COLUMNISTA

Hacia un movimiento civilizador

por Héctor Silva Michelena Héctor Silva Michelena

Muchos economistas pensamos que lo realmente crucial de todos los anuncios económicos de Maduro está en ese demencial incremento del salario mínimo, que pasó de 5.196.000 bolívares fuertes a 180.000.000 de bolívares fuertes,  un aumento de 3.364%, a 1.800 bolívares soberanos,  a partir de primero de septiembre.

Luis Oliveros, en declaraciones al portal Analítica, dijo que esto “implica el cierre de miles de empresas y el desempleo de muchísimas personas”. Aseguró Oliveros que “aunque el gobierno les pague el diferencial de la nómina por tres meses (algo que por cierto va en contra de un déficit fiscal 0)”. Lo dijo porque el gobierno anunció que para evitar que los costos del nuevo salario mínimo impacten los precios, el Estado asumirá durante 90 días el diferencial que tendrán que erogar las pequeñas y medianas empresas. Afirmó que tenía los fondos necesarios para eso.

Sin embargo, más allá de lo económico, Venezuela necesita rehacer sus instituciones demolidas por casi 19 años del gobierno chavista-madurista que, valiéndose del secuestro de las instituciones democráticas, las utilizó para destruirlas, incluida la FAN, cuyas armas son de la República, y nunca de un partido político armado, para ponerlas a su servicio personal incondicional. Todos recordamos ese camino tortuoso seguido por los bribones del gobierno y sus lacayos.

El destacado economista Enzo Del Bufalo publicó en Facebook, el 18 de agosto, a las 10:36, este picante y lúcido comentario:

“Las decisiones tomadas por Maduro no son neoliberales, como el modelo económico chavista no es socialista. Ya es hora de dejar de hablar despropósitos. Tanto el ‘neoliberalismo’ como el ‘socialismo’ comparten la idea común y moderna de que la Economía es un sistema. Maduro no. Maduro y el chavismo actúan políticas mercantilistas como cuando no se sabía que los fenómenos económicos están interconectados”.

“La moderna teoría económica nació para explicarle al rey (ignorante como todos los gobernantes, pero no bruto) este simple hecho: no se pueden aumentar los salarios nominales sin que aumenten los precios de los bienes, a menos que la productividad aumente en la misma proporción, o que los beneficios bajen en esa medida. ¿Ustedes creen que un bárbaro, aunque vestido por Armani y con Rolex pueda entender esto?”.

 “Qué creen entonces que pasará en este país con ese brutal aumento y con los márgenes de beneficio de las empresas productoras de bienes casi en cero y la productividad general del país por el suelo? Y de eso de anclar el bolívar soberano en la nube del fantasmagórico petro como la nave de Peter Pan, ni siquiera vale la pena hablar. Más que economistas, que sí los necesita, Venezuela requiere con urgencia un movimiento civilizador que acabe de una vez por toda con este horrible neoarcaismo que es el chavismo. Así que hijo mío, si no entiendes a Maduro, es por una buena razón”.

Recordemos que Peter Pan es un personaje ficticio creado por el escritor escocés James Matthew Barrie para una obra de teatro estrenada en Londres el 27 de diciembre de 1904 llamada Peter Pan y Wendy. Su enemigo: el capitán Garfio.

He hecho pequeños retoques formales, como crear  párrafos, poner acentos, signos de interrogación y algunas cursivas, a fin de facilitar la lectura y destacar lo significativo del preciso, breve y filoso párrafo. Veamos el punto principal: La economía como sistema donde los fenómenos económicos están interconectados.

La teoría de sistemas o teoría general de sistemas (TGS) es el estudio interdisciplinario de los sistemas en general. Su propósito es estudiar los principios aplicables a los sistemas en cualquier nivel en todos los campos de la investigación. Ludwig von Bertalanffy (1976), en su clásica obra Teoría general de los sistemas. Fundamentos, desarrollo, aplicaciones (México, F.C.E.), define un sistema como una entidad con límites y con partes interrelacionadas e interdependientes cuya suma es mayor a la clásica obra Teoría suma de sus partes. El cambio de una parte del sistema afecta a las demás y, con esto, al sistema completo, generando patrones predecibles de comportamiento.

De modo, pues, que ese aumento demencial, de 3.364 % del salario mínimo, no obstante el anunciado subsidio de Maduro, que asegura tener  la plata en la mano, repercutirá duramente en las empresas y en los consumidores, y se sentirá hasta el más lejano rincón de la economía, ese rincón incómodo y peligroso de la gran Joan Robinson, analizado en su libro de 1966.

¿De dónde obtuvo Maduro ese complemento del aumento salarial para 90 días? Bueno, digamos que lo pescó en este río revuelto que es Venezuela hoy en día. Pasados los 90 días ¿qué va a pasar? Los datos son: la productividad total de los factores (PTF), tierra, trabajo simple, trabajo calificado y capital, es negativa desde hace más de 5 años, y la del trabajo también; con costos altísimos (hiperinflación), restricción de divisas (87,78% de las empresas), y una incertidumbre política de vértigo, que afecta a las pequeñas industrias en 87,9% y a las medianas en 89,5% (Conindustria, II 2017). Los venezolanos comunes sufriremos de una enfermedad antes desconocida en el país: ¡muerte por inanición!

Según Encovi 2017, la pobreza extrema alcanza a 61,2% de la población, y los pobres llegan a 25,8%, arrojando una pobreza total de 87%. La pobreza reciente recibió un empuje inflacionario grande, al pasar de 33% en 2014 a 56,2% en 2017. ¡Venezuela triste, Venezuela se muere! Y ahora, recibe este puntillazo.

Sin duda, Maduro y El Aissami ignoran la noción de la economía como sistema, en el seno del cual nada está encapsulado o aislado, y la interacción es múltiple, en origen, sentido y dirección. La inflación se acelerará en parábola, muchas empresas cerrarán (la brecha de crecimiento de la manufactura es de 45%, y la capacidad utilizada es de 35% (Conindustria, II 2017) y cesarán a sus trabajadores. El lema oficial postula: “Empresa cerrada, empresa ocupada”. ¿Quiénes la ocuparán? ¿Posen sus ocupantes la pericia, el know how (saber hacer) adecuado para operar la empresa con eficiencia? Supongamos que se trata de una panadería. ¿Es sencillo realizar todo el proceso de manufactura del pan? ¡No!

El segundo punto, de enorme importancia que señala Enzo, dice: “Venezuela requiere con urgencia un movimiento civilizador que acabe de una vez por toda con este horrible neoarcaismo que es el chavismo”.  El daño más profundo infligido a Venezuela por el chavismo-madurismo es la destrucción de una institucionalidad que, con sacrificios y sangre, construyeron, aunque sea a medias, los hombres y mujeres de nuestro siglo XX: dejar atrás las montoneras, la condición de segundones, de pardos y esclavos, sujetos al capricho del caudillo de turno, y establecer instituciones y normas de convivencia ciudadana, que brillantemente cristalizaron en la Constitución de 1947, que dio paso a la soberanía popular mediante el sufragio universal, directo y secreto: voto a las mujeres, a los analfabetas, a los ciegos y discapacitados; en fin, a “condenados de la tierra”.

Al demoler las normas republicanas, y abolir la soberanía popular (birlar el revocatorio en 2016, establecer una ANC ilegítima de origen y fraudulenta en su terminación (una votación tramposa, reconocida aun por SmartMatic), que fijó con enorme anticipación unas elecciones presidenciales inconstitucionales, el neoarcaismo chavista, una ideología de retazos viejos, traída al presente, cuyo resultado es una mezcolanza, que puesta en práctica ha sumido al país en una anomia que reimplanta, hoy en día, las revoluciones personalistas de los caudillos del desgraciado siglo XX venezolano.

Por si fuera poco, Maduro y su pandilla han dividido a la población en habitantes de primera, de segunda y de tercera clase, mediante ese bochornoso carnet de la patria, las decisiones de la ANC, el TSJ y la Fiscalía. En síntesis, los carnetizados voluntarios, los a juro, los vivos para obtener beneficios, los muy necesitados, los perseguidos y los presos políticos. Porque el mensaje de ese carnet es: “Lo sacas o te mueres de hambre”.

Venezuela no necesita economistas ni tecnólogos. Necesita emprender con urgencia un proceso civilizador contra la barbarie, como si estuviésemos en la época que estudia Julio César Salas en 1919 o Rómulo Gallegos en 1928. Necesita de un poderoso movimiento civilizador, que acabe con la barbarie neoarcaica del chavismo-madurismo y la anomia avasallante que nos ahoga, y vaya reconstruyendo, con piedras nuevas y modernas, instituciones fuertes, inclusivas e incluyentes.