COLUMNISTA

La indefensión de la gente honesta

por Carlos Ojeda Carlos Ojeda

¡Oh, y ahora quién podrá defendernos! Roberto Gómez Bolaños.

Voy a ser muy literal. El daño que le causó el gobierno de Hugo Rafael al país es inigualable. No le fue suficiente con arruinar la producción agrícola, pecuaria e industrial. No le bastó con destruir la infraestructura educacional a todos los niveles. No le bastó con devastar el honor de toda la tropa – oficialidad incluida- de las fuerzas armadas nacionales. No le bastó con corromper a las fuerzas civiles policiales. No le bastó con empantanar la institucionalidad que representaba la cierta independencia del sistema judicial y fiscal del país. No le bastó con perseguir y cerrar medios de comunicación en todos sus niveles. No le bastó institucionalizar la corrupción en Venezuela. ¡No!

Tenía que entregarle nuestra geografía a los peores parias y sátrapas del mundo, comenzando por el “mendigo más orgulloso del planeta”, cómo lo calificaría Carlos Alberto Montaner en bastantes ocasiones.

Tenía que pasar a la historia. ¡Y vaya que lo ha logrado! Hugo Rafael, inconforme con la distribución equitativa del odio y del desprecio por todo lo bueno que realizaron los gobiernos democráticos, tenía que acabar con la unión familiar, con la ética, con los valores morales y con los principios ciudadanos. Tuvo que aprender la lección más miserable del hijo de la gran madre con más soberbia en este globo. Me refiero al dictador cubano Fidel Castro.

Dios fue generoso con ellos. Le ha debido dar más tiempo de vida a ambos, para que los dolores musculares y óseos, le recordasen a diario cuánto daño causaron. Ha debido hacerlos eternos, para que entre la senilidad y el olvido de sus jalabolas preferidos, viviesen minuto a minuto cada uno de los círculos del infierno de Dante. Ni para eso fueron buenos. No nos desviemos del punto. La indefensión de la gente honesta.

No hay mayor dolor que recordar la felicidad en tiempos de miseria. Dante.

¡Tenemos empresarios ricos con empresas quebradas! Frase inmortal del presidente Luis Herrera Campins, luego de enterarse de la inmoralidad del comportamiento de los cientos de industriales, quienes fueron beneficiados por la “gran Venezuela” de Carlos Andrés, para arruinar sus empresas en beneficio propio. La estafa de la convertibilidad del patrón “oro” internacional, por el del petrodólar norteamericano, tuvo sus repercusiones. No hubo ningún genio de la economía lo suficientemente patriota, para advertirnos de las consecuencias. ¿Qué pasó?

Esas vainas reiterativas en nuestra historia políticoeconómica, por las cuales los políticos electos, toman deportivamente sus decisiones, por ignorancia, inocencia o malas juntas. Sin prever las consecuencias. ¡Los presidentes mesías y tal!

El país se jodió, y sigue jodido.

Ya no son solo los funcionarios de alto nivel quienes piden comisiones (hoy son socios mayoritarios). Ya no es ese pequeño soborno bajo la mesa y disimuladamente, que el funcionario de medio y mínimo nivel exige, como interventor en la entrega. ¡No!

La miseria humana se ha extendido hasta los gremios de industria y comercio. Ha germinado en esas asociaciones agrícolas y pecuarias que se fundaron para no seguir siendo estafados por la agroindustria. Hoy los agremiados son víctimas de la inmoralidad de sus directivos. Bribones quienes desde sus aviones, sus camionetotas y su posición social mal habida, les importa un bledo el sufrimiento y las necesidades de sus agremiados. Los excedentes se los reparten entre ellos. Como si ¡estos sinvergüenzas! fueran empresarios.

Se ha extrapolado a cada rincón ciudadano, a cada comuna, a cada ámbito donde funcione la inmoralidad. Es “normal” que en oficinas de empresas públicas y privadas, en gremios, en eventos, en club sociales, en colegios, universidades y en cada mínimo espacio que genere dividendos, se trafiquen comisiones o prebendas por el “gran esfuerzo que significa conocer a alguien”.

Se busca gente honesta viva o muerta. Recompensa ¡No hay!