La literatura española tiene un lugar preponderante dentro de las letras universales, pero este lugar privilegiado del cual goza esta literatura no es cosa de casualidades ni causalidades, ya que la prosa con la cual están impresas se caracteriza por un manejo sobrio de parte de sus autores.
Además, en el corredor literario universal, es bien sabido que el devenir histórico de España ha servido para que esos grandes escritores ibéricos utilicen toda la carga de información con la que cuentan para impregnar el papel de sutiles letras, francas palabras, intensas frases o decisivas obras, que a la postre marcan el rumbo intelectual en todas latitudes.
Y si como un magnífico ejemplo de las letras inglesas citaríamos a William Shakespeare o Charles Dickens, en el caso español los ejemplos no serían menos importantes, de Miguel de Cervantes a Francisco de Quevedo, de Camilo José Cela a Francisco Umbral, la realidad española está reflejada en sus obras: la pasión de una España imperial, el arraigo de la fe, el paternalismo por América, el entusiasmo de Europa e incluso la apoteosis de la propia España; todo esto es lo que ha mantenido vivo al país ibérico.
Las letras españolas han formado enormes maquinarias que mantienen en perfecto funcionamiento a su nación, pues pertenecen a engranajes intelectuales que encajan en el tejido social de millones de individuos en todo el planeta.
Los escritores españoles hoy, como siempre, mantienen la principal característica de la literatura moderna dejando para su debido momento la utilización de convencionalismos, siendo los medios de comunicación masiva los encargados de homogeneizar los temas y el lenguaje utilizado; las nuevas generaciones de escritores gozan de una mayor comunión con los lectores jóvenes, pero claro, sin descuidar a los más adultos.
Y es en los escritores que rondan los cuarenta años –que emplean la palabra escrita de manera valiente– en quienes está la responsabilidad por construir literaturas valiosas, que al explotar las temáticas actuales alcanzan niveles de audiencia poco esperadas por sus antecesores, ellos y ellas van abriéndose paso en las galerías literarias, algunos con menor suerte que otros, pero al final están edificando buenas torres porque los cimientos en los que se asentaron son firmes.
Uno de los mejores ejemplos de lo que hablo, que se está mostrando en España y que cada vez seduce más a más lectores es Lucía Etxebarria, una ferocidad de escritora, que posee un lenguaje literario cargado de eufemismos, que al explorar las insinuaciones de la mente femenina recrea un lenguaje sugerente, provocativo o muy tentador.
Desde la publicación de su primera obra, Etxebarria mostró el lenguaje y la temática de su atención, ese primer libro significó el aprendizaje que ella necesitaba como escritora para poder dar un salto significativo en poco tiempo dentro de esta área, pues el escribir sobre la relación de Kurt Cobain y Courtney Love expuso sus sentimientos hacia el movimiento grunge y afinó su métrica intelectual, La historia de Kurt y Courtney: aguanta esto, fue un muy buen ejercicio literario.
La primera novela que publica es Amor, curiosidad, prozac y dudas, una novela urbana, ambientada en un contexto de la España moderna (aunque para algunos críticos esto pueda indicar el empleo de ciertas frases como excesivamente dañadas o deterioradas), que reflexiona sobre la identidad femenina y desde el punto de vista feminista toma partido en los acontecimientos que influyen en la vida de la mujer de hoy.
Dentro de su bibliografía es común encontrarnos con esa exploración íntima y libre que hace del erotismo, que sin caer en el absurdo o en lo vulgar describe las formas femeninas: el cuerpo, la mente, los deseos, la espiritualidad, pero sobre todo la carnalidad femenina que puede actuar de manera racional o irracional, sin embargo, procura nunca perder la belleza y el erotismo.
Asimismo, las posteriores novelas de Etxebarria han continuado la senda que se impuso desde un principio, sin dejar de lado asuntos de suma importancia y que una escritora de su perfil nunca puede dejar ausente en la prosa que escribe.
Lucía Etxebarria nació en España en 1966, en la ciudad de Valencia, estudió Ciencias de la Información y desde sus épocas de estudiante desempeñó diversas actividades profesionales hasta que fijó su residencia en Madrid, ahí se ha ocupado como jefa de prensa para varias multinacionales y posteriormente fue invitada a colaborar de manera habitual en diversos medios de comunicación escritos.
Su prosa puede llegar a ser distinguida, quisquillosa, seria, lacónica o puntillosa, pero sea como sea, su prolijidad es asombrosa, no por nada ha sido merecedora de premios como el Nadal o el Primavera de Novela, que han servido para reconocer a una de las escritoras más sobrias y leídas de España de la última década, título que podría compartir con su contemporánea Espido Freire.
Etxebarria, una mujer escritora que no deja duda de su calidad ensayística, novelística y periodística, que está publicando obras que la posicionan como una digna representante de las letras españolas y todo lo que a nivel intelectual eso conlleva.
Pero en definitiva, una investigadora del pensamiento europeo.
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