Es muy posible que Sir Winston Churchill nunca se preocupara de Venezuela, eso sería de esperar, puesto que se ocupaba y angustiaba por eventos y circunstancias terribles y catastróficas como la guerra mundial, el holocausto, la cortina de hierro, la creación de Israel, la nacionalización del canal de Suez, la independencia de la India y otros tantos asuntos que sucedían mientras en nuestro país solo veíamos cómo llovía progreso, tal como dice la canción de Juan Luis Guerra. Pero, afortunadamente, Churchill escribió y legó recomendaciones para casi todas las eventualidades que se pueden vivir en un mundo convulsionado, por ello cito aquí unas líneas que estoy seguro de que se podría pensar que fueron escritas por un ser capaz de entender la situación y un líder dispuesto a conducir a sus seguidores por el camino de la victoria. Escribió así: “La muerte y la tristeza serán nuestras compañeras en la travesía; el infortunio nuestra vestimenta; la constancia y la valentía nuestro único escudo. Tenemos que unirnos, debemos ser audaces, tenemos que ser inflexibles, solo unidos”.
Estas palabras bien podrían ser consideradas proféticas para nuestra pobre nación, invadida y conquistada por dos enemigos muy sólidos. El primero, gracias a la traición e incapacidad de nuestras armas, en un abrir y cerrar de ojos aparecieron extranjeros para dirigir a nuestros soldados, policías, servidores públicos, servicios de sanidad, registros, notarías e identificación y, muy probablemente, hasta al Poder Electoral.
El segundo enemigo es más difícil de vencer ya que se trata de algo interno, algo propio, es una mezcla de ambición, egoísmo, soberbia y codicia que se inoculó en nuestro liderazgo y no solo en la política, más bien en toda la dirigencia social que ha construido una colosal barrera a la unidad. Es un enemigo formidable cuya derrota urge para poder caminar por el sendero de la recuperación.
Hacer un llamado para la defensa de nuestra nación comienza por descubrir la verdadera fibra patriótica de cada ciudadano, al contrario de esa diana matutina para engrosar las filas de un ejército traidor que pretende luchar contra un contrincante imaginario, espejismo en el desierto de valores y principios que nos ha dejado la sequía del socialismo del siglo XXI. El llamado debe surgir por el redoblar de las fibras del corazón al ver cómo mueren en total abandono y miseria los hermanos de la otrora nación orgullosa.
Unirnos no es una opción: es el mandato para vencer. Hagámoslo y seguramente cualquier sacrificio de hoy será la recompensa de mañana. Lo difícil pareciera ser lo sencillo que es lograrlo, solo hace falta un elemento: voluntad. Querer es poder.