COLUMNISTA

La intervención de la diásporaen el proceso de reconstrucción del país

por Tomás Páez Tomás Páez

Un aspecto medular del proyecto de la voz de la diáspora venezolana consiste en la creación de un mecanismo que favorezca la “circulación del know-how o saber hacer” y de las nuevas redes que ha creado en todo el mundo, con el objeto de estimular su participación en el proceso de recuperación de la democracia y las libertades, condiciones necesarias para el proceso de reconstrucción del país.

El know-how, el capital intelectual, es neurálgico para crear riqueza, empleo y mejorar la calidad de vida y no se reduce al ámbito de formación académica. La diáspora se ha adueñado de nuevas habilidades en los países de acogida. Tal como lo define el Foro Mundial de Migraciones, “capta conocimientos, competencias, tecnologías y capital social” que el país de origen no “está en condiciones de generar por sí mismo o cuyo costo de oportunidad es elevado”.

La diáspora venezolana mantiene nexos muy estrechos con su país de origen, lo que dinamiza el proceso de difusión y transferencia de tecnologías a relativamente bajo costo y contribuye a su desarrollo. Por ese motivo adquiere especial interés la circulación del capital humano, el “intercambio bidireccional de personas, bienes, servicios y recursos intangibles que potencien la integración y el bienestar del espacio transnacional”.

En el proceso de reconstrucción todos son necesarios y todos tienen cabida. La magnitud del daño causado en todos los ámbitos, sin exclusión, y cuya verdadera dimensión desconocemos debido a la opacidad de la información, exige la participación de todos los venezolanos, allí donde se encuentren.

La capacidad corrosiva del socialismo del siglo XXI es la misma que la del socialismo del siglo XX, ilimitada. El modelo político y económico es un calco de los socialismos reales, hambre, pobreza, racionamiento y “una nueva lengua”, la que retrató maravillosamente Orwell en 1984. La escasez de medicinas y alimentos será atendida por “la gran misión abastecimiento soberano y seguro”, a la tarjeta de racionamiento la llaman el “carnet de la patria”, crearon el Ministerio de la Felicidad y seguramente pronto admitirán que crearon el Ministerio de la Verdad. Como decía Vaclac Havel: mienten hasta cuando mienten, porque hasta Naciones Unidas, siempre cuidadosa, ha denunciado la terrible crisis humanitaria que vive el país y que ya ha comenzado a cobrar vidas.

Es esta situación la que explica la decisión de emigrar de los más de 2 millones de venezolanos esparcidos por el mundo. Las razones fundamentales que dan cuenta del proceso migratorio son la inseguridad y absoluta impunidad, y el monumental deterioro económico (inflación, escasez y extraordinario deterioro del salario) que se condensan en una gran dimensión: el modelo político, el socialismo del siglo XXI.

De la terrible situación de la inseguridad da cuenta el número anual de homicidios, secuestros, robos y hurtos. La cantidad de muertos habidos en la guerra de Siria, que se ha prolongado durante 7 años, se cifra en poco más de 400.000, mientras que el número de homicidios en Venezuela durante 18 años se acerca a ese lúgubre umbral. Este hecho refleja el desconocimiento del más importante derecho de propiedad, el de la vida misma.

En el plano económico y social la situación se asemeja a la de un país recién salido de una confrontación bélica. Se ha destruido más de 60% del parque industrial y más de 40% de todo el tejido empresarial; 82% de la población se encuentra en situación de pobreza, una severa desnutrición que ha sido documentada por Cáritas, la inflación más elevada del mundo y la escasez de medicinas, alimentos, repuestos, equipos, etc.

Las razones que explican la decisión de emigrar no solo permanecen sino que han aumentado de un modo ostensible. Es lo que justifica la negativa de 80% de la diáspora a retornar al país. Insistimos y preguntamos utilizando un condicional: ¿Y si las condiciones del país cambiasen?, y el porcentaje de respuesta negativas se reduce. Volvemos a preguntar esta vez con el objeto de conocer la agenda de cambios de la diáspora. Las respuestas señalan las prioridades y aparece otra vez la necesidad de preservar el derecho de propiedad fundamental, reclaman seguridad y un ambiente apropiado para poder trabajar, invertir, y desarrollarse económica y socialmente, para lo cual es fundamental un cambio en el modelo político, portentosa máquina de creación de pobreza.

La negativa a regresar al país tiende a crecer en la medida en la que se mezclan dimensiones, estrechamente relacionadas entre sí: tiempo, trabajo y creación de nuevos nexos familiares en el país de acogida. La combinación de estos factores hace que la diáspora eche nuevas raíces que alejan la posibilidad del retorno.

La sesión culminaba preguntando por su inclinación a participar en el proceso de recuperación de la democracia y la reconstrucción del país. La formulamos en todos los instrumentos que utilizamos en el estudio y en los encuentros en los que hemos tenido el privilegio de contactar de un modo directo con miles de venezolanos en todo el mundo. El grado de unanimidad de la respuesta es realmente asombroso: la inmensa mayoría está preparada y dispuesta a participar en el proceso de reconstrucción de Venezuela. La indisposición a retornar es inversamente proporcional al deseo e interés en participar en la recuperación del país.

Esta participación puede hacerse, como de hecho se está haciendo, de mil maneras y no está condicionada por el retorno a Venezuela. Hoy las nuevas tecnologías y todas las aplicaciones que se han desarrollado facilitan la participación de la diáspora en el proceso de desarrollo. Este es un aspecto en el que es necesario insistir. La participación se está produciendo de diversas formas: alianzas estratégicas, proyectos de asesoría y asistencia técnica, equipos globales para el desarrollo de proyectos específicos, alianzas estratégicas de carácter financiero, tecnológico y comercial, joint-ventures y un inmenso etcétera.

El sendero lo están trazando las experiencias en el ámbito de los medios de comunicación, la producción de software, la investigación, la asesoría y la asistencia psicológica, etc. Las iniciativas y proyectos se desarrollan desde el lugar de residencia, desde el espacio que hoy ocupan. Hay suficientes elementos para traducir lo que se ha hecho en políticas públicas dirigidas a aprovechar el inmenso capital humano de la diáspora que, sumado al que existe en el país, permitirá iniciar el proceso de reconstrucción de Venezuela.