No he tenido el honor de conocer al presidente de la Asamblea Nacional, pero he quedado sorprendido gratamente por el extraordinario impacto que ha producido en la opinión pública su gran sencillez, claridad de ideas, facilidad de comunicación, seriedad y prudencia. Su importante mensaje ha sido recibido con gran satisfacción y esperanza. Ese éxito político se ha fortalecido por haber logrado diseñar una estrategia, para enfrentar la usurpación de la Presidencia de la República por el señor Nicolás Maduro, que ha permitido superar la desesperanza de los venezolanos. El reto que debe enfrentar Juan Guaidó es complejo, pero si logra mantener la fe de nuestro pueblo, como parece ser ya una realidad, tendrá la fuerza suficiente para construir una solución que permita superar la creciente crisis nacional e internacional venezolana. Una verdad indiscutible, que debe ser aceptada por todos los actores políticos, es la siguiente: la permanencia en el poder de Nicolás Maduro, y del régimen que representa, es la causa fundamental de la tragedia venezolana. La única solución posible a la usurpación del poder de Nicolás Maduro, la cual surge no solo por las indebidas condiciones de las elecciones del 20 de mayo sino también por su permanente violación del Estado de Derecho, es cumplir cabalmente con la Constitución Nacional.
De allí el trascendente contenido del mensaje de Juan Guaidó: “Nadie tiene duda: Maduro es un usurpador. Por lo tanto, me dirijo al pueblo de Venezuela para plantear la siguiente ruta: asumiendo el deber que impone nuestra Constitución en su artículo 333, el cual obliga a todo venezolano, investido o no de autoridad, a luchar para restituir el orden constitucional; y asumiendo que como presidente de la Asamblea Nacional, único poder electo y legítimo para representar al pueblo venezolano, tengo una responsabilidad con Venezuela: Me apego a la Constitución, y a sus artículos 233, 333 y 350, que me dan la legitimidad para ejercer la encargaduría de la Presidencia de la República para convocar al pueblo, a la Fuerza Armada Nacional y a la comunidad internacional para hacerlo realidad. Como todos sabemos, esa presidencia está siendo usurpada y no basta con apegarnos a artículos de la Constitución para hacerlo realidad; necesitamos de la sumatoria de la fuerza nacional e internacional para lograr su plena aplicación. Por lo tanto, asumiendo la legitimidad que me da la Constitución, convoco al pueblo de Venezuela, a la Fuerza Armada y a la comunidad internacional para lograr la conformación efectiva del gobierno de transición que convoque a elecciones libres, de acuerdo con los artículos 333, 350 y 233 de la Constitución Nacional”.
Esa convocatoria ha empezado a tomar fuerza. Los cabildos abiertos, organizados en distintos sitios del país, han sido multitudinarios La esperanza regresó a las mayorías nacionales que empiezan a ver como posible la salida de Nicolás Maduro del poder, a través de la aplicación de la Constitución Nacional y la protesta permanente de nuestro pueblo, en espera de que la Fuerza Armada Nacional cumpla su deber constitucional de contribuir a rescatar la vigencia de la Constitución Nacional y la comunidad internacional reconozca y apoye a un gobierno de transición. Ese planteamiento en el mensaje permitió definir claras responsabilidades. La obligación de Juan Guaidó, de la Asamblea Nacional y de la oposición democrática es convocar a la movilización nacional. De allí la organización de los cabildos y la invitación a nuestro pueblo a una masiva protesta nacional el próximo 23 de enero, mediante multitudinarias y pacíficas manifestaciones populares, para reclamar el fin de la usurpación, el retorno a la democracia y el respeto a las libertades ciudadanas. Es cierto que el reto que debe enfrentar Juan Guaidó es muy complejo, pero si logra mantener la fe de nuestro pueblo, como parece ser ya una realidad, tendrá la fuerza suficiente para construir, con el inmenso apoyo de los venezolanos y de la comunidad democrática internacional, una solución que permita conjurar el peligro de la total destrucción de Venezuela.
Creo importante presentar algunos escenarios posibles que podrían suceder después de la manifestación de la oposición el 23 de enero. El primer escenario se desarrollaría de la siguiente manera: las manifestaciones no demuestran suficiente fuerza. Este escenario no lo voy analizar porque es casi una verdad de Perogrullo que en respuesta a la tragedia que vive nuestro pueblo, los venezolanos se lanzarán a la calle pacíficamente en una gran protesta nacional. Ante esta realidad pueden surgir a su vez tres escenarios: un primer escenario en el cual Nicolás Maduro ordenaría reprimir las manifestaciones con la Fuerza Armada Nacional, los organismos de seguridad del Estado y grupos armados de sus partidarios causando un número importante de muertos y heridos.Aquí podría ocurrir una variante. La orden es solo dirigida a sus partidarios armados. Estoy convencido de que en las dos circunstancias conduciría a un acto de desobediencia de una mayoría fundamental de la Fuerza Armada Nacional y de los organismos de seguridad del Estado. Ante este hecho, un número preponderante de los mandos militares presionarían a Nicolás Maduro a renunciar y abandonar el país con su familia y algunos altos funcionarios de su gobierno.
Un segundo escenario podría producirse por la infiltración de las manifestaciones por grupos seguidores del gobierno para generar violencia desde las mismas concentraciones y justificar la consabida represión, culpando a la dirigencia opositora por los disturbios ocurridos. Esta posibilidad le exige a Juan Guaidó, a la dirigencia política y social y a todos los asistentes frustrar cualquier llamado a ejecutar actos violentos tomando las medidas necesarias para garantizar el éxito de la protesta. En ambos casos Juan Guaidó desvincularía la protesta de los hechos ocurridos y haría un llamado a la Fuerza Armada Nacional a cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional. Ese llamado conduciría a que un sector descontento en la Fuerza Armada Nacional, que según voceros del propio régimen se encuentra conspirando, decidiera insurreccionarse contra el gobierno de Nicolás Maduro, argumentado su falta de respaldo legal para ejercer el mando de la institución armada, con las mismas consecuencias citadas en el párrafo anterior. En un tercer escenario podría ocurrir que Nicolás Maduro no intentara impedir las protestas y estas transcurrieran con normalidad, con lo cual quedaría demostrado claramente, ante Venezuela y el mundo, el abrumador repudio a su persona y a lo que fue su desastroso e ilegítimo gobierno, marcando un hito sumamente importante en el camino hacia su salida definitiva del poder.
En cualquiera de los tres escenarios posibles, los numerosos países que respaldan a la oposición democrática y rechazan la usurpación de Nicolás Maduro reconocerían a Juan Guaidó, como encargado de la Presidencia de la República, exigiéndole un rápido retorno a la constitucionalidad mediante la organización de unas elecciones democráticas, justas y equitativas y el respeto de la vida, los derechos políticos y los bienes de los funcionarios civiles y militares del gobierno madurista. Al mismo tiempo le ofrecerían un decidido y firme apoyo para obtener los recursos necesarios para enfrentar la crisis económica y humanitaria, facilitando de esta manera la recuperación económica de Venezuela. No hay duda de que son escenarios optimistas, porque los pesimistas si llegasen a concretarse les causarían tal daño al país que no quiero imaginármelos. Podrían conducirnos a un período de violencia nacional e internacional.