Las medidas anunciadas por Nicolás Maduro el viernes pasado han generado miedo, desconcierto e incertidumbre en el país. Solo el aumento de más de 3.500% del salario mínimo ha causado un profundo malestar en gran parte de la población ante las perspectivas de cierre de empresas, pérdida de empleos y aumento de la ya desmedida hiperinflación. Efectos que tan solo en los primeros días se han hecho evidentes en la subida de precios de algunos productos y en el cese de actividades de varios negocios. Comerciantes y empresarios elaboran planes de contingencia y se plantean la forma de continuar sus actividades, frente a una serie de medidas que han sido anunciadas por sorpresa, sin consultar a los sectores productivos y gremiales de la nación.
La única certeza que tienen los venezolanos en este momento es que la situación de caos y colapso que vivimos va a empeorar significativamente. Las medidas anunciadas repiten y profundizan políticas anteriores del régimen que han generado no solo la actual hiperinflación, sino la crisis de servicios básicos, de alimentación, de salud, de seguridad, de educación, de trabajo.
El gobierno ha llevado a la quiebra al país. Impone un “plan”, inviable, que exacerba las distorsiones económicas ya existentes. Con una comunidad internacional que no lo reconoce como democrático, y ante los desastrosos resultados de su proceder económico, no cuenta con ninguna confianza para acceder a financiamientos y recursos externos, fundamentales para cualquier iniciativa real y efectiva de rescate y reconstrucción. De manera irresponsable lleva toda la presión de los ajustes hacia lo interno, afectando directamente a la población y sus sectores más vulnerables, cuando es evidente la urgencia de un cambio político que permita un verdadero viraje económico que tenga el apoyo de la comunidad mundial.
La enorme mayoría del país desconfía de cualquier iniciativa oficial, consciente de que significa la profundización de los problemas y el reforzamiento de sistemas de opresión, dependencia y sumisión. Y las medidas anunciadas por el régimen señalan la radicalización extrema de su modelo. Plantean el estrangulamiento de los medios de producción privados y su estatización forzada por parte de un sistema corrupto e ineficaz.
Pero tal vez lo más grave del actual momento sea que el país recibe este conjunto de medidas catastróficas en medio de un estado de fragmentación, en el que las respuestas ante lo que sucede se producen de manera atomizada, condicionando negativamente las posibilidades de superar las dificultades del momento y de generar condiciones para un cambio de gobierno y modelo.
Ante la urgencia de lo que vivimos ya es sencillamente imposible continuar en este estadio de desconexión entre las partes, que el régimen ha fomentado y aprovechado, sí, pero que debe ser reconocido por todos los sectores del país y abordado de manera prioritaria por el liderazgo social, económico y político de Venezuela.
Desde nuestro trabajo con el Movimiento Mi Convive y en la organización Alimenta la Solidaridad, hemos impulsado una visión de modelos de acción social y política basados en la articulación de diversos sectores, estableciendo objetivos comunes y abordando acciones compartidas que representen un beneficio para todos los actores involucrados. La articulación no solo entre miembros de una comunidad, sino entre distintas comunidades y organizaciones civiles, gremios profesionales, grupos empresariales y académicos, nos ha permitido la creación y mantenimiento de comedores, el establecimiento de redes de apoyo e información, la implementación de programas de atención a víctimas de la violencia, que no solo se han mantenido en el contexto de enormes dificultades económicas actuales sino que incluso han podido expandirse y reproducirse en diferentes ámbitos a nivel local y nacional.
En este sentido, nuestro llamado al liderazgo social, político y económico del país es al de abocarse plenamente a un proceso urgente de articulación nacional. Una articulación que genere tanto mecanismos para enfrentar la emergencia de la crisis, como una estrategia conjunta y cohesionada de salida al actual régimen, en la que estén involucrados, de manera activa y organizada, todos los sectores del país.
Frente a las medidas devastadoras anunciadas el viernes, se hacen llamados a la desobediencia civil, a las manifestaciones y paros, a la celebración de elecciones y otras acciones en reacción a lo sucedido. Son todas propuestas válidas pero desarticuladas las unas de las otras, con alcances limitados o en algunos casos de poca o nula significación, que surgen del país fragmentado.
Tenemos que entender que el régimen no afecta a un grupo o a un particular, sino que amenaza al país en su conjunto. Y frente a esta amenaza cierta de destrucción, ha llegado la hora de que respondamos no desde una parcela o una visión limitada, sino desde la suma organizada de todas nuestras capacidades y la vinculación activa de los diversos sectores de la sociedad. Ante el caos, el colapso y la imposición de una dictadura, el país no está clamando por un liderazgo personalista o la prevalencia de la posición de un único grupo. El país está reclamando, para su supervivencia y futuro, por la participación de los venezolanos dentro y fuera del territorio, de una y otra tendencia ideológica, de todas las clases y estratos sociales.
Es la hora de todos.
robertopatino.com
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