COLUMNISTA

La obsesión policial

por Héctor Concari Héctor Concari

El policial puro y duro, cuando de criminales y policías se trata, no puede evitar la dialéctica del perseguidor y su presa. En algunos casos (geniales como La muerte y la brújula) los papeles se borran o se invierten. Pero la relación esencial que vincula al policía con el criminal, sea cual fuere la disposición de los polos, permanece allí y es la que da vida a la intriga. Ejemplos en el cine hay muchos desde el Harry el sucio de Clint Eastwood a los policías de fijación perruna de William Friedkin en Contacto en Francia o Vivir y morir en Los Angeles.

Es una muy grata sorpresa este drama australiano de policías que pasa por  Netflix  casi tan encubierto como sus protagonistas. Se basa en una operación larga, minuciosa y que movilizó sorprendentes recursos para descubrir al secuestrador y asesino de un niño de trece años en diciembre de 2003. La investigación llevó trece años y en buena medida fue una operación en las sombras. Después de varios sospechosos descartados la policía fijó su atención en Peter Cowan, un ladrón de poca monta con varias entradas en la cárcel. La película comienza cuando Henry Teague (el Cowan ficcional) conoce en un autobús a otro vagabundo con el que trama amistad. El encuentro se produce en la noche, en un camino por el reconocible y abierto paisaje australiano y este tono nocturnal y sórdido revelado por el dialogo inicial entre los personajes, va a dominar toda la película. La atmósfera no es casual, el nuevo mejor amigo de Teague es un policía encubierto cuya identidad se revela pocas escenas más adelante. Pero, junto con esa revelación vemos desarrollarse en virtual cámara lenta una gigantesca operación policial de la cual Emery (un muy solvente Joel Edgerton) es solo la punta del iceberg. La técnica es conocida y consiste en tender una red criminal ficticia en torno al sospechoso, atraerlo hacia ella y eventualmente lograr que su confianza se transforme en una confesión. La estrategia, nos informa la maravillosa Wikipedia, se conoce como Mr. Big– Hombre grande y fue desarrollada por la policía montada de Canada. La película recrea la minuciosidad con la cual Emery, su captador original lleva al sospechoso a otro colega y de ahí a toda la red ( asombra ver la cantidad de esfuerzo, dinero y recursos empleados en un solo caso, solo justificable por la brutalidad del mismo). Porque por encima de los encubiertos hay una detective que analiza los menores detalles del caso. Esta podría ser la única debilidad de un film de inusitada fineza sicológica. Por momentos la anécdota parece perderse en detalles nimios, hasta que comprendemos que son esos detalles los que encierran la clave de un crimen, que en su origen, se debió a una funesta casualidad, un cruce de horarios después de un desperfecto de un autobús. Lo apasionante es la creación de una red, proyección de lo obcecado de la búsqueda de una confesión. Por momentos asoma la pregunta, ¿y si Teague no fuera el asesino? ¿Qué pasaría si la hipótesis de partida fuera falsa y el pobre diablo no es más que un pobre diablo y la obsesión policial pudiera más que la justicia? La película parece jugar con esa posibilidad porque la dirección de Thomas Wright mantiene una saludable distancia con toda la trama. El espectador se encuentra en el campo de los policías, ignora realmente que fue lo que pasó y esa ubicación en el centro de la conspiración opera precisamente como lo que es. Los policías encubiertos no investigan. Construyen una trampa cuyo final solo puede ser la caída de la presa. Es cierto que hay quien investiga y corrobora, pero  desde los márgenes de la trama. El resultado es sobrecogedor hasta la última , irrevelable imagen final. Un policial excelente, de una delicadeza que contrasta con la brutalidad del caso que trata y cuya maldad aflora en el tono y la sustancia, pero no en la anécdota.

El extraño. (The stranger). Australia 2022. Director Thomas Wright. Con Joel Edgerton, Sean Harris, Jada Albert.