En veces escribo sobre cosas vanas, aparentemente inútiles. Muchos de los tópicos se refieren a diversos aspectos que forman parte sustancial de una especie de cotidianidad perniciosa. Algo así como “llover sobre lo mojado”.
Acompañé a un dilecto amigo (profesor de economía en cursos de posgrado en la UCV) a efectuar diligencias relacionadas a su próximo viaje al exterior. Mientras realizaba los trámites correspondientes, este puso en mis manos un libro sobre matemáticas. Para sobrellevar la espera lo ojeé a vuelo de pájaro. Me tropecé con un epígrafe, en uno de sus capítulos, que me llamó profundamente la atención: “Existen tres clases de mentiras. La mentira pura y simple, las malditas mentiras y las estadísticas”.
Pensé que guardaría en la memoria al autor. No estoy seguro si se trata de Mark Twain. El mismo que afirmó: “Nadie se desembaraza de un hábito o de un vicio tirándolo de una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño”. De no ser así, me excuso con mis generosos lectores. La memoria, de vez en cuando, hace jugarretas inexcusables.
Leyendo las noticias nacionales e internacionales me entero de que en la página Aporrea, cuya línea editorial, en la actualidad, se debate en un diverso submundo de contradicciones. Por un lado se observa la postura irreductible de sus escritores de defender a todo evento al régimen. Por otra parte, cada día, se incrementan opiniones contundentes contentivas de sinceras críticas y autocríticas. Dirigidas, fundamentalmente, a la línea política del PSUV. Y por consiguiente al totalitarismo que nos ahoga y oprime.
La información en cuestión se refería a protestas de calle realizadas por trabajadores dependientes de ministerios, institutos autónomos y empresas del Estado. Lo hacían sin cortapisas; alegando lo pautado por el artículo 91 constitucional: “Todo trabajador o trabajadora tiene derecho a un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para sí y su familia las necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales. Se garantizará el pago de igual salario por igual trabajo y se fijará la participación que debe corresponder a los trabajadores y trabajadoras en el beneficio de la empresa. El salario es inembargable y se pagará periódica y oportunamente en moneda de curso legal, salvo la excepción de obligación alimentaria, de conformidad a la ley”.
Por supuesto que no me voy a referir a la continua violación de muchísimos preceptos constitucionales contenidos en la carta magna. Ya hemos escrito mucho sobre ello. No vale la pena repetir la argumentación. ¡Se trata de algo que es del conocimiento público! Algo parecido a “fusilar argumentos” ya desarrollados. Todos producto del golpe de Estado continuado y en plena ejecución que padecemos desde hace más de un lustro.
También hemos aducido que no poseemos, por haberla perdido, la capacidad de asombro. Que los acontecimientos se desencadenan de manera recurrente. Los escándalos son tan estruendosos que la lucidez de la memoria se encuentra en mengua operativa; y se soslayan, involuntariamente, cuando emergen las nuevas noticias.
Por ello es paradójico que la acción de protesta realizada por la reivindicación salarial a la que nos referimos sea proveniente de organizaciones pertenecientes al mundo oficial. Estos organismos e individualidades han logrado la “gozosa audacia de vencer al miedo”. Simplemente es el inicio de un proceso que ha logrado horadar la coraza contentiva del vil chantaje y la abrumadora retaliación política ejercida por Maduro y su combo.
Es desconcertante –también– que el parapeto llamado CTV y otras organizaciones similares pertenecientes a partidos y centros de oposición mantengan una quietud y silencio digna de camposantos. No ha emergido –por ahora– ningún líder sindical con consciencia de clase firmemente cimentada y con voluntad política irreductible para acometer el reto de desafiar (enfrentando con decisión todos los desafueros totalitarios) al régimen. Este (el gobierno) es el único responsable de la crisis nacional. Las condiciones objetivas y subjetivas del crudo conflicto social que padecemos hace propicia la ocasión para desplegar, mediante la necesaria Planificación Estratégica, todo lo que hemos desarrollado en infinidad de escritos donde abordamos puntualmente el tema.
Decíamos que el gobierno es habilidoso y ducho en la aplicación goebbeliana de las mentiras e imposturas. Piensan que el repetirlas con asiduidad la harán verdades incuestionables. Que las torpezas recurrentes por parte de sectores de la oposición organizada han sido transmitidas (en una especie de ósmosis) como una secuela negativa a la ciudadanía y a la población en general. La premisa gobiernera comete diariamente desatinos ostensibles que ponen en duda el éxito de la ya fracasada política económica puesta en escena. (Sin abordar en esta oportunidad los aspectos políticos y sociales).
Maduro insiste en que la cacareada política económica está rindiendo los frutos esperados: “Los precios de diversos productos concertados”. La implementación de salario mínimo anclado al petro. La ilusa determinación de liquidar al dólar como moneda de pago internacional, sustituyéndolo por el euro. Todos esos “cuentos de camino” constituyen las fábulas con las cuales nos encontramos y aturden día a día.
Veamos entonces la supina contradicción. El nuevo dólar “oficial” aceptado comenzó equiparándose a la cantidad 60 bolívares. Este precio de dólar denominado Dicom tenía un valor equivalente a la mitad del petro. Es decir, 1.800 bolívares (el valor se tasó en 3.600 bolívares) que constituye el denominado “salario mínimo”. Después, alrededor de un poco más de 40 días; el “dólar oficial” ha sufrido una devaluación importante. Para la fecha asciende a la cantidad de 64 bolívares por dólar. Dólartoday (la página más conservadora) señala que ya se sobrepasó la barrera de los 200 bolívares por dólar.
Tampoco voy a hablar ahora de la pasmosa inflación diaria de todos los productos que se mercadean comercialmente. Me voy a referir –con exclusividad– a los precios puestos en vigencia por el Ejecutivo nacional para hacer efectivo el uso de diversos servicios de carácter público. No pienso aturdir a mis generosos lectores enumerando puntualmente el valor de los mismos. Escogeré –al voleo– los costos implementados por el propio Estado venezolano para sufragar algunos de los servicios públicos. Tales como los concernientes a la adquisición de los pasaportes (nuevos o prorrogados). El valor de las licencias de conducir en sus diversas modalidades y el costo de las placas de los vehículos. El valor de las tasas aeroportuarias etc. Si constatamos todos estos valores –íntimamente relacionados a servicios públicos– con el salario mínimo establecido de 1.800 bolívares; concluiríamos que a cualesquier jubilado o empleado común le estaría vedado e imposibilitado poder sufragarlos debidamente. Los jubilados –lo sabemos– somos personas que disfrutamos, de acuerdo con la ley, de estas irrenunciables prestaciones. No como dádivas; sino a modo de haber cumplido rigurosamente con la edad y las cotizaciones establecidas producto de nuestro esfuerzo y trabajo a tenor la ley positiva.
El gobierno ha “sacado” esposados a diversos gerentes de sus negocios por aumentar (ese es su argumento) el valor de los productos que mercadean y los ha aherrojado en las diferentes ergástulas. Si acogemos como valedera esta premisa; con la vetusta frase de que: “La salsa que es buena para el pavo, lo es para la pava”. De ser así, podríamos deducir que el Sebin debería “ponerle los ganchos” a los responsables. No solamente al director del Saime. Sino, y de igual modo, al jaquetón y vocinglero ministro del Interior quien es su indiscutible superior jerárquico. Suponiendo que se aplica debidamente la premisa administrativa correspondiente, ya que fue este quien seguramente autorizó el bestial aumento mediante “el punto de cuenta respectivo”. De igual manera, para ser coherentes con el procedimiento aplicado, se debería sancionar al director del Instituto Nacional de Transporte Terrestre (INTT). A todas las autoridades de los órganos administrativos responsables de las nuevas tarifas leoninas de los servicios públicos.
Finiquitaríamos el escabroso tema afirmando que quizás (para algunos) la motivación del escrito pudiera ser conceptuada y no sería otra cosa que algo inane. Puesto que Maduro no se desviará voluntariamente ni un milímetro de su nueva política económica. Sin que ello signifique que ha sido producto de un inocuo divertimiento mío consistente en borronear líneas de escritura sin concierto, intención y motivación alguna.
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@CheyeJR