COLUMNISTA

Las elecciones, Trump y los sexos

por Carlos Alberto Montaner Carlos Alberto Montaner

Lo que sigue es una versión ampliada de unos comentarios radiales que suelo hacer cada semana. Me parece importante examinar los comicios de midterm en Estados Unidos. Lo que sucede en Estados Unidos estremece al resto del planeta.

Fueron planteados como un plebiscito sobre Donald Trump y se repitió el resultado electoral de noviembre de 2016. Grosso modo, los republicanos ganaron en las zonas “rurales” y los demócratas en las “urbanas”.

De ahí la disparidad en los mapas electorales. Las superficies rojas (republicanas) son mucho mayores que las azules (demócratas), aunque menos pobladas.

Los republicanos se impusieron entre los electores no universitarios y los demócratas entre los que terminaron sus cuatro años de college.

Las mujeres votaron más por los demócratas y los hombres por los republicanos. En general, las minorías optaron por sufragar a los demócratas, incluidos los vastos grupos que se identifican por sostener relaciones sexuales no convencionales.

En definitiva, ¿quién triunfó en las elecciones norteamericanas del 6 de noviembre pasado? Los republicanos y los demócratas dicen que ganaron. Quizás los dos tienen razón.

Los republicanos, porque conservaron el Senado y aumentaron su ventaja. Los demócratas, porque ganaron la Cámara de Representantes y obtuvieron otras gobernaciones.

En todo caso, no fue una barrida demócrata ni republicana. Trump consiguió el triunfo de 9 de los 11 candidatos que defendió públicamente y por los que hizo campaña –lo que no está nada mal–, pero de ahora en adelante tendrá que negociar cualquier medida que proponga con los demócratas de la Cámara. Naturalmente, le amargarán la vida.

Sin embargo, hay un claro triunfador: la diversidad. La diversidad de una sociedad que cada día es más plural porque las electores y elegidos salen de los closets y asumen públicamente identidades particulares.

Recuerdo haberle preguntado a Jaime Bayly por qué salió del closet y su respuesta fue genial: “Había tanta gente que el calor era insoportable”. Su última novela, Pecho frío, es magnífica.

Por primera vez hay más 100 mujeres en el Congreso de un total de 435 representantes. Jamás había habido tantas. Fueron electas 9 mujeres como gobernadoras de un total de 50 estados. Por primera vez habrá una mujer musulmana en el Congreso, a la que se suma una dama indígena.

Ha sido reelecta gobernadora de Oregón una señora bisexual, casada, que no oculta sus preferencias. Nació, por cierto, en Torrejón de Ardoz, provincia de Madrid.

Simultáneamente, ha sido elegido Jared Polis como gobernador de Colorado, un empresario y filántropo de 43 años que es abiertamente gay. Es la primera vez que un caballero declaradamente homosexual alcanza esa posición.

Mientras Tammy Baldwin se ha convertido en la primera senadora que no esconde su condición de lesbiana y aboga por la utilización de la palabra “matrimonio” para calificar la unión de dos personas del mismo sexo, mientras pide que se legalicen estos vínculos.

Recuerdo a un homófobo español, alguien que detestaba a los homosexuales, que admitía, desesperado, por la radio madrileña, que se casaran las personas del mismo sexo, “pero que no se puedan divorciar para que sepan lo que es el horror”.

Todas estas personas son demócratas. De alguna manera, el Partido Demócrata se ha convertido en el partido de la diversidad y de la tolerancia. Ahí caben todas las criaturas tradicionalmente segregadas –como dicen los demócratas– por “la falocracia blanca tradicional”.

Durante estas elecciones, los demócratas bombardearon la prensa y a sus partidarios con abundante propaganda a favor de los afroamericanos, fueran hombres, mujeres o de cualquier preferencia, y en pro de los candidatos gays, lesbianas, transexuales, bisexuales o físicamente impedidos por alguna enfermedad crónica.

La idea era demostrar que el Partido Demócrata representa la diversidad de una sociedad de 325 millones de personas en la que existen numerosas identidades de género, etnia, raza, religión, lengua y origen, unidas bajo el común paraguas del carácter estadounidense.

Mientras esto sucedía, le ex congresista republicana Ileana Ros-Lehtinen, tras servir 28 años en el Congreso, declaraba que no podía evitar cierto dolor porque su partido se había convertido en una organización de varones blancos. Ella tiene un hijo, un excelente muchacho, al que ama profundamente, que nació hija. La libertad también permite esos cambios.