Pamplona celebra las fiestas de San Fermín todos los años a partir del 7 de julio, como dice la canción. Este año también. Hoy, sin embargo, esa semana de julio está muy presente para la población española porque hace dos años –el mismo día que comenzaban las fiestas– una chica de 18 años era violada por cinco jóvenes en un portal de la capital navarra y la sentencia judicial de este caso fue conocida el pasado 26 de abril (“Los agresores de una joven en Pamplona grabaron la violación”; El País, 13 de julio de 2016). La Audiencia Provincial de Navarra condenaba a nueve años de prisión a los cinco chicos por abuso sexual. No se consideró, por tanto, que hubiera habido agresión o violación al no oponer resistencia la víctima.
La joven había viajado con un amigo por carretera desde Madrid a Pamplona para pasar las fiestas de San Fermín en julio del año 2016. Su amigo decide irse a descansar al automóvil después de haber pasado horas conduciendo. Ella prefiere quedarse a disfrutar el ambiente de la ciudad. Cuando va a reunirse con su amigo se le acerca un veinteañero que entabla conversación con ella. En nuestro país es normal hablar con desconocidos y más aún durante unas fiestas como los sanfermines. En un momento dado ella quiere irse. El hombre de veintitantos años seguido de sus amigos le acompaña un trecho hasta que ella comienza a sentirse incómoda por la actitud del extraño. Llegados a un portal, éste la besa y la hace entrar en un portal. El grupo de cinco chicos –autodenominados “la Manada”– la conduce a un habitáculo en el que la desnudan, la soban y la violan. La joven pasa de ser una mujer libre a una esclava, una víctima. No imaginaba lo que le esperaba en el interior de aquel portal. Ella se encuentra en estado de shock, incapaz de reaccionar, según recoge Noticias de Navarra en un extracto de la declaración realizada por la joven madrileña: “Les denuncié porque habían cometido un delito, porque hicieron algo que yo no quería” (Noticias de Navarra, 3 de diciembre de 2017).
La sentencia judicial no satisface a una parte de la sociedad española especialmente sensibilizada ante los actos de violencia de género, maltrato y agresión a mujeres. Si algo ha quedado claro estos últimos días en la calle es el hecho de que tanto algunos hombres como todas las mujeres no se conforman con la situación de desigualdad que viven ellas. El revuelo que ha levantado este caso durante los sanfermines de 2016 supone una toma de conciencia de la vulnerabilidad de las víctimas de agresiones sexuales, abusos o violaciones. El centro de la polémica, la ciudad de Pamplona, se ha convertido en la cuna de la protesta social contra el maltrato a las mujeres y hay que reconocerle que lo está haciendo bien.
La víctima de un asalto sexual no sabe cómo reaccionar para protegerse. Hoy da la impresión de que está desvalida. La mujer que no se resiste al acoso –como fue este caso– sobrevive a veces. La mujer que se resiste sufre un trato humillante, más si cabe, o no vive para contarlo. Si se educa de forma adecuada al posible agresor, quizás habría menos víctimas. Sería bueno que la escuela contemplase impartir una asignatura de educación sexual. El desconocimiento de las necesidades y deseos de hombres y mujeres no ayuda a la convivencia ni a mantener una relación libre entre ambos géneros. Tendrá que llegar el día en que los hombres sean capaces de mostrar su hombría a través de la mirada limpia a una mujer, la templanza y el respeto.
Me viene a la cabeza aquella otra sentencia del político y filósofo irlandés Edmund Burke que decía: “Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada”.