Habían transcurrido apenas 12 días desde la toma de posesión del presidente colombiano Juan Manuel Santos, el 19 de agosto de 2010, cuando tuvo la primera prueba de fuego con su polémico homólogo venezolano Hugo Chávez. Ese mismo día, el empresario sirio-venezolano Walid Makled, acusado de narcotráfico, fue capturado en Cúcuta, Norte de Santander, situación que comenzó a generar una disputa entre Caracas y Washington en procura de su extradición.
Lo que soltaría Makled mientras estuvo detenido en Colombia sobre los vínculos del gobierno y la Fuerza Armada venezolana con el narcotráfico fue realmente explosivo. Pero también habló de los nexos con movimientos terroristas, por lo que al respecto señaló terminantemente en una entrevista que ofreció a Univisión: “Hezbollah está en Venezuela. Laboran, hacen dinero que envían al Medio Oriente” Aquella frase hoy cobra vigencia. El director de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, Mike Pompeo en aquel momento, al hacer referencia del riesgo que significa Venezuela para la seguridad de Estados Unidos, afirmó a la cadena Fox: “Los cubanos, los rusos, Irán y Hezbollah están en Venezuela”.
El “Hezbollah” cuya traducción sería “El partido de Dios”, es una organización que nació en el Líbano en 1982, tras la ocupación israelí, y cuenta con un brazo político y otro armado, y funciona con el respaldo de Irán y del gobierno sirio de Bashar Al Assad, por cierto aliados y amigos del actual régimen chavista-madurista. Es considerado como un grupo terrorista por la mayoría de los países occidentales.
Las milicias chiitas de Hezbollah han realizado actos terroristas en diversas partes del mundo. En América Latina se le señala como los autores del atentado en la Embajada de Israel en Argentina en 1992, que arrojó un saldo de 22 muertos y más de 200 heridos. También, del ataque que sufrió la Asociación Mutual Israelita Argentina en 1994, que arrojó un trágico saldo de 84 muertos y más de 300 heridos.
Pasaportes fraudulentos, vuelos al Medio Oriente que dieron pérdidas al Estado venezolano, nexos ideológicos y testimonios de diplomáticos, ex funcionarios del Saime y hasta de un narcotraficante, dan credibilidad a las denuncias sobre supuestas actividades de la organización terrorista en suelo venezolano.
En el libro Búmeran Chávez, se revela de acuerdo con testimonio de Rafael Isea, entonces viceministro de Finanzas y presidente del Banco de Desarrollo Económico y Social (Bandes), quien estuvo presente en la reunión que se realizó en Damasco en el año 2007, entre Nicolás Maduro, para entonces ministro de Relaciones Exteriores, y el jefe de Hezbollah, Hassan Nasrallah, líder del grupo terrorista libanés, en la que se firmó un pacto que amparaba actividades de narcotráfico, blanqueo de dinero, suministro de armas y entrega de pasaportes, así como el despliegue de células de esa organización radical chiita en Venezuela. Isea escapó a Estados Unidos en 2013 tras caer en desgracia, al comienzo de la presidencia de Maduro.
La cita de Damasco fue el resultado de las conversaciones que mantuvieron en enero de 2007 Hugo Chávez y el entonces presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, que significaron un gigantesco salto en la cooperación de Venezuela con los intereses del radicalismo islámico. Ese mismo año entró en servicio un vuelo semanal de Conviasa entre Caracas y Teherán, con escala en una base militar de Damasco, lo cual puso el Caribe al alcance de Hezbollah.
En el vuelo inaugural, Isea formó parte de la comitiva oficial venezolana, pero en la escala técnica en la capital siria, un oficial de seguridad subió al avión y le pidió que lo acompañara: “Tiene que bajarse aquí, tiene una reunión; lo está esperando un funcionario de su país”. Conducido a un hotel, recibió una llamada en su habitación. Era Maduro, quien le pedía que fuera al lugar donde se hallaba. “¿Qué hace aquí Nicolás? ¡Qué raro!”, se dijo. Cuando entró allí, Isea encontró al canciller venezolano con Nasrallah y un traductor. Al terminar, Isea y Maduro se trasladaron en vuelo privado a Teherán, donde se reunieron con Chávez.
En el marco de esa estrecha relación con Hezbollah, Maduro potenció el papel de Ghazi Nasr al Din, un libanés-venezolano relacionado con la organización que ocupaba el puesto de ministro consejero en la Embajada de Venezuela en Siria. En el libro antes citado se transcriben algunos cables diplomáticos venezolanos que exponen la actividad encomendada a Nasr al Din, entre otras, la de facilitar pasaportes y visados a miembros de Hezbollah. En el año 2008 el Departamento del Tesoro de Estados Unidos lo incluyó en la lista negra por su auxilio al terrorismo y en febrero de ese mismo año el FBI colocó su nombre en la lista de las personas más buscadas.
Desde entonces y hasta la presente fecha se estima la presencia en Venezuela de numerosos operadores de Hezbollah, de acuerdo con un listado que Diosdado Cabello llegó a ofrecer a Estados Unidos, en un momento que intentaba congraciarse con Washington para que no se le relacionara con el narcotráfico. En la referida lista figuran una docena de personas que tenían la calificación de terroristas, según documentos obtenidos posteriormente.
Douglas Farah, consultor en temas de seguridad y quien formó parte del equipo e investigación del The Washington Post, asegura que “Hezbollah tiene una presencia documentada en Venezuela, con el propósito de lavar dinero, transportar droga a mercados donde se puede vender y el control de muchas actividades de contrabando en todo el continente. Tiene presencia también en otros países, como Bolivia y Nicaragua, pero según el experto se encuentran más seguros en Venezuela.
La isla de Margarita se ha convertido en el área donde convergen las tres principales células de la región: Brasil, Argentina y Uruguay. “Venezuela es el mayor centro de operaciones de Hezbollah en el continente”. La cabeza principal de Hezbollah en el año 2011 era Ghazi Atef Salameh Nassereddine Abu Ali, nacido en el Líbano pero nacionalizado venezolano hace 16 años, Junto a sus dos hermanos coordinó la célula de Hezbollah en Venezuela y actividades de lavado de dinero, reclutamiento y entrenamiento, lo cual ha permitido a la organización terrorista aumentar su influencia en la región.
Es común observar en el aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía la presencia de súbditos libaneses, sirios, iraníes e iraquíes, lo cual hace suponer vienen al país a cumplir la misión que les confiaron. La actitud permisiva de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otros, han hecho posible la presencia de Hezbollah en la región, red terrorista que ha logrado incrementar su influencia y tomar posiciones privilegiadas que amenazan a Estados Unidos.
“El partido de Dios”, cuya traducción se deriva de Hezbollah, hace metástasis en el continente, por la decidida y estrecha colaboración del régimen de Nicolás Maduro, quien empalagado por su hazaña actúa siniestramente y sin misericordia contra sus adversarios políticos, muy al estilo fundamentalista chiita. Uno de ellos, Oscar Pérez, de quien hay pruebas de que fue ejecutado extraoficialmente, como lo afirmó la hermana de una de las víctimas de la masacre de El Junquito, quien advirtió orificios de entrada y salida de bala en la cabeza. Un crimen que debe ser analizado en el contexto mundial de los derechos humanos. El socialismo chavista-madurista mató al ex oficial del Cicpc sin que este hubiera asesinado a una sola persona, en tanto que los criminales, torturadores, violadores y secuestradores de las FARC fueron recibidos con honores en el Palacio de Miraflores, por el extinto padre de la tragedia que vive Venezuela.
Bien lo dijo Dante Alighieri: “Tras vuestros daños vendrá el llanto originado por un justo castigo”.
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