Es indudable la responsabilidad que tienen los educadores en la transferencia de conocimientos y valores a los jóvenes durante su formación, lo cual se realiza mediante procesos educativos que deben estar enmarcados en una actuación ética. De esta manera, preparan a las nuevas generaciones para enfrentar su futuro y para que puedan involucrarse en la sociedad, demostrando a su vez una conducta adecuada. En este sentido, los docentes deben fomentar la moral, pues esta juega un papel fundamental en el proceso de formación, como factores determinantes en ese desenvolvimiento apropiado que deben demostrar en el mundo actual.
Por esa razón, la educación con base en la moral debe inculcar a través de un conjunto de acciones ejemplarizantes que los alumnos construyan un criterio propio racional y de manera autónoma. De esta forma, debe tener como objetivo la formación de las futuras generaciones que demuestren aceptación de las normas establecidas para dirigir la conducta del ser humano, velar por la rectitud, generar conciencia, el entendimiento y el establecimiento de los límites de sus actuaciones.
Por otro lado, los alumnos necesitan que los docentes les faciliten los medios para fortalecer sus capacidades que les permitan involucrarse con la colectividad de manera apropiada, a través del comportamiento más aceptable, demostrando principios como la tolerancia, el respeto a la forma de pensar de los otros, valorando al individuo. Así, se logrará fomentar su preparación integral, que les permita desarrollar sus capacidades, su pensamiento crítico, cumplir sus compromisos y responsabilidades, para de esta forma facilitar su interacción con la colectividad.
Sin duda, el proceso educativo debe cumplir con su función orientadora para consolidar sus principios, con el fin de lograr la transformación. Esto implica una gestión educativa armonizada y coherente, que los prepare para el desarrollo de sus inquietudes personales y que permita la trascendencia del hombre, por medio de su trabajo y de su desarrollo en todos los contextos de su vida. En este sentido, los procesos de aprendizaje permiten la metamorfosis progresiva, para evitar la crisis de valores, generar el desarrollo de una formación guiada por principios existenciales coherentes con la moral, exigida por la sociedad.
Finalmente, cabe destacar el ejemplo que representa la tarea del educador, que merece ser honrado por el compromiso que constituye y el respeto que debe tener en toda sociedad, pues de su labor depende el progreso y constituyen un modelo para la juventud en formación. Son héroes que no pueden quedar en el olvido y que tienen un gran peso social, pues aportan al proceso educativo sus conocimientos, su formación, su ética y su moral, para fomentar bases sólidas en las futuras generaciones, que son los verdaderos protagonistas de los cambios deseados en el mundo.