La revolución bolivariana, aquella que ofreció “una democracia participativa y protagónica” huye de los organismos y foros internacionales, abandona los mecanismos de integración. La camarilla roja no soporta la creciente ola de reclamos, surgidos en todas las naciones y sectores democráticos del mundo, por la liquidación de la democracia venezolana, la creciente violación de los derechos humanos, el cierre del Parlamento y la confiscación del referéndum revocatorio presidencial.
Atrás quedaron los tiempos en los que los “socialistas bolivarianos” recorrían, chequera en mano, todos los confines de la tierra prometiendo “una nueva sociedad”, un nuevo paradigma de revolución pacífica y democrática. El difunto comandante Chávez pensó que el dinero y el apoyo ofrecido a los sectores del populismo cudillesco de América Latina permitiría tenerlos de manera permanente en el poder y, en consecuencia, contar con su incondicional apoyo para todas las tropelías que estaban desarrollando a lo interno de nuestro país.
Ni los pueblos ni los sistemas políticos vecinos del continente soportaron por tanto tiempo “el tutelaje” de los neosocialistas venezolanos, ni la brutal realidad actual de nuestra sociedad puede ser ocultada con los altisonantes discursos manipuladores que produce el laboratorio del G2 cubano instalado en Caracas.
Durante los años de la bonanza petrolera y del liderazgo carismático y crematístico de Hugo Chávez, en los que a cada rato se montaba un proceso electoral para legitimar un mayor control del Estado y de la sociedad, la comunidad internacional disimulaba su valoración política respecto a la marcha de nuestra sociedad hacia la nueva dictadura del siglo XXI.
En reiteradas ocasiones los factores políticos de la oposición venezolana acudimos a la OEA, a los gobiernos y parlamentos del continente americano y ante los de la Comunidad Europea para denunciar los innumerables ataques a la democracia que se vinieron sucediendo a lo largo de los años del régimen chavista. Nuestros planteamientos fueron recibidos con muy poca atención y credibilidad. En algunos casos se entendían los mismos, pero igualmente se nos hacía ver la dificultad de lograr acuerdos y/o apoyos en razón del avasallante respaldo con el que contaba el régimen venezolano.
Ya con Maduro, sin los recursos financieros y sin el liderazgo del fallecido comandante, y ante el creciente rechazo popular interno, ha surgido con fuerza la exigencia de la comunidad internacional respecto a los parámetros democráticos desconocidos por la cúpula de la revolución. El escenario interno e internacional ha cambiado de tal manera que hoy la comunidad internacional, con una mayoría cada día más avasallante, repudia al régimen autoritario de Caracas.
La camarilla roja ha perdido la sindéresis, la capacidad de diálogo, y ahora se ha refugiado en el escapismo internacional y en la represión interna. Ante la brutal contundencia de los hechos, los voceros de la dictadura madurista recurren al insulto, a la vieja cartilla cubana de la soberanía, independencia e imperialismo. Para nada pueden desmentir los hechos que revelan la definitiva instauración de la dictadura en Venezuela.
La respuesta al reclamo de 19 países, los más importantes del continente americano, presentados en la OEA ha sido la huida de dicha organización. A falta de argumentos, a falta de poder demostrar que los hechos no son ciertos, la “diplomacia” roja recurre a la evasión y a la descalificación. Por ello anuncian de manera unilateral el retiro de nuestro país del foro continental, lanzando una campaña de lodo contra el citado organismo.
En otros tiempos la OEA fue el ente al que acudió la camarilla roja para buscar apoyo ante los hechos de abril de 2002 en Venezuela. Allí pusieron toda su presión cuando ocurrió el golpe de Estado contra el ex presidente hondureño Manuel Zelaya, ocasión en la cual el extinto presidente Chávez amenazó a ese país con una intervención armada para restituir a su aliado político en aquella nación centroamericana.
Ahora la OEA es el imperio, la ultraderecha y el agente para invadir nuestra República. Por ello anuncian nuestro retiro de ese organismo hemisférico. Olvidan los cabecillas de la revolución que nuestra pertenencia a la OEA se da por un tratado internacional, que se hace obligatorio por haberse convertido en ley de la república. Olvidan que las leyes solo se derogan por otras leyes. De modo que mientras la Asamblea Nacional no derogue la ley aprobatoria del tratado de adhesión de Venezuela a la OEA, el Ejecutivo nacional carece de toda competencia para retirar a nuestro país de dicho organismo.
Se retirará la camarilla roja de la OEA, pero no Venezuela. Venezuela está hoy más presente que nunca en dicho foro, porque los países más representativos del continente, acompañan la lucha de nuestro pueblo por rescatar la democracia confiscada.
La huida de la revolución es cada día más dramática. Salieron de la Comunidad Andina de Naciones, la sacaron de Mercosur, le suspenden el derecho al voto en la ONU, y se retiran de la OEA. Solo les queda refugiarse en los brazos de la dictadura cubana, o en los débiles gobiernos de Evo Morales y Daniel Ortega. Estamos frente a una camarilla aislada internacionalmente y repudiada por el pueblo venezolano.
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