Todo sistema educativo, debe estar estructurado para asumir retos, enseñar el emprendimiento para que, una vez formado el estudiante, sepa aprovechar la oportunidad y mirar más allá de las situaciones críticas.
A pesar de que en su desarrollo como individuo siempre encontrará dudas, su capacitación le indicará que el único camino es la persistencia, asumiendo los retos como estímulos, porque es así como se forma un ciudadano.
Con esos principios, estará en capacidad de reconocer su existencia, discernir entre lo bueno y lo malo, para captar la lógica de su realidad y para construir su proyecto de vida.
La educación formal debe formar para sentir y saber, en valores y principios, en la fe y la determinación. Son los ejes transversales, que van más allá de cualquier asignatura, para dejar la impronta en la construcción de seres humanos integrales, conscientes, responsables, competentes ante el deber y comprometidos con su entorno.
La formación debe estar dirigida hacia el aprendizaje, no hacia la enseñanza. Los docentes deben ser capaces de convertirse en motores para el cambio, no en simples burócratas académicos. El maestro, el profesor, debe ser un líder y así fomentar el trabajo en equipo, hacer uso didáctico de los temas a tratar y, lo más importante, enseñar a los estudiantes a pensar, incentivando la capacidad de diferenciar la verdad y la falsedad, no ideologizarlos ni mucho menos convertirlos en fanáticos.
Hay que privilegiar el conocimiento, integrado con habilidades y destrezas, orientando a los escolares para que sepan utilizar todos los recursos para hacer frente a los problemas, que sientan que cuentan con los instrumentos necesarios, en pocas palabras, el docente debe formar al aprendiz, para que siempre puedan tener las mejores opciones, que tienen el poder, porque tienen el saber.
Hay que eliminar el miedo al error enseñándolos a investigar, no a copiar y pegar; no pensar en las materias como una nota, sino como la oportunidad de incrementar su capacidad de análisis; que aprendan a ser críticos, no conformistas.
Pero la realidad es diferente. Nuestras instituciones están formando analfabetas funcionales, niños y jóvenes que apenas saben escribir y mucho menos razonar y expresarse. Cuando deben resolver problemas, optan por el camino de la violencia, porque carecen de fundamentos. ¿Dónde está la moral, la ética y el respeto? Todo se resume en medidas, marcas y frivolidades. Pasar de año no es un compromiso para ir formándose y adquirir conocimiento, solo es un requisito para la inesperada virtud de la ignorancia. Gracias a una masificación de la educación sin ningún tipo de planificación, donde todo se resume en la obtención de una calificación, porque lo que importa es el título, para engrosar las filas de iletrados, que ven la existencia solo con el fin de conformarse con poco, en vez de ser soñadores y precursores de una mejor sociedad.