en cámara se veía falso. Y no solo en cámara, en retrospectiva, en el guion también.
No digo que no existan vasos comunicantes que permitan que cada medio se nutra de otros formatos, pero es necesario tener claras las diferencias entre cada uno para saber explotar sus virtudes y evitar sus peligros. Yo caí en la voz en off poco sutil y en los diálogos de un párrafo entero imposibles de ser reproducidos con verosimilitud por un actor. Ambas cosas eran vicios de una primera persona excesivamente discursiva que ya caracterizaba al resto de la ficción e incluso del periodismo que había escrito antes.
- No priorices la ejecución sobre la concepción
Da igual llevar a buen término algo que es poco inteligente o poco interesante. En este tipo de proyectos personales, siempre debe primar la narrativa por encima de la prolijidad técnica. Yo conseguí ejecutar mi plan de rodaje con éxito: hice varias tomas de cada una de las escenas que transcurrían en las tres localizaciones planificadas (cada una en lugares distintos de la ciudad), no quedó una sola línea de guion sin grabar al final de los tres días de rodaje, el material de audio y video se transfirió correctamente y todo el equipo fue devuelto en perfecto estado. En un sentido estrictamente técnico, fue un éxito. Y sin embargo, el producto final sigue siendo terrible porque el concepto no funcionaba.
En algún punto me convencí de que con suficiente trabajo todo lo demás funcionaría, de que conseguir algunos buenos planos ya representaba una victoria. Descuidé las bases del edificio, que es la narrativa, contar una historia. Y una buena historia se hace con personajes, motivaciones, objetivos, situaciones…
Suele haber una presión grande para ver si consigues rodar todas las escenas planificadas. Hay muchas historias de horror verdaderas que escarmientan a los novatos: proyectos estrella que se caen en el último día de rodaje porque llovió y no consiguieron grabar el final, actores que cancelan un día antes de empezar, discos duros que mueren sin tener respaldo, sonidistas que se olvidan de darle al record en la grabadora, etc. Así que es entendible hacer hincapié en la correcta ejecución del plan, pero que no te distraigan tanto los desafíos técnicos, lo más importante siempre será la historia.
- Evita el multitasking
El cine es trabajo en equipo. Si no aceptas que otra gente va a influenciar la obra más allá de tu control, entonces no es lo tuyo.
La idea del hombre orquesta es atractiva para el ego, pero es desaconsejable comenzar así. En un entorno académico tiene cierto sentido porque se aprende mucho asumiendo varios roles, pero el producto final es lo que verdaderamente vas a poder exhibir luego de graduarte y lo único que a los demás les importa cuando quieres demostrar que aprendiste algo sobre el cine. Yo fui el director, el productor, el actor principal y el montador. A pesar del aprendizaje derivado de esos roles, preferiría haberme limitado a algo que pudiera controlar más.
Realmente el rodaje me pareció estimulante, pero recuerdo los meses que pasé editando el material como unos de agonía. De este corto solo me quedó una amplia gama de fotogramas en alta calidad de mi cara luciendo triste. Un corte final de 20 minutos de mi cara luciendo triste. Más de 100 GB del material bruto que consistía en mi cara luciendo triste.
- No tengas miedo de improvisar en el montaje
Ceñirte a un guion que no te gusta durante el montaje es el equivalente a esos entrenadores que perdiendo por dos goles desde el primer tiempo se guardan el último cambio para el minuto 85. No seas así. Nadie quiere a la gente así.
Perdón por la tercera analogía futbolística.
No llegues a la fase de edición derrotado si no te gustó el rodaje. La película se hace en el montaje. Así que no te resignes a armar el producto que habías preconcebido. Puedes usar el material que ya tienes para crear una nueva historia a partir de él. Es decir, hacerlo al revés de como normalmente funciona, crear como si estuvieras haciendo un remix. Es un ejercicio de desapego muy difícil, pero puede ser estimulante a nivel creativo y quizás sea la única forma de no convertir la edición de algo que odias en un calvario.
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