La camarilla roja anunció como algo extraordinario el restablecimiento del comercio formal y la apertura de los pasos y puentes fronterizos que nos unen con la hermana República de Colombia. Precedida de una campaña de simulación y manipulaciones, comunicaron al país la supuesta apertura comercial entre ambos países.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, se presentó en el puente Simón Bolívar, el más antiguo de los que nos comunican con la vecina nación, para dejar establecido nuevamente el flujo comercial, vehicular y humano que desde los tiempos fundacionales de la República hemos sostenido. Maduro hizo mutis en la escena. Alegando razones de seguridad no se presentó. Envió a su comisario político para la región. A pesar de que esa frontera está llena de militares y además cuenta con la presencia de sus aliados del ELN, el señor dejó embarcado al presidente de Colombia.
Esa ausencia tiene diversas lecturas. ¿A quién le tiene Maduro miedo? ¿No confía en sus fuerzas de seguridad y en sus aliados de la guerrilla? ¿No confía en los equipos de seguridad del presidente de Colombia?
Pienso, por lo que estamos observando, que Maduro no quiso comprometerse directamente con Petro y con la frontera a la normalización del antiguo intercambio entre ambos lados de esa frontera. La anunciada apertura de la frontera ha terminado siendo una farsa.
Maduro y su camarilla no quieren abrir de forma efectiva y definitiva nuestras fronteras. A pesar de haber simulado la apertura, el régimen socialista del siglo XXI quiere mantener el actual estado de cosas. Prefieren que las mercancías pasen por las trochas y no por los puentes. Prefieren mantener el paso peatonal de las personas que autorizar el tránsito vehicular entre ambos países.
En la frontera, el cierre del comercio formal y del paso regular ha derivado a una situación de crimen organizado donde participan grupos armados al margen de la ley y funcionarios de la administración pública y de los diversos organismos de seguridad del Estado. Es público, notorio y comunicacional la existencia de las trochas, así como el cobro que guerrilla y funcionarios hacen a los ciudadanos por el tránsito de mercancías y personas en las mismas.
A pesar de ello Maduro no abrió la frontera. Lo de la semana pasada fue una burla la ciudadanía, a la sociedad venezolana y colombiana, y muy especialmente a las comunidades fronterizas.
Antes que facilitar el tránsito, el transporte y el comercio, lo que han hecho es obstaculizar aún más a los ciudadanos que necesitan pasar de un lado a otro. Hay menos espacio para la movilidad y más puntos de control y hostigamiento. La conclusión es muy sencilla: la camarilla gobernante en Venezuela prefiere la informalidad, el tráfico oculto de las mercancías y de otros productos, que el comercio formal y el flujo normal de las personas.
Los voceros de la camarilla roja, ahora nos dicen que la apertura es simbólica y progresiva. Que se dará cuando estén en condiciones de hacerlo, cuando hayan recuperado la vialidad y los servicios.
Las excusas de “no estar preparados” es una burla a la inteligencia. Si en 23 años de revolución, cuando contaron con todos los millones de dólares del mundo, no fueron capaces de darle continuidad al programa de vías binacionales para construir las autopistas necesarias para facilitar el intercambio, y más bien abandonaron las antiguas carreteras, quién puede confiar que ahora sí lo van a hacer y que debemos esperar la apertura hasta que lo hayan realizado. Lo mismo ocurre con los servicios de energía, agua, Internet, salud y transporte.
Lo que Venezuela y la frontera necesitan es una verdadera apertura de nuestros pasos formales con Colombia. La gente decente es la perjudicada con el sostenimiento de la informalidad, el cierre del comercio y las severas limitaciones para el flujo humano.
Los delincuentes, el paso de productos sanos y de los “no santos”, no se ven afectados por el cierre de los puentes. Ellos siempre pasarán por las trochas en perfecto acuerdo con los que deberían garantizar el imperio de la ley.
Son los ciudadanos de bien los que necesitamos levantar los obstáculos militares, policiales, burocráticos y físicos que violan nuestro derecho al libre tránsito. Maduro y su camarilla nos viola, de forma sistemática y continuada, el artículo 50 de la Constitución.
“Artículo 50. Toda persona puede transitar libremente y por cualquier medio por el territorio nacional, cambiar de domicilio y residencia, ausentarse de la República y volver, trasladar sus bienes y pertenencias en el país, traer sus bienes al país o sacarlos, sin más limitaciones que las establecidas por la ley. En caso de concesión de vías, la ley establecerá los supuestos en los que debe garantizarse el uso de una vía alterna. Los venezolanos y venezolanas pueden ingresar al país sin necesidad de autorización alguna.
«Ningún acto del Poder Público podrá establecer la pena de extrañamiento del territorio nacional contra venezolanos o venezolanas”.
Como hombre conocedor de la frontera hago un enérgico llamado a Maduro: No continúe burlando la confianza de los ciudadanos. No siga mintiéndole al país. Proceda a abrir de verdad esa frontera. No más simulación. No más manipulación. No más excusas. Nuestra frontera exige libertad, cese del hostigamiento, de la extorsión y del crimen organizado. Es hora de que la justicia y la ley orienten la vida de esos pueblos.
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