A estas alturas de los acontecimientos políticos, económicos y sociales nadie tiene que tener dudas de que el fin de este gobierno se acerca en términos de una apocalíptica explosión social. Es sencillo. El madurismo no podrá revertir el gigantesco cáncer hiperinflacionario que sacude a Venezuela, y, por ende, el hambre terminará por destruir la debilitada base militar y política que apoya al neototalitarismo.
Para comprar un kilo de carne o un kilo de café se necesitan entre 5 y 10 “salarios mínimos mensuales” para acceder a semejantes productos que son de la dieta básica de cualquier venezolano. Pero Maduro y sus congéneres políticos siguen hablándole al pueblo como si aquí nada pasara, y, por el contrario, viviéramos en máxima felicidad.
La crisis es de tal magnitud que el hambre ha permeado las instituciones del Estado. El programa de alimentación escolar en las escuelas y liceos ha desaparecido, así como los comedores universitarios y laborales se convirtieron en cementerios de materiales oxidados. Ni siquiera en los cuarteles o destacamentos los militares reciben alimentación, y cuando pueden ingerir algún tipo de comida, deben conformarse con un plato de arroz o pasta blanca. Ni hablar de los hospitales en donde las familias deben llevar la comida a los familiares que se encuentren por alguna razón dentro de esos espacios. Esa es la cruel realidad.
Quienes apoyan esta barbarie solo son fanáticos de una perversa política de autodestrucción humana e institucional. Nadie en quien prevalezca un mínimo de sindéresis puede negar esta barbarie. La anomia que nos consume como país nos está llevando a un abismo en el cual, tal y como siempre lo ha deseado el gobierno, quedará rojo rojito, pero sumido en una profunda desgracia con ese color.
Aquí no vale ningún “aumento de salario” o mal llamado “bono de protección” con el cual el madurismo pretende seguir engañando a una población. Ellos, como únicos culpables de esta debacle económica y social, en vez de llamar a los mejores y diseñar un plan antiinflacionario, siguen repitiendo la bazofia discursiva de la “guerra económica”, mientras Petróleos de Venezuela también continúa su ruta en el descenso de su producción. O sea, la única fuente de ingresos que nos queda, está llegando a su quiebra económica y financiera, para finalmente ser rematada a los rusos y chinos por una irrisoria cantidad de dólares que seguramente serán absorbidos por la corrupción.
El pueblo está viviendo horas muy aciagas de su historia. Los fanáticos del madurismo dicen que vivimos en el “mejor gobierno” que hemos tenido. ¡Hipócritas! ¿Quién puede decir semejante exabrupto cuando el contexto que tenemos es de una tierra arrasada? Son tan cínicos que hasta voceros del gobierno regional en el estado Zulia, se atreven a decir que los constantes apagones que sobrepasan las 24 horas en Maracaibo y zonas circunvecinas son “culpa del sol”. En otras palabras, han perdido hasta el juicio para mentir.
Economistas de alto prestigio internacional como Steve Hanke han señalado que se le agota el tiempo a Venezuela para salir del hambre que nos azota¹. Más que una advertencia, al decir que nos quedamos sin posibilidad de salir de este desastre, también está enviando un mensaje tácito sobre el fin político de madurismo. La hiperinflación ha alcanzado las 5 cifras medias anuales, y al paso que avanza, antes de que termine 2018 será de 6 cifras en 12 meses ¡Espeluznante!
No hay manera de sobrevivir a esta debacle económica. Haga lo que haga el madurismo, salvo decida girar 180 grados de manera inmediata en sus políticas públicas, comenzando por el respeto a la constitucionalidad y un plan económico serio que pueda generar confianza en el plano financiero, solo así, podría tener la oportunidad de salvarse en el corto plazo. Lo demás, aunque intente con represión mantenerse en el poder, el hambre será su principal enemigo. En síntesis, el hambre terminará por destruir el madurismo.
¹ https://twitter.com/steve_hanke/status/1002963555396841478