En la entrega anterior señalábamos que la muy grave situación por la que atraviesa Venezuela es causada por la antipolítica. Ahora debemos agregar: la crisis no vino de fuera, fue creada aquí y aquí mismo está siendo muy bien alimentada con fines que pocos saben. Ella se extiende como un poderoso imperio. Nada se le escapa, no deja espacios libres. Su presencia es notoria en todas las instituciones, sean públicas o privadas; también se palpa tangiblemente al andar por cualquier lugar del país, y se refleja en el rostro de las personas. El padecimiento de la gente es inocultable.
Ante semejante tragicomedia nos preguntamos: ¿qué hacer? ¿Hasta cuándo este castigo? La esperanza parece debilitarse, mas no agotarse. No nos dejaremos vencer. Como la necesidad es grande, inmensamente grande, tomemos conciencia de que este tan rico, bello y gran país llamado Venezuela fue bendecido graciosamente por la Divina Providencia que lo dotó de inmensas riquezas en nuestro suelo, y sobre su superficie nos bendijo, también, con la rica inteligencia humana. A esta, como tabla de salvación, le corresponde hilvanar las adecuadas soluciones, siempre que se aparten sectarismos y apetencias personales. La gran Venezuela que nos pertenece a todos nosotros tomémosla como un hogar dentro del cual debemos resolver cuantas dificultades surjan. Derrotemos la antipolítica e impulsemos la verdadera política. Es el gran reto.
Afirmamos también en el anterior artículo que la actividad política se ejerce tanto en el desempeño de funciones públicas como libremente. En ambos casos es delicada y exigente. Debe encaminarse, siempre, hacia el cumplimiento de importantes funciones y, con ello, dar lecciones de responsabilidad, de verdadero afecto por el país y –como antes lo apuntamos– entender que la política es la ciencia del progreso social, al que todos anhelamos, y fundamentalmente destinada a servir. Nunca para aprovecharse de ella con otros fines, como lo percibimos actualmente.
Y como el ejercicio de la política es, en la práctica, una competencia entre personas dotadas de capacidad intelectual y personalidad, se hace necesario practicar y demostrar civilidad y respeto como seres humanos.
De allí el escozor que nos producen ciertas expresiones y destempladas actitudes e improperios emanados de seudopolíticos, con lo cual, además de incurrir en ridiculeces, atentan contra la decencia pública. Para navegar en el mundo de la política se requiere poseer cultura.
Siendo la política el arte de gobernar, debería funcionar como una gran escuela impartiendo formación ciudadana en diversos aspectos: ejerciendo el poder con altura, con modestia, sin ínfulas de superioridad; con la adecuada imagen y jerarquía de gobernante probo; acatando las leyes; estimulando el trabajo creador; velando por la justicia y respetando las ideas y opiniones ajenas.
El hecho de ejercer el gobierno durante un lapso debería tomarse como una importante pasantía, en la que mucho se aprendió y mucho se enseñó.
Continuaremos en próxima entrega.