La fuerza de una ilusión puede mucho. Basta con escuchar la voz de un pueblo clamando libertad para imaginar la inmensidad de esa conciencia colectiva que no se paraliza por más que la agredan, sino que más bien se empeña en buscar la concreción de sus sueños. Y lo lograremos con el bastimento de esa fe que muchas veces ha rebosado las calles, enarbolando nobles banderas para que se nos comprenda como un movimiento que tiene idénticos propósitos con los ideales de justicia de nuestro pueblo.
Esta espuria constituyente podrá dictar decenas de decretos, pero un pueblo que está defendiendo su presente y su porvenir responde con coraje que la mística no sabe de decretos, y parafraseando al poeta Andrés Eloy Blanco sería risible que esa fraudulenta montonera decretara: “Se disuelve la resistencia”.
La historia de nuestros pueblos tiene registros en letras gloriosas de grandes y heroicas hazañas de embravecidos pueblos que ofrendaron las vidas de sus hijos en aras de la libertad. Figuras cimeras de reconocido coraje y destacado talento que nada escatimaron en sus luchas por supremos ideales, pelearon denodadamente por sus ideales de justicia.
Esa sangre bravía corre por las venas de los venezolanos que jamás se resignarán a ver perdidas sus esperanzas, y quienes dando el todo por el todo, proseguirán cumpliendo con valeroso esfuerzo las enseñanzas y ejemplos de nuestros padres libertadores.
Un pueblo noble, generoso y bueno como el nuestro no puede ser envilecido por una caterva de maleantes y malos hijos de la patria entronizados en el poder, celebrando a sus anchas cual festín de Baltasar, mientras el pueblo sufre en lo más hondo las penurias, hambre, miseria y necesidades. Este desgraciado, fatal y trágico accidente será felizmente superado, y solo quedará registrado como una oscura mancha, mientras que sus sombríos ejecutores quedarán sepultados bajo la podredumbre del basurero histórico, y solo se recordarán para ser condenados como los sangrientos genocidas y ambiciosos ladrones. Nuestros descendientes mirarán con horror esas páginas de hechos deleznables que nunca jamás deberán repetirse en nuestro país.
Hace más de 200 años, el Libertador insistió en la unión: “Uníos, uníos, o la anarquía os devorará”. Esa expresión no la podemos dejar en el vacío. Es necesario que todos unidos, apartando realmente y muy de veras ambiciones personalistas, abracemos esta causa común que es el objetivo: la libertad de Venezuela, y especialmente ahora, cuando en el continente se ha disipado el espejismo populista de esta falsa revolución.
La hora de la verdad está presente. Que los miembros de la Fuerza Armada Nacional no se conviertan en una guardia pretoriana del dictador y cumplan fielmente su obligación de defender la Constitución Nacional.
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