Las declaraciones de Nicolás Maduro a los medios de comunicación internacional, durante la rueda de prensa que ofreció el pasado 12 de diciembre, no solo causan preocupación sino angustia. No tengo duda en afirmar que esas declaraciones tenían por objeto exacerbar intencionalmente las tensiones existentes con Estados Unidos, Brasil y Colombia. No hay otra manera de poder explicar las graves acusaciones que realizó en contra de los presidentes Donald Trump e Iván Duque, del presidente electo del Brasil, Jair Bolsonaro, y de su vicepresidente Hamilton Mourao.
Las acusaciones fueron de tal gravedad que, a mi criterio, pueden tener graves consecuencias para su gobierno y hasta comprometer el destino de Venezuela. Es decir, que esa exacerbación de las tensiones podría resultar en un hecho de fuerza, con las lamentables consecuencias que ello implicaría. Además, tengo la impresión de que Nicolás Maduro trata de provocar en la región, con esa conducta retadora, una situación de violencia similar a la del Medio Oriente.
Al regreso de su imprevisto viaje a Rusia a entrevistarse con Vladimir Putin para tratar, según él, asuntos bilaterales, señaló que la empresa rusa Rosneft invertiría 6.000 millones de dólares para incrementar la producción venezolana en un millón de barriles sin aclarar el porcentaje de capital ruso y venezolano en dicho proyecto. Sin embargo, la causa del viaje parece haber sido otra. Es decir que, ante el apoyo geopolítico negado por China y la cercanía del 10 de enero de 2019, fue a solicitarlo en Rusia. Esta sospecha resultó cierta y fue comprobada por el sorpresivo arribo al Aeropuerto Internacional de Maiquetía, a la vista de todo el país, de cuatro aeronaves militares rusas, una de apoyo logístico, una para transporte de personal y dos modernos bombarderos Tu-160, con capacidad nuclear. El discurso pronunciado por el general Vladimir Padrino en el acto de recibimiento, de ese pequeño, pero poderoso contingente militar, constituyó, sin lugar a dudas, una grave provocación al afirmar que “ambos países se preparan para defender a Venezuela”.
Las absurdas e irresponsables declaraciones realizadas en la citada rueda de prensa y los planteamientos mantenidos en al acto de recibimiento al contingente militar ruso deben ser analizados, política y militarmente, para determinar el grado de riesgo que significan para Venezuela, al tratar de presentar, ante la opinión pública nacional y latinoamericana, la supuesta alianza militar con Rusia como una demostración de fuerza capaz de contrarrestar las presiones internacionales que surgirán después del 10 de enero de 2019.
Por otra parte, las jugadas de Rusia e Irán tienen objetivos mundiales: demostrar que son capaces de actuar en un área de influencia de Estados Unidos y que el mundo unipolar llegó a su fin, dando paso a un nuevo mundo multipolar. La pregunta a responder es la siguiente: ¿Permitirán Estados Unidos, Europa, Canadá y el Grupo de Lima este desafío sin ninguna acción de respuesta? Creo que no.
Es necesario evaluar el equilibrio de las fuerzas militares entre los posibles actores en la crisis para poder determinar la magnitud de la acción de respuesta que puede surgir al desbordarse las tensiones existentes, particularmente entre Estados Unidos, Colombia y Brasil, con el gobierno madurista. El planteamiento realizado por el general Padrino y la llegada a Venezuela de la misión militar rusa indica que la Fuerza Armada Nacional se prepara para rechazar un ataque de guerra convencional por parte de los países antes señalados y de una fuerza de mercenarios organizada, entrenada y equipada en Colombia. Ese rechazo estaría apoyado en el empleo de los sistemas de armas adquiridos a Rusia y el material aéreo exhibido en la reciente visita. Ello no pareciera suficiente para enfrentar una respuesta militar de los gobiernos de la región a las descabelladas provocaciones de Nicolás Maduro y su camarilla gobernante.
El supuesto apoyo militar que recibiría el gobierno de Nicolás Maduro de Rusia y de Irán no es suficiente para equilibrar las fuerzas en conflicto. La breve presencia de los bombarderos Tu-160, con capacidad nuclear, pero sin armamento, señala que está totalmente descartado por Rusia ese tipo de enfrentamiento. Su respaldo en la crisis pareciera limitarse a la efímera estadía de la misión militar que llegó a Maiquetía a principio de esta semana. Un apoyo masivo de la Fuerza Armada rusa al gobierno de Maduro, en un conflicto convencional, no significaría un fortalecimiento de la capacidad defensiva de nuestra Fuerza Armada, ya que las muy complejas dificultades logísticas que producen la distancia de sus bases y la reconocida debilidad de la marina rusa, no permitiría que esa amenaza sea percibida como real y, de ninguna manera, comprometería la superioridad militar de la alianza de Estados Unidos, Brasil y Colombia. El apoyo militar iraní sería inexistente.
Nicolás Maduro también hizo alusión en su rueda de prensa a una supuesta invasión de una fuerza mercenaria desde Colombia. Sobre ese particular no se tiene otro conocimiento, más allá de lo afirmado por él. Pero, de ser esto así, no creo que Estados Unidos, Brasil y Colombia estarían dispuestos a repetir los mismos errores que cometieron los estadounidenses en la invasión a Cuba por Bahía de Cochinos. Lo que sí he observado es que en medio del desespero que ha invadido a Nicolás Maduro por la cercanía del 10 de enero de 2019, se ha comenzado a tratar de recrear una situación similar a lo que se conoció en los años sesenta como “la crisis de los misiles” entre Estados Unidos y Rusia, en la cual Cuba fue solo un tonto útil. A tal efecto vale la pena recordar la frase de Karl Marx, muy del agrado de los revolucionarios del siglo XXI: “La historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa”. En consecuencia, creo que la búsqueda de una salida tan irresponsable, para evadir la entrega del poder, no pasa de ser una vana ilusión.
De todas maneras, debo recordar las dolorosas consecuencias que, en todos los órdenes, sufren los pueblos de los países que son invadidos y mucho más cuando son derrotados militarmente. Tratar de evitar que eso ocurra debería ser el objetivo fundamental de los mandos militares. Ante el grave riesgo que enfrenta Venezuela, es momento para presionar, con firmeza, a Nicolás Maduro para que tome una posición de mayor prudencia y responsabilidad en las relaciones internacionales de Venezuela que le permita superar la crisis regional para evitar que se materialice la amenaza de una posible intervención militar multilateral. Al mismo tiempo, se requiere encontrar una alternativa de solución política a la crisis interna. El único camino que queda es reconocer la legitimidad de la Asamblea Nacional, a objeto de encontrar una vía constitucional que facilite el cambio político necesario para superar las arbitrariedades del ilegítimo gobierno madurista y la espantosa crisis a la cual ha sometido al pueblo venezolano.
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