Desde la ANC chimba, las fallidas promesas de reactivación económica, misas y rezos para concluir suprimiendo ceros han provocado que nuestra población cada día se empantane en el marasmo de la decepción y el descorazonamiento.
Dos polos mantienen a la población en medio de una severa crisis: un régimen con casi 20 años de promesas imposibles y una inepta oposición, cuyos actores y factores, bajo la presunción de la caída del gobierno “mañana de madrugada”, solo se preparan para intentar aprovecharse de tan hipotética situación. Tras 20 años de destrucción y arrase del país, por parte del castro-chavismo-madurismo, algunos y connotados dirigentes opositores insisten en esa tesis como estrategia política fundamental.
Cuando el objetivo de mantenerse en el poder a cualquier costo supera la insensibilidad por el sufrimiento humano generalizado es inevitable la tragedia que hoy sufrimos los venezolanos. Desdicha que ha salido a flote y ha sido resaltada por los delegados al Congreso del partido de gobierno. Clamor popular en las bases chavistas que ha hecho inevitable que a algunos voceros oficialistas les sea imposible hacerse eco, ante tales y generalizados reclamos. Pero lo alarmante es que dirigentes opositores lo interpreten como “el desmoronamiento” del oficialismo, reforzando la estúpida estrategia de poder, fundada en las debilidades del adversario, y no en sus propias fortalezas.
Mientras, crece la decepción general transformada en anomia social. Salvo la emigración forzada, nuestros ciudadanos, en especial los jóvenes, no ven otras salidas que seguir la ruta de los varios millones que ya han abandonado todo, en la búsqueda de asegurarse por lo menos la regularidad en la alimentación. Con una oposición sin agenda unitaria, desprovista de una hoja de ruta clara y con destinos alternativos; pero peor aún, sin haberse convencido de la necesidad de actuar en comandita y esforzarse por salidas y soluciones, entre las cuales la ayuda humanitaria es de carácter urgente e impostergable.
Con un gobierno carente de liderazgo rogando, incluso a sus bases, por “consejos y recomendaciones” para salir de la devastadora crisis. Pero el Ejecutivo cuenta con la inagotable fuente de emisión de dinero virtual para los bonos compra votos; a lo que se suma la capacidad de chantaje laboral y del repudiable ejercicio del derecho penal del enemigo.
Pero aun perdida incluso la capacidad de aglutinar a sus anteriores seguidores, el oficialismo recurre a recursos como quitarle ceros a la moneda y al soso discurso de que llegaremos a ser un “país potencia”. Utópica, por imposible narrativa, que confrontada por la dictópica realidad de una nación con graves carencias y repetidas fallas en los servicios de agua, electricidad, transporte, combustibles y lubricantes, dinero en efectivo (con y sin ceros), Internet, gas doméstico. En un ambiente económico, cuya devastadora hiperinflación no solo disolvió sueldos y salarios, formas de capital o ahorro, sino que ha destrozado cualquier previsión presupuestaria, sea esta pública o privada.
No es con constituyentes chimbas, misas y rezos o eliminando ceros a la moneda que se recuperará la economía y la estabilidad. Anclando esta última en un iluso, risible y simple tokens, en el que nadie cree o confía; por más que el oficialismo insista en llamarlo “criptomoneda”; que superaremos esta pesadilla. Solamente la lucidez de mujeres y hombres responsables, preparados y comprometidos con los intereses nacionales a corto, mediano y largo plazo. Venezolanos capaces de ver y hacerse seguir hacia la luz al final del túnel.
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