Estados Unidos adelanta una mixtura de “triadas” para poner término al catastrófico episodio venezolano, jamás visto, por lo menos, en America Latina. Una especie de holocausto criollo.
La palabra triada es poco usada, existiendo dudas, inclusive, si lleva o no tilde. Presenta también la dificultad de definírsele como una reunión de 3 partes o un conjunto de 3 secciones, considerándose que la más conocida es la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y el Espíritu Santo, que los católicos aceptan sin mucho análisis. Lo que quiere decir que “las triadas se presumen firmes, y, por tanto, de ejecución inmediata.
En el contexto político, las triadas, propias de los pueblos occidentales y de la India, devienen en medios encaminados a la paz social (La República, Sócrates, Platón, Aristóteles) y, por tanto, fórmulas para ello, como la división de poderes (Legislativo, Ejecutivo y Judicial). También, en la identificación de las calificadas tres maneras puras o perfectas para gobernar (monarquía, aristocracia y democracia), y el trio de las impuras, corruptas o degeneradas (tiranía, oligarquía y demagogia).
Así comienza la intervención del general Manuel Matute, grado que le fue otorgado por Fidel Castro, en la propia Sierra Maestra, pocos días antes de tomar La Habana, pero que actualmente, por haber nacido en Chiclayo, es profesor de la asignatura “Metodología para derrogar las dictaduras”, en la Escuela Militar de Chorrillos (Perú). Durante 25 años dirigió los “G-2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9”, cubanos, con la buena suerte que Patricio Valdez lo acusó como cooperador de los centros de inteligencia de Estados Unidos, Alemania y Francia. Dada su experiencia y los aportes para que los peruanos se deshicieran de Alberto Fujimori y de Vladimiro Montesinos, la ONG Pérdida del Tiempo (PdT) le encomienda un curso intensivo de 3 días en Caracas, para 8 generales de los 2.000 que tiene Venezuela, con respecto a las Fuerzas Armadas como instancia definitoria, no únicamente en lo relacionado con la restitución de la democracia, sino, también, para su apoyo determinante a un pueblo que tiene 20 años empobreciéndose y al cual le falta poco para convivir con los países del cuerno de África. El evento es estrictamente clandestino.
Alrededor del caso venezolano, acota Matute, han girado,con la misma intensidad,la casi totalidad de los mecanismos, no solamente nacionales, sino, también, los internacionales, estos últimos liderados por Estados Unidos, hasta el extremo de que no hay rincón en el universo donde no se repita que ¡todas las opciones están en la mesa!, pero, acompañada, además con ¡el cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres!, lo que no ha dejado de producir incertidumbre para que nos dirijamos a Dios en procura de esperanza. El general porta el particular libro Los cuatro acuerdos, de Miguel Ruiz (1988), referido a una comunidad de maestros y alumnos que hace miles de años moró en Teotihuacán, convencida de que “el hombre se convierte en Dios”. Olvidaron que hay sapiens malos como los que mandan en Venezuela. Ello no deja de inquietar a los 8 generales criollos.
Este país, heredero por la conquista de tradiciones, algunas asimiladas y otras, lamentablemente, no del todo (María Lionza), es concomitantemente víctima de un paralelismo constitucional, lo cual conlleva a demarcar la imaginación y por tanto aquello con lo cual el constituyente se entusiasmó, como borracho a medio palo,con la ejecución de lo escriturado, prueba tristemente de que al llegar el momento de aplicar la Ley de Leyes, el gobierno, con una risita pícara y con la frase ¡Dentro de la Constitución todo, fuera de la Constitución nada! dijo ¡El Estado soy yo” y así se ha comportado durante más de 2 décadas. En consecuencia, desde Miraflores se grita que Venezuela no es, ni hoy y hasta que detentemos el poder, democrática, ni de mandatos revocables. Es decir, ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario. Entendamos, asimismo, que la soberanía no reside en el pueblo, por lo que no puede ejercerla directa, ni indirectamente. Es propiedad del régimen revolucionario, sin importarnos la calificación, por parte de algunos, como tiranía, oligarquía y demagogia, pero que sustentamos, inclusive, con las armas. Arcángel Mago, del Ejército, manifiesta que si aplicáramos la definición de “triada”, nos preguntaríamos si esta ambivalencia es la fuente de una de ellas. Me sumo a ese criterio, adiciona Aristóbulo Salas, de la Guardia Nacional.
El general Matute demanda paciencia, afirmando que en la Venezuela de hoy“ el cese a la usurpación,gobierno de transición y elecciones libres”, constituiría tanto el propósito, como los mecanismos de la lucha que se adelanta ante un régimen calificado como cleptocracia y narcoestado. Pero, además, con un apoyo determinante de metrallas, en manos de militares y de civiles. Consideraríamos, también, como corolario de apreciaciones iniciales, que un conjunto de acciones y elementos vinculados entre sí, persiguen desterrar a esa minoría de malvados. Pero es allí, precisamente, donde con mi experiencia he observado que el vínculo triádico confronta dificultades como instrumentalidad para el fin, por lo menos, ante la mayoría de ciudadanos: 1. La tendencia de poner término a la usurpación y adelantar las fases subsiguientes, con exclusión de partidos tradicionales y su dirigencia, 2. La última, por lógica, se opone y 3. Prueba de esa dualidad es la Ley del Estatuto para la Transición aprobada por la AN, donde los últimos hacen mayoría, para los frenéticos una camisa de fuerza al presidente interino y los parlamentarios resultado del ejercicio de la soberanía a ellos encomendada democráticamente. A raíz de la asunción de Juan Guaidó como presidente interino, las redes sociales volcadas en su casi totalidad a la alternativa por “la excusión”, tal vez, por la consuetudinaria conveniencia de probar de nuevo. Segmentos, excluyentes, pues, en la escena, agrega el general Vladimiro Riera, de la Fuerza Aérea.
Pero están presentes, además, otras manifestaciones del esquema triádico, atinentes a la metodología para sustituir al gobierno. Se persiste en el diálogo, inclusive hasta en Noruega, en elecciones sin sustituir previamente a Maduro (C. Fermín)y en la sencilla fórmula del presidente Bush con respecto a Noriega, el mandamás de Panamá y si no una más complicada, pero útil ante la desgracia, como la de la OTAN en los Balcanes o de los rangers en Irak. Pudiera sostenerse, entonces, pregunta el general del Ejercito Timoteo Martínez, que “todas las triadas están sobre la mesa”. Matute sonríe sin responder.
El almirante Justiniano Contreras reclama que los venezolanos han acudido, sin excepciones, a la totalidad de las vías, tal vez, convencidos, no sabemos si con racionalidad, de que mientras más alternativas se tengan va a ser mucho más probable encontrar una que resulte satisfactoria (Elizita Ayala). Pero a mi juicio no se han agotado todos los posibles caminos para solucionar la crítica situación que se experimenta. Las alternativas, mi querido almirante, contesta Matute, se han convertido en “triadas de la civilidad”, cuando el enemigo lo hace con real, cañones, metrallas y balas. El esquema triádico alimentado por las pautas de la exagerada ciudadanía, no opera ante un narcoestado armado hasta los dientes, pero, además, matando gente. Contreras se propone responder, pero el general peruano ordena un receso de 15 minutos.
El seminario prosigue cuando el general Matute expresa, que nos encontramos con Freud para preguntarle si somos ambivalentes, quien, a pesar de haber popularizado el concepto, nos remite a la lectura del psiquiatra suizo Eugen Bleuler, pero que este nos conduce al latín dividiendo la palabra en “ambi”, o sea, “ambos” y “valentía”, equivalente a “valor, precio, coraje y conducción determinante”, tanto en los mecanismos para alcanzar las metas y estas propiamente dichas”, por lo que en la lingüística aflora ser sinónimo de ambigüedad, duplicidad, contradicción, indeterminado, polarizado, versus aquel pueblo opuestamente definido, preciso, exacto o claro. Hemos indagado, también, en la ruta angustiosa, desesperada y martirizante por saber si seremos más bien trivalentes, no aclarando nada, ya que nos conduce al mundo complicado de la química, conforme a la cual es un adjetivo triatómico revelador que “el proceso tiene 3 valencias. Los militares venezolanos, avergonzados, se miran unos con otros.
¿Pudiéramos calificar, también, como triadas, la cooperación de altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos (Pompeo, Bolton, Abrams), quienes han sido contundentes en sus acciones y mensajes ante la cleptocracia? Es la pregunta del ex soldado de la Sierra Maestra. Por supuesto, responde el general del aire Vladimiro Riera, pero agregando que sería perder el tiempo en aquel análisis, como pareciera el que se está desarrollando, que se limite a calificar la lucha librada en el contexto del mundo triádico, sin el convencimiento de que la cleptocracia se sustenta en la mixtura de ambivalencia, triada y otras categorizaciones de Cuba, Rusia, China y hasta Irán. No tengo información para calificarla como “la nueva conquista”, caso en el cual terminaríamos entendiéndonos en español, ruso o persa, Sin dudas, para complicarnos más la vida.
El general Matute se limita a leer en el libro Los cuatro acuerdos: “Los seres humanos soñamos todo el tiempo. Antes de que naciésemos, aquellos que nos precedieron crearon un enorme sueño externo que llamaremos el sueño de la sociedad o el sueño del planeta”. Pero, adiciona que no todos lo hemos creído.
Al terminar la lectura se da cuenta de que los oficiales venezolanos han abandonado la sala. No deja de acongojarle el triste aporte que ha hecho en el seminario, cuya expectativa era definir una forma expedita de salir del gobierno. Se había olvidado de la madrugada del 30 de abril.
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