COLUMNISTA

La intrahistoria

por Leopoldo López Gil Leopoldo López Gil

Escribió don Miguel de Unamuno en 1895 sobre lo que constituía la base fundamental de la historia, y la describió así: “Las olas de la historia, con su rumor y su espuma que reverbera al sol, ruedan sobre un mar continuo, hondo, inmensamente, más hondo que la capa que ondula, sobre un mar silencioso y a cuyo fondo nunca llega el sol. Todo lo que cuentan a diario los periódicos, la historia del presente momento histórico, no es sino la superficie del mar que se cristaliza en los libros y registros, una capa dura, no mayor con respecto a la vida intrahistórica que esta pobre corteza en que vivimos con relación al inmenso foco ardiente que lleva dentro. Los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de los millones de hombres sin historia que a todas horas del día y en todos los países se levantan con el sol a seguir la oscura y silenciosa labor cotidiana y eterna… sobre la inmensa humanidad silenciosa se levantan los que meten bulla en la historia. Esa vida intrahistórica…”.

Unamuno apunta a la importancia de la vida de los hombres y mujeres comunes, los que están a la sombra de las hazañas, la mayoría silente, cuyas sangres, sudores y lágrimas construyen los países, es la historia de los que no tienen historia.

En Venezuela, la historia oficial refleja una visión unívoca de los procesos y hechos de los últimos cuatro lustros con manipulación interesada, intenta crear mitos y generar un pensamiento único, un país dominado por la mano imperial salvado por los trastornados revolucionarios. El castrocomunismo de la patria, engañosamente llamado bolivariano socialismo del siglo XXI, se ha empeñado en presentar a nuestra sociedad como un pueblo dividido, los rojos rojitos y el resto.

Hoy el mundo se impacta al percatarse de la otra Venezuela, no es ni la sumisa esclava del Imperio, ni tampoco la que flota sobre el mar de la felicidad, es una errabunda muchedumbre ninguneada que cruza caminos y trochas con solo lágrimas como equipaje, o se lanzan al mar con la audacia de testarudos, para alcanzar otras tierras donde sus sacrificios se conviertan en bienestar y progreso, eso que le hurtaron el comandante y su banda de gerifaltes.

Incompresible cómo un país tan rico como el nuestro haya logrado cultivar con el abono de la corrupción la cosecha más impresionante y cruel de la miseria que jamás haya visto la historia de nuestro continente. La burla continuada y perfeccionada a las leyes nacionales e internacionales, el desacato a tratados internacionales, una mezcla de incompetencia, ignorancia y profanación en el manejo de lo público, comenzando por la Constitución, han hecho posible lo que los mejores alquimistas no pudieron lograr: convertir todas las riquezas y potencialidades en hedionda y putrefacta miseria.

Es lastimoso conocer las estadísticas del éxodo de nuestra gente, solo comparables con las de países afligidos por interminables guerras o destrucciones causadas por fenómenos naturales. Hay más venezolanos pidiendo asilo en países europeos que ciudadanos sirios.

Hay una población abandonada dentro del país, y al menos 10% de nuestros hermanos echando raíces fuera.

Abra sus ojos y oídos Maduro, haga lo que su comandante le ordenó, si tiene ojos, vea, y si tiene oídos, oiga. Es hora de reconocer el enorme fracaso, ¡RENUNCIE! y permita que en Venezuela renazca la libertad, la unión, la paz y la prosperidad.