“Cumplid vuestro destino, almas desordenadas,
Y huid del infinito que lleváis en vosotras!”
Charles Baudelaire
Pau Coll / RUIDO Photo
Ojalá que la mujer de la fotografía llegue a leer un día Las flores del mal. Ojalá que la Hester Prynne encubierta se detenga en el detalle de los versos finales del poema “Delfina e Hipólita” y vea que, de alguna manera, Baudelaire habla también de ella. El poeta francés ensalza a través de una larga rima la fortaleza de las mujeres condenadas al desprecio o al martirio. La historia de nuestra heroína es la historia de una superviviente que acaba de pasar el período de sufrimiento impuesto por su condición de hembra a manos de unos hombres sin temperamento ni conciencia.
Esa silueta femenina de mujer pensativa, delgada y de piel morena se concentra en su dolor. La mujer de la letra escarlata revive el recuerdo de una larga travesía agónica por las aguas del Mediterráneo, atrapada con otras mujeres en una embarcación mínima que había partido de la costa de Libia hacia Europa y la civilización occidental. Huían del mal, solo que la escapada esta vez resultó ser un viaje a través del mal en el fondo de una bodega.
Esta Hester Prynne estigmatizada por la soledad de las mujeres violadas parece soportar con templanza su destierro. Asombra el instante de recogimiento de la africana captado por el fotógrafo. La estampa de la mujer sentada, con la cara apoyada en las manos como queriendo guardarse para sí misma la desolación de la cubierta, el contraste de colores, el negro de su piel, el índigo (símbolo del espíritu) pegado a sus piernas y el toque del pañuelo rojo en la cabeza la vuelven una exiliada interesante.
Ni la ignorancia ni la crueldad podrán doblegar la entereza de una mujer como ella. Hay algo de inviolable en su singular belleza, algo que conmueve en la dignidad de los ofendidos y un no sé qué de único en su resistencia.