El título que encabeza este artículo lo tomamos de un capítulo de la segunda edición de nuestro libro El hombre y sus inquietudes (por publicar). Del presente se harán dos o tres entregas.
Cuando expresamos los vocablos hombre o mujer no estamos aludiendo solo a esa figura humana que percibimos visualmente ocupando un espacio. No nos referimos solo a esa tangible presencia expuesta a las miradas de todos los demás. Lo más importante del ser humano es lo invisible, lo intangible, lo que hay dentro de él, lo que podríamos denominar el aparato intelectual o psíquico, para darle un nombre. Allí, en ese oscuro e intangible mundo reside la razón de ser del hombre. Sí, allí están su intelecto, su emotividad y su vida de relación, que son las fuentes generadoras de las tormentosas inquietudes que no nos dejan la vida tranquila.
La existencia del hombre transcurre toda sobre la Tierra y dentro del aire. Ciertamente, vivimos dentro de la acogedora atmósfera. Gracias a ella respiramos, que es lo esencial para nuestra subsistencia. Pero además de esa gaseosa atmósfera, estamos inmersos en otra, en la cultural. Esta atmósfera cultural está formada por elementos intangibles, como lo son la mente, el espíritu, el alma y la vida psíquica e intelectual. Es decir, vivimos, actuamos y nos desempeñamos dentro de dos mundos, si es correcto así afirmarlo, en un mundo físico tangible y, en otro, en el cultural, intelectual y espiritual. Sabemos que el mundo físico no fue creado por los seres humanos, allí el hombre no metió mano. Pero este, en su afán de hallar comodidades, ha extremado sus cuidados en tratar de modificarlo para adecuarlo un tanto a la satisfacción de necesidades. No así el mundo cultural, que sí es hechura y patrimonio exclusivo de los seres humanos que, gracias a su intelecto, a su capacidad y voluntad propia, pueden crearlo, cultivarlo, modificarlo y enriquecerlo. Son las maneras cómo el hombre puede sobreponerse y elevarse mentalmente en búsqueda de la mejor convivencia humana de la cual él es el centro y donde con su actuación y con su vida, si son ejemplares y fecunda su trayectoria, sembrará trascendentales e imborrables huellas.
Entonces, es el hombre el ser más importante que existe sobre la Tierra porque está dotado de la misteriosa capacidad de pensar y razonar y, además, del privilegio de poseer virtudes y sentimientos. Indiscutiblemente, es amante de la sabiduría y, por ello, incansable en sus deseos de aprender cada vez más y más; deseoso siempre de inventar, descubrir, interpretar y tratar de entender los misterios de la naturaleza para lograr con ellos progreso y desarrollo en los aspectos culturales, económicos y sociales.
(Hasta próxima entrega).
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