COLUMNISTA

Irse del país

por Rafael Rattia Rafael Rattia

A ver si me explico. Dice el dicho que “ni tan calvo ni con dos pelucas”. Al país le cuesta una inmensa fortuna formar y preparar a su mano de obra calificada. Desde el Simoncito o preescolar hasta los posgrados de especialización, maestría, doctorado y posdoctorado. ¿Quiénes mayormente emigran del espanto en que la “revolución” ha convertido a Venezuela y hacia dónde? Fundamentalmente, huyen del país los profesionales y técnicos que aspiran, una vez graduados, adquirir una casa, un vehículo y ascender socialmente en la pirámide social que caracteriza a las sociedades normales, civilizadas, con libertad para crecer y desarrollarse individualmente como seres humanos destinados a vivir bajo un régimen de libertades. Libertad de comercio, libertad de tránsito, libertad sin más, sin adjetivos. Son muchas las razones por las que el venezolano abandona el país; desesperanza, angustia ante la carencia de medicamentos, falta de empleos, ausencia de medicinas, inseguridad, carestía, devaluación de la moneda… Pero fundamentalmente el venezolano se marcha porque en su país no tiene sentido trabajar para dejar las pocas energías en una cola interminable cada día en busca de una canilla de pan o de una masa de maíz para apenas mitigar el hambre que se ensaña cruelmente contra los más débiles de la sociedad, la población infantil y los mayores de la tercera edad, estos últimos golpeados con particularmente con saña e inmisericordia por la espantosa crisis humanitaria que se abate contra la nación entera.

La revolución descapitalizó implacablemente a Venezuela destruyendo literalmente a su otrora pujante y orgullosa “clase media” que se enorgullecía casi infantilmente de poder, a fuer de esfuerzo y tesonero emprendimiento personal, alcanzar razonables niveles de ascenso social vertical en la sociedad fruto de su honesto trabajo individual. El mezquino y excluyente concepto de lealtad al partido de la revolución suplantó la libre iniciativa individual del ciudadano que se proponía objetivos y metas económicas que les permitieran lograr su independencia económica y desarrollar(se) empresarialmente como factor autónomo de creación de riquezas.

Argentina y Perú han comprendido que su papel como naciones democráticas y celosas defensoras de la libertad de comercio y la libertad de empresas requieren de una poderosa mano de obra altamente calificada y esa “mano de obra” puede obtenerla de Venezuela. De ahí que las autoridades gubernamentales de dichos país hayan decidido “exonerar” de tanto trámite engorroso y legal a quienes llegan a esos países con un elevado bagaje intelectual, técnico y profesional en busca de un empleo digno que les permita empezar de nuevo otra vida que les brinde un futuro promisor; que sin dudas lo hay en esas naciones respetuosas de la propiedad privada y de la ley.

En Venezuela la revolución de raigambre zamorana se burla de quienes estudian y lo someten al escarnio por el simple hecho de que a mayor nivel de preparación profesional el ser humano piensa con cabeza propia y le cuesta someterse a las vilezas que pretende imponer el socialismo a los habitantes. No es casual que el PSUV ice las banderas de “los federales” ezequielistas de 1858 de tierra arrasada y griten bajo otros corolarios: “Muerte a los que saben leer y escribir”.