Un nuevo periodo escolar comienza aunque nada entusiasta y un poco atrasado. Porque no hay tal regreso en su más exacta dimensión: en condiciones confiables, bien equipados los muchachos con sus uniformes y zapatos nuevos tan acordes a la etapa de crecimiento, nuevos textos y útiles escolares. En las escuelas públicas, los alumnos que retornan ni siquiera podrán encontrar a todos los maestros y compañeritos de clases; en los colegios privados, los altos costos no les hace fácil el mantenimiento de sus instalaciones o el cumplimiento con los maestros. En un caso, muchas familias no tienen cómo mandar desayunado o almorzado siquiera a los niños; y, en el otro, todavía muchos inscritos deben parte de las mensualidades del año lectivo anterior. En ambos casos, lo más probable es que muchos miembros de las familias se hayan ido del país, por cualquiera de las fronteras, incluso por la selva del Darién donde han fallecido numerosos niños venezolanos. Entonces, hay regresos de regresos, y el de 2022 no mueve a la emoción ni siquiera al ministerio de Educación que sabe que no tiene lo suficiente para afrontar el reto, por lo menos, de remendar las escuelas.
Los adultos que aún quedamos en el país tenemos memoria de un orden, una normalidad, una vida escolar alegre. Recordamos ese entusiasmo que significaba volver a las aulas, para compartir a diario con tus compañeros. Para los niños actuales, este regreso es redoblar el dolor diario, pues ellos son los verdaderos depósitos de los traumas económicos familiares porque no alcanzan los recursos para alimentar a los miembros de la familia, en especial a los niños, y darles fuerza para que día a día asistan a la escuela, o para costear la lista de útiles escolares y el uniforme, sin incluir los problemas cotidianos de la casa. Un regreso a clase de las familias venezolanas que sobreviven a esta anormalidad. Por ello, está prosperando un poco más la consulta virtual de psicólogos y psiquiatras, para quienes pueden pagárselas, para los niños que asumen conductas que antes no veíamos.
Es más, ahora no hay maestros que puedan ganarse el pan de cada día con la enseñanza, como antes, porque tampoco les alcanza para transportarse. Es el círculo vicioso de un régimen que destruyó, inclementemente, la educación. Y el muchacho de los sectores populares que ya no limpia zapatos, ni lava carros para ayudar con la comida en la casa, tiene por profesores a los malandros del sector donde conviven, sea de pistola en mano o de cuello blanco, porque esto está pasando tanto en las barriadas como en las urbanizaciones.
Lo que sí ha funcionado realmente, sobre todo en los barrios populares, son los maestros que cobran alguito por las tareas dirigidas que, en verdad, se convierten en clases formales. Algo semejante está ocurriendo en los sectores medios que, además del colegio, pagan las clases particulares de profesores porque la asistencia al plantel no garantiza que los muchachos aprendan las más elementales operaciones aritméticas. Se conoce de casos donde es el mismo maestro o profesor el que está a cargo da esas clases particulares. Incluso, el que puede, inscribe al niño en algún equipo de fútbol o club de artes marciales, cuyos entrenadores hacen ofertas especiales, porque no existe la educación física en el plantel. Muchísimo menos un paseo por museos o algo parecido. Y como siempre, también existen las excepciones de colegios privados y públicos de carácter religioso o no que han sabido sobrevivir y mantener un estándar en la educación venezolana.
Estamos claros que el régimen jamás ha dado, ni dará, las cifras de deserción escolar y docente. Y cuando se le ocurre deslizar algo, es un invento porque está clarito que no logran probar que el niño venezolano está escolarizado. Por eso el título de este articulo doloroso para mí: este nuevo periodo escolar está lleno de infelicidad, de estrés y de una dolorosa incertidumbre que siente la población de todo el país ante la posibilidad de poder mantener a sus hijos en el sistema escolar durante todo el 2023. Triste realidad en un país que debería cuidar y nutrir a sus niños y jóvenes porque allí es donde está el futuro de la patria. Resistir, insistir y persistir es la respuesta para un futuro real para Venezuela. Salir de este modelo destructivo, que no ofrece salidas felices para los ciudadanos, es el objetivo. Para este gobierno mantener a los pobladores sin educación y sin criterio es la manera de control. Su lema: se adaptan o se van, ese es el modelo que ofrecen, cuales dueños del país.
@freddyamarcano
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