Y ruego a Dios que eso incluya a Venezuela, a pesar de que hoy (después de las elecciones de gobernadores) a los demócratas nos invada la tristeza. Tristeza que tiene su origen en el arrebato de la voluntad popular por medio del ventajismo, migraciones de centros, impedir la sustitución de los candidatos, trampas y un sinfín de triquiñuelas que la dictadura chavista-madurista ha implementado ahora con mayor descaro. Al igual que la inconstitucional y fraudulenta constituyente, se ofrecen cifras que no tienen ninguna lógica.
No hay encuestadora que muestre que el partido de un presidente con 10% de apoyo obtenga 54%, por no citar cada uno de los casos por estado. ¿Dónde están esos militantes celebrando? Los venezolanos solo han vivido una noche sepulcral en la que Maduro habló ¡sin pueblo!, pero rodeado de militares. No podemos caer en la frustración y mucho menos en el aislamiento de nuestras respectivas “burbujas” (trabajo, familia, distracciones, metas personales, etc.), sino asumir nuestras responsabilidades colectivas con la democracia y la República, que son las formas de una vida digna para cada uno de nosotros.
Un primer aprendizaje de los resultados políticos y electorales (de ser ciertas algunas de las cifras que ofrece el CNE) puede ser caer en una sola explicación: fue fraude. Esto sería un grave error, porque ocultaría la parte de culpa que tenemos los opositores en general. Y entre todas ellas hay que insistir en el abstencionismo.
En el caso del estado Miranda perjudicó a nuestro candidato Carlos Ocariz, siendo el municipio Baruta (mayoritariamente opositor) el que menos votó en comparación con elecciones pasadas. ¿Cuándo aprenderemos que la peor diligencia es la que no se hace? Que la abstención no aporta nada en la lucha contra la dictadura, porque no logra deslegitimarlos, se pierde la oportunidad de desenmascarar sus trampas y fraudes y, en caso de que tengamos un apoyo “institucional” (una autoridad o grupo que exija la transparencia), no tendríamos los votos para ganar.
Por otro lado, la Mesa de la Unidad Democrática debe revisar los errores que cometió en lo que respecta a evitar el descontento de una parte de sus representados (no supimos ganar su confianza) y aprender cómo neutralizar las violaciones del Estado-enchufados a las normas del sufragio, por no hablar del esfuerzo que debemos hacer en despertar a los que todavía son engañados por el proyecto totalitario.
El segundo y quizás más importante aspecto que los demócratas tenemos que atender, después de aclarar lo ocurrido en estas “elecciones”, es el hecho de que la dictadura volverá a asumir la estrategia de aprovechar nuestra frustración. Dicha frustración, hay que repetirlo una vez más, nos ha dividido y limitado nuestra capacidad de movilización en el voto o cualquier otra estrategia. Es por ello que no dudemos un segundo que en los próximos días, o semanas, se nos anunciará la fecha de las elecciones municipales o presidenciales. ¿Vamos a volver a iniciar la estéril discusión sobre abstenernos o no? ¿Vamos a demorar la elección interna de nuestros candidatos unitarios (no vayan a impedirnos la sustitución en el tarjetón)? ¿Van a volver los abstencionistas a quedarse en casa en vez de salir a la calle a luchar por las mejores condiciones del sufragio (derecho que ha sido su principal argumento para no votar)? ¿Vamos a dejar la campaña para el final en vez de comenzarla hoy mismo, logrando que ella fusione de manera perfecta la esperanza del cambio en la situación social con la victoria electoral? La respuesta debe ser ¡no! Y poner manos a la obra.
El tercer aspecto es recordarnos que hoy es 18 de octubre, efemérides fundamental para retomar una vez más nuestro compromiso con el voto y la democracia. Compromiso que han asumido millones de votantes que no se han rendido a lo largo de estos años oscuros ante todos los obstáculos que este deplorable CNE les ha impuesto. Un hermoso ejemplo fue como el 15-O los demócratas de las urbanizaciones “subieron” a los barrios para ir a ejercer su derecho, el cual quería arrebatárselo la dictadura al moverlos a última hora para lugares donde supuestamente ellos no irían (una ofensa más del chavismo-madurismo a los pobres al catalogarlos como amenaza). De igual forma están los miles de testigos en todas las mesas y los dirigentes que no solo deben soportar la persecución del gobierno sino la constante crítica e insultos de algunos opositores.
Y por último, el aprendizaje fundamental de estas elecciones, pero en general de estos dramáticos (casi) 20 años, es la certeza de que nos enfrentamos al MAL. Esto nos alerta ante sus perversiones, su constante intención de engañarnos y de generar todo tipo de perjuicio. Desde el año pasado el principal ha sido terminar de destruir el voto como herramienta de cambio político. Sigo convencido de que no podemos darles gusto, por lo que la lucha tiene que centrarse en la recuperación del sufragio en toda su plenitud y justicia, al mismo tiempo que ejercemos nuestro derecho. Muchos pensarán que es algo contradictorio hablar de un régimen malvado y votar, pero yo prefiero que me lo roben a entregarlo sin luchar, porque el mal tiene que ser despojado de sus disfraces y mentiras.
No perdamos la esperanza y, como Abraham Lincoln en Gettysburg (1863), confiemos en que “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, jamás perezca sobre la Tierra”.