COLUMNISTA

Independencia energética Keystone

por Boris Santos Gómez Úzqueda Boris Santos Gómez Úzqueda

Estados Unidos está en medio de un debate relacionado con la energía y su seguridad energética para reducir importaciones de petróleo del Medio Oriente, de Venezuela e incluso de México.

Activistas, con muy poca información técnica, han estado reclamando que el presidente de Estados Unidos le ponga un veto y rechace el proyecto Keystone XL.

Keystone XL es un sistema de ductos (pipelines transporte de hidrocarburos) con más de 2.700 kilómetros de longitud y 1 metro de diámetro entre las arenas petrolíferas de Alberta, tercer depósito de petróleo más rico del mundo (Canadá), pasando por refinerías de Illinois; el nodo de distribución de combustibles de Cushing (Oklahoma) hasta el golfo de México (Estados Unidos) que transportarán un total de 830.000 barriles diarios de petróleo crudo sintético y bituminoso diluido (básicamente de petróleo no convencional) extraído en procesos diferentes a la explotación “tradicional” de petróleo/gas.

Significará casi 45% de reducción de importación de petróleo de Nigeria, Arabia Saudita o Venezuela.

Sin embargo –y coincidiendo en que grandes proyectos de infraestructura energética merecen el máximo cuidado en la preservación del medio ambiente y entornos humanos– no es menos cierto que el proyecto Keystone permitirá que Estados Unidos goce un largo tiempo de independencia energética, la creación de más de 40.000 puestos de trabajo directos y miles de millones de dólares en inversiones adyacentes al proyecto, que van a movilizar la economía de varios estados norteamericanos.

En la perspectiva de geopolítica energética Estados Unidos –sumado al negocio del fracking– va a lograr su independencia energética en breve.

El propio gobierno federal norteamericano evaluó y estudió el proyecto por cuatro años concluyendo que no tendría un impacto altamente negativo sobre el medio ambiente en toda la ruta.

Si realmente se buscara luchar contra la emisión de CO2 se debería combatir contra las compañías de carbón y no contra proyectos de industrias de petróleo sintético o gas no convencional que tienen, comparativamente, menos porcentualidad de emisión de CO2.

Con los líquidos transportados por el Keystone las refinerías norteamericanas tendrán mayor capacidad de refino y quizá hasta se podría pensar en una reducción de costes de refino y de venta de combustible.

Más allá del debate energía vs emisiones Estados Unidos está debatiendo alternativas a importación de crudo de países altamente conflictivos (Medio Oriente o Venezuela).

Años atrás el anterior presidente de Estados Unidos rechazó el trazado del proyecto, decisión que provocó que la compañía lanzara el proyecto de nuevo, pero con modificación.

Aunque las cifras seguro van a variar de momento se sabe que el Keystone XL costará más de 7.000 millones de dólares.

Para a Canadá el proyecto le queda muy bien por cuanto le significará gran ingreso de dólares en vez de vender el petróleo a China, cuya logística de transporte sería muchísimo más compleja y costosa que vender a su vecino del sur.

El sistema de refino/ductos Keystone operativo actualmente tiene la capacidad de producir hasta 590.000 barriles por día de petróleo crudo canadiense dirigidos a refinadoras del Medio Oeste norteamericano.

La construcción incluirá más de 23 estaciones de bombeo e instalaciones de suministro.

Son casi 900 kilómetros de longitud en Canadá y casi 2.300 en territorio de Estados Unidos que tiene más de 200.000 kilómetros de oleoductos/gasoductos en operación.

El nuevo ducto podría ser uno de los más modernos y seguros del mundo de la ingeniería de infraestructura energética para Estados Unidos y que van a paliar las grandes necesidades de consumo de la sociedad estadounidense que necesita más de 10 millones de barriles diarios de petróleo importado para mover su economía interna.

Una pujante economía de libre mercado como la norteamericana seguramente inclinará la balanza a favor de ese proyecto que, dados los estudios y análisis técnicos de expertos, será una verdadera revolución económica-energética para Estados Unidos que pondrá a la vanguardia a ese país.

La comunidad latinoamericana de Estados Unidos de seguro recibirá un impacto positivo de esta colosal obra no solo en la contratación de mano de obra, sino de medianos y pequeños emprendimientos que atenderán a grandes compañías a cargo de la construcción.

La rueda de la economía siempre se mueve…